El diablo a todas horas

 

Hay películas que son exactamente lo que parecen. El diablo a todas horas, la adaptación de la novela de Donald Roy Pollock dirigida por Antonio Campos y producida por Netflix, es una de ellas. Al leer su sinopsis queda claro que veremos una historia violenta y turbia con el fanatismo religioso y el conservadurismo de la América profunda de fondo. Es justo lo que vemos, sin trampa ni cartón. Al ver su reparto es fácil prever que será ese tipo de películas oscuras con pretensiones en las que actores famosos (aquí Tom Holland y Robert Pattinson) buscan distanciarse de los papeles por los que son conocidos en películas comerciales, poniendo caras muy serias, hablando poco y dando vida a seres torturados. 

No puedo decir que la película no me haya gustado, porque tiendo a no escribir críticas de las películas que no me gustan nada, pero me ha resultado errática y poco original. No aporta excesiva novedad sobre este subgénero de historias violentas y oscuras en pueblos remotos de Estados Unidos. No hay nada que objetar a las interpretaciones de los protagonistas y la historia tiene cierto interés. Pero hay varios aspectos del filme que chirrían mucho. Por supuesto, es algo muy personal, posiblemente es sólo que la película no es para mí. 

Para empezar, el uso de la voz en off, que es un recurso que sólo tolero en pequeñas dosis y cuando está suficientemente justiciado. En la mayoría de las ocasiones la voz en off es una forma perezosa de contar directamente al espectador aquello que no se le cuenta a través de las imágenes y los diálogos de los espectadores. Aquí no aporta nada. Es demasiado redundante, como lo son algunos planos, en los que sólo les falta detener el metraje para señalar al espectador con algún rótulo lo que tiene que pensar o de qué otra escena de la película se tiene que acordar justo en ese momento. 

La película esboza una reflexión sobre el determinismo y sobre cómo la violencia engendra violencia y el fanatismo religioso produce monstruos. Tiene momentos interesantes, sí, pero también aquí cae en ocasiones en generalizaciones poco matizadas y en retratos con brocha gorda de los personajes. Los dos protagonistas son huérfanos y ambos heredan el carácter, los dramas y las miserias de sus padres, sin demasiada sutileza. Por lo demás, la película gustará a quienes se sientan atraídos por historias inquietantes y violentas en la América profunda, aquellos que no estén saturados de ellas

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