Confesiones de una editora poco mentirosa

 

Comienza Esther Tusquets sus fabulosas Confesiones de una editora poco mentirosa, publicado en 2005 y reeditado ahora por Lumen, afirmando que no tenía la menor intención de escribir este libro. Afortunadamente, la convenció su hija, Milena Busquets, y gracias a ello podemos disfrutar de este libro de memorias que responden bien a lo que le pidió a su madre: "no unas memorias solemnes, hablando de los grandes problemas y acontecimientos de la edición, sino estas pequeñas anécdotas que constituyen la vida cotidiana de una editorial y que cuando las cuentas tú resultan divertidas”.

Para cualquier amante de la lectura, que tanto le debe a Lumen y su mimo a la literatura durante tantos años, este libro es irresistible. Tusquets relata unas cuantas anécdotas y, de paso, circulan por sus páginas varios de los más importantes autores de las últimas décadas. Cuenta la gran editora y escritora que nunca quiso convertir a Lumen en una gran editorial con muchos empleados y cientos de títulos al año, entre otras cosas, porque en España "se editan muchísimos más títulos de los que va a ser posible vender". 

Lumen fue en su origen una editorial católica que cayó en mayos de su padre de forma inesperada. De entrada, su intención no era otra que mantener la publicación de esos libros católicos y, si acaso, editar un par de títulos al año de esos libros que a ella y a su familia le gustaban y que no encontraban en España. El resto es historia de la literatura en español. Lumen, la nueva Lumen, comenzó editando libros infantiles. La autora hace una maravillosa defensa de la literatura infantil, porque es en la infancia cuando se suele adquirir el gusto por la lectura. 

Los comienzos de Lumen también están ligados a la colección Palabra e Imagen, con textos de grandes autores ilustrados por fotografías de calidad sobre las más diversas cuestiones. Al lector se le ponen los dientes largos al leer cómo se gestan esas publicaciones y la pasión con la que Esther Tusquets las recuerda. La autora habla de muchos escritores, agentes literarios y editores. De la mayoría, con cariño, aunque no de todos. De Cela, por ejemplo, cuenta que estuvo a punto de llegar a ser amiga. Le reconoce que fue un buenísimo escritor, "capaz de textos impecables, en los que no sobra un adjetivo ni falta una coma", pero terminaron mal. "Era un buen escritor, pero detrás de la fachada no había un ser que humanamente pudiera interesarme", escribe. 

Mucho más cariñoso es su recuerdo de Miguel Delibes. De su esposa, Ángeles, escribe que quería mucho a su marido y se reía de sus temores y ansiedades. Era un amor inteligente: de hecho es he preguntado muchas veces si puede existir un verdadero amor que no requiera una considerable dosis de inteligencia”, leemos. Y no paran de aparecer más y más nombres ilustres: Vargas Llosa, de quien resalta su perfeccionismo extremo; Carmen Balcells, la mítica agente literaria; Terenci Moix, a quien define como "un profesional de la seducción"; Jorge Herralde, quien nunca la falló; Carlos Barral, al que presenta como alguien de trato difícil, generoso y egoísta a partes iguales... Y tantos y tantos otros. 

El libro, a pesar de su corta extensión, está repleto de anécdotas y reflexiones sobre la edición y la literatura. Como lector me resulta curioso, por ejemplo, lo que cuenta sobre las malas traducciones de obras en otros idiomas, que tiene que revisar después la editora. Por no alargar la crítica en exceso, me quedo con otros tres nombres propios. Neruda, a quien la autora acompañó en una fugaz visita a Barcelona. “Nunca he vuelto a pasar ante Santa Maria del Mar, para mí la iglesia más hermosa del mundo -léase la que más amo-, sin oír la voz ronda y emocionada del poeta, describiéndonos la noche que habían entrado allí, para rendir el último homenaje, a la luz de las velas, entre canciones y entre versos, a un amigo muy querido que acababa de morir”, escribe. 

Ana María Matute, de quien cuenta algo magnífico. Leemos que su primer marido la trataba como una niñita incapaz de anda sola hasta la siguiente esquina, “cuando a todos los que la conocemos nos consta que es una mujer adulta y fuerte, capaz de llegar no ya a la próxima esquina, sino al otro extremo del mundo, si hay en el otro extremo del mundo algo que le interese de verdad. Lo que ocurre es que a Ana María le interesan, le importan, muy pocas cosas, y respecto a las demás, que le son absolutamente indiferentes, puede mostrarse perezosa e incapaz hasta lo inverosímil”.

Y, por último, Carmen Martín Gaite, enorme escritora, con quien mantuvo una intensa correspondencia postal. En una de esas cartas la escritora salmantina le escribe a Tusquets: "abrigas sin pesar, como las mantas buenas, y es esa mezcla de ligereza y de capacidad de entrega lo que te hace ser tan TÚ". Imposible definir mejor lo que se encuentra el lector en estas irresistibles Confesiones de una editora mentirosa, que terminan con la venta de Lumen a Bertelsmann (hoy Random House Mondadori) y su salida de la editorial, decepcionada ("en la primera reunión con vendedores, hablé de la importancia de los autores y de la calidad de los libros. Pero vi que no se trataba de eso”). Este es un libro, en fin, imprescindible para todo lector. 

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