Thi Mai, rumbo a Vietnam

 

No creo que a las películas se les pueda poner nota ni me importa demasiado lo que piensen los demás de un filme que me ha gustado. Pese a ello (somos contradicciones con piernas), tengo la costumbre de puntuar en Filmaffinity cada película que veo. Al ir a votar Thai Mai, rumbo a Vietnam, de Patricia Ferreira, tras verla en Netflix, me sorprendió su baja nota, un 4,7. Insisto, carece de sentido poner notas a las películas, reducirlo todo a un número. Y qué más da lo que piense el resto si a mí me ha resultado entretenida, pero me parece una pobre puntuación para una película que no es una obra maestra, claro, y que resulta tan previsible como la mayoría de las comedias, pero que tiene no pocos logros. Desconozco si hay ciertos prejuicios en esa baja valoración o algo de esnobismo. Quién sabe. A mí me gustó y por eso escribo de ella. Allá vamos. 

El punto de partida de la película es una tragedia. Carmen (Carmen Machi) pierde a su hija en un accidente y, poco después, recibe una carta en la que le anuncian que se le ha concedido a su hija fallecida la adopción de una niña en Vietnam. La mujer, lejos de contar la verdad a la agencia de adopción, se aferra a esa ilusión de su hija y a la esperanza de poder acoger a esa niña, su nieta, como forma de superar la pérdida, como ilusión para seguir adelante. Su marido, a quien interpreta Pedro Casablanch, no comparte esa opinión. 

Por distintas circunstancias, las dos mejores amigas de Carmen (magníficas Adriana Ozores y Aitana Sánchez-Gijón) le acompañan a Vietnam para buscar a la niña adoptada. Allí conocerán a un actor español (Dani Rovira), que viaja al país asiático para convivir con su novio. Se suceden entonces las peripecias y desventuras esperables, al tiempo que se muestra Vietnam y se ahonda en la cuestión de la adopción. 

La película, insisto, no es precisamente una caja de sorpresas. Todo lo que sucede entra dentro de lo previsible. Pero, aun así, tiene escenas muy divertidas y otras llenas de emoción y sensibilidad. Siempre es agradable ver en pantalla a un grupo de amigas de mediana edad, decididas a seguir su instinto y su voluntad, sus ilusiones. Mujeres libres y fuertes que toman las riendas de su vida. También es emotivo todo lo que rodea a la adopción, esa forma de ser padre que pasa por darle una segunda oportunidad a niños que están solos en el mundo. Y las conversaciones entre los personajes, cuyo viaje a Vietman supone para todos ellos una revolución personal. Hay química entre las actrices principales del elenco y hay emoción y verdad. Es una historia bella, bien contada, divertida y emotiva. Ojalá pudiera decirse eso de todas las películas. 

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