Hollywood

 

Hollywood es excesiva, irregular y, por momentos, algo disparatada. Hollywood es magnífica. La última serie de Ryan Murphy para Netflix imagina un pasado distinto para Hollywood. Ambientada en los años 40, plantea a un grupo de marginados que quieren cumplir su sueño de triunfar en la industria del cine y que, de paso pueden cambiar la propia historia del séptimo arte. Llega la serie en un momento particularmente oportuno, ya que este año se viven las mayores protestas contra el racismo en Estados Unidos en muchas décadas, al tiempo que debate más que nunca sobre la necesidad de la representación de mujeres, personas de minorías raciales y personas no heterosexuales en cine. 

Acostumbrados como estamos a las distopías, se agradece una utopía, para variar. Esta serie imagina  el desafío de un grupo de marginados a los prejuicios que existían en Hollywood en los años 40. Por ejemplo, una película con una mujer negra como protagonista, con guión de un hombre negro y gay. Es decir, la serie es una abominación para los conspiranoicos que se llenan la boca hablando del globalismo, de Soros y del lobby gay. Una serie atractiva y sugerente para el resto, que reflexiona sobre la importancia del cine como herramienta para mostrar cómo podría ser el mundo y no sólo como es. 

Es habitual leer críticas de personas indignadas cuando se hace una revisión de un clásico para incorporar la perspectiva de género o cuando se incluyen personajes no heterosexuales en series o películas. Se dice que ahí hay ideología, que nos quieren manipular las malvadas plataformas audiovisuales. Es llamativo que esas personas no se planteen nunca si acaso no hay ideología en las películas que llevan décadas mostrando un mundo hecho a la medida de hombres blancos heterosexuales. Es curioso que siempre encuentren intenciones ocultas en las producciones más diversas, pero nunca en las demás, es decir, en la inmensa mayoría. 

También llama la atención que se suela atacar producciones como Hollywood tildándolas de buenistas, de estar demasiado influenciadas por ideas progresistas tan locas como defender la igualdad real entre hombres y mujeres o la no discriminación de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales. Porque está claro que las buenas intenciones no hacen necesariamente buenas series o películas y que al cine no se le debe exigir bajo ningún concepto que sea moralizante o busque lanzar un mensaje. Pero eso no anula automáticamente el valor de las series o películas que tengan un mensaje y, además, sean buenas producciones. Igual que no anula la calidad artística de Lo que el viento se llevó su representación de la discriminación racial y la esclavitud, tampoco se anula la calidad de series o películas que muestren a mujeres fuertes y homosexuales que combaten los prejuicios y el odio homófobo

Hollywood, ya digo, es excesiva hasta el delirio. La trama avanza de forma algo precipitada y es demasiado efectista en ocasiones. A veces es más frívola que ligera. Pero todo eso me da bastante igual. Tiene algo el tono de esta serie, su frescura y, sí, su mensaje, que me atrapa. Me cuesta entrar en la historia, pero para cuando llega el final ya me tiene del todo atrapado. Influye mucho su poderosa historia de fondo, muy emotiva, muy potente. Y el carisma de esos perdedores y marginados (y también todos muy atractivos) que se topan contra un muro en Hollywood, donde se ven rechazados y tienen que recurrir a toda clase de medios sórdidos para ganarse la vida y abrirse camino. Hasta que algo cambia, claro. El elenco es otro de los puntos fuertes de la serie, con una extraordinaria Patti LuPone, que da vida a la mujer del dueño de un estudio de cine que tendrá un papel central en el desarrollo de la trama. Hollywood, en fin, es tan excesiva e hiperbólica como atractiva. 

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