Un Día del Libro anómalo y trascendental



Ni Cervantes ni Shakespeare murieron el 23 de abril de 1616. El primero murió un día antes y fue enterrado el día 23, mientras que el inglés murió el 23 de abril, sí, pero del calendario juliano, que en realidad se corresponde con el 3 de mayo del calendario gregoriano. Así que el pretexto por el que celebramos el Día del Libro en todo el mundo el 23 de abril es falso, o no del todo cierto, por lo que bien podemos celebrarlo el 23 de julio. O todos los días del año. No hacen falta excusas para dedicar una jornada, o las que hagan falta, a celebrar la literatura y su poder transformador. De hecho, si fuéramos alocadamente optimistas, diríamos que una de las pocas cosas buenas de este 2020 es que ha tenido dos días del libro. Pero es difícil ser optimista este año y más bien hay que decir que se han tenido que celebrar por dos veces el Día del Libro con perfil bajo y sin grandes actos, de forma totalmente desacostumbrada y sin encuentros entre escritores y lectores. 

El Día del Libro de hoy no será esa celebración por haber dejado atrás la pesadilla del coronavirus que nos impidió celebrar Sant Jordi en abril, como habíamos deseado. No se cortará hoy al tráfico el Paseo de Gràcia en Barcelona, para acoger puestos de libros y de rosas. No habrá numerosas formas de libros por parte de los autores. Será la de hoy una fiesta en formato reducido y con todas las precauciones necesarias, porque el virus sigue ahí. Fue bonito fabular con un Sant Jordi de verano como símbolo del final de esta crisis, pero ese desenlace tendrá que esperar, tristemente aún no hemos llegado a su última página. 

Lo que sí puede y debe ser el día de hoy es una jornada de celebración del mundo del libro, en la que le devolvamos al sector editorial algo de lo mucho que nos ha dado en estos meses tan duros. Porque el confinamiento habría sido insoportable sin libros. Porque las historias de ficción, los poemas, los ensayos, el teatro, los relatos y las grandes novelas nos han acompañado más que nunca durante esta crisis. No necesitamos la mayor pandemia del último siglo para darnos cuenta de lo trascendentes que son los libros en nuestra vida, pero estos meses hemos renovado los votos con la literatura. Muchos no olvidaremos nunca qué leímos confinados en casa mientras todo se desmoronaba ahí fuera, lo que esos libros nos hicieron sentir. Los libros, siempre refugio, son los mejores compañeros de viaje, incluso cuando el viaje no sale de las cuatro paredes de tu casa, o especialmente en ese caso. 

La crisis del coronavirus, que es sanitaria, pero también económica, ha golpeado con especial fuerza al mundo de la cultura. El sector editorial hace la mayoría de sus ventas entre Sant Jordi y la Feria del Libro de Madrid, también pospuesta este año. La ausencia de esos dos eventos en la primavera ha trastornado los planes de todos los actores del mundo del libro. Las librerías, siempre resistentes, siempre heroicas, se enfrentan a una nueva prueba de fuego, otra más, que pone en riesgo su propia supervivencia. Muchas han logrado compensar parte de las pérdidas con las ventas online, porque hemos necesitado más libros que nunca, pero ni han sido todas las librerías ni ha sido suficiente para restañar la herida que una situación así ha generado. Por eso, porque las librerías nos necesitan, pero nunca tanto como nosotros las necesitamos a ellas, hoy toca celebrar el Día del Libro visitándolas y comprando allí nuestras próximas lecturas. Hoy se aplicará en ellas un descuento del 10% para animar a las compras. 

El eslogan de este extraño Día del Libro es “Todo empieza en una librería”. Y es verdad. Hoy tenemos que mostrarles a las librerías el cariño y el agradecimiento que merecen. Hoy y siempre, por supuesto. El mundo sería peor sin ellas. Una librería es un templo laico, un altar al conocimiento, un espacio sagrado que mejora el mundo, que nos abre multitud de oportunidades, ventanas a otros mundos. Así que, con mascarilla, con gel y con todo el cuidado del mundo, con cita previa allí donde haga falta, como ocurrirá en Cataluña, hoy tenemos una cita ineludible con las librerías. Si son de esas pequeñas que afrontan con su valentía y su amor por la literatura esta tempestad imponente, mejor que mejor. 

En las librerías encontraremos toda clase de obras, también novedades, ya que las editoriales, después del obligado parón del coronavirus, van recuperando poco a poco el pulso y el ritmo de las novedades. Son otro de los pilares del sector el libro. Ellas también lo han pasado y lo siguen pasando mal. La mayoría ha tenido que recurrir a líneas de crédito del ICO y muchas han aplicado ERTE. Ahora buscan regresar poco a poco a la normalidad y también cuentan con nosotros. Los libros, clásicos o novedades, de prosa o de poesía, de tapa dura o blanda, de este o aquel autor, en un idioma o en otro, están ahí, esperándonos, dispuestos a ofrecernos momentos de reflexión, de diversión, de evasión, de ternura y de emoción. Todo eso que los libros nos dan es algo que necesitaremos siempre, especialmente en este tiempo raro. Así que hoy, 23 de julio, día en el que tampoco murieron Cervantes y Shakespeare, toca celebrar el segundo Día del Libro más extraño de nuestras vidas. ¡Feliz Día del Libro! ¡Feliz Sant Jordi! 

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