La nada cotidiana

Es una pura coincidencia, pero terminé de leer La nada cotidiana, de Zoé Valdés, justo después de ver la película La red avispa, ambientada igualmente en la Cuba castrista. El libro, publicado en 1995, cuando Zoé Valdés ya estaba exiliada en París, es una crítica demoledora al régimen cubano, pero no es un panfleto sin calidad literaria. Naturalmente que hay una motivación política evidente en la obra y por supuesto que el libro tuvo también su valor por el momento en el que se publicó y por la historia personal de su autora, por lo que suponía para ella su publicación. Pero, por encima de eso, el libro, lleno de lirismo, sensual, irónico, desinhibido, libérrimo, es un gran libro. Y eso es lo que cuenta y por lo que puede ser disfrutado hoy y podrá serlo en el futuro, independientemente de cuestiones políticas o actuales. 


La narradora del libro, una joven que a sus dieciséis años "aspiraba muy en secreto a ser una escritora de renombre universal", está harta de las privaciones y la falta de libertad de su país. Expresa a la perfección esa sensación, a veces tan contradictoria, siempre tan dolorosa, de quien sigue amando a su país pero asiste horrorizada a lo que el fanatismo político y la dictadura están haciendo de él. “Poseemos un país pobre y la vez grande, que nos cansa y nos gusta, que nos ama y nos odia”, leemos en un pasaje de la obra. 

Encontramos expresiones como esa en toda la novela. Tres ejemplos más: “¡Ay, qué orgullo siento de ser cubana! ¡Ay, qué terror siento de ser cubana!”. (...) “Hemos hecho una revolución más grande que nosotros mismos. Y de tan grande se aplastó bajo su propio peso” (...) "Me han vuelto vegetariana a la fuerza, aunque tampoco hay vegetales". Sobre su familia, por ejemplo, dice que: “ya ni siquiera saben si son humanos, ellos son partidistas, que para ellos está por encima de todo, por encima mismo de ser humanos”.

Pero, insisto, el libro me interesa mucho más que por su posicionamiento político, por su calidad literaria. La ligereza y el estilo directo y poderoso con los que la protagonista cuenta su vida y sus distintas relaciones sentimentales. Porque el libro va de la Cuba castrista, sí, pero también dispara contra el machismo. Especialmente, diría. Varios de los hombres de su vida son violentos y a los que no lo son, como El Lince, sensible, amante del arte y de la cultura, no les va demasiado bien. A uno de sus amantes le llama el traidor, a quien defino como "un Rambo comunista, un machista leninista”, con quien se casó y quien la introdujo en la “alta sociedad socialista tropical”. Pero tampoco le va mejor a su amiga la gusana, que vive en Madrid con un hombre al que detesta.

 Si contra algo dispara aquí Zoé Valdés, con una voz poderosa, valiente y desprejuiciada, es contra la falta de libertades, pero no sólo del castrismo, que por supuesto, sino también del machismo. Contra todo eso se rebela la narradora de La nada cotidiana

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