El club Dante

La mejor literatura es la intemporal, la que sigue apelando al lector pasado el tiempo, la que trasciende a la época en la que fue escrita e inspira a otros autores, la que todo el mundo recuerda y se incorpora al lenguaje del día a día. La Divina comedia, de Dante, encaja en esa descripción. Por eso sigue fascinando y por eso da lugar a tantas obras, algunas, incluso, buenas, como El club Dante, de Matthew Pearl, que combina su erudición y su profundo conocimiento de la obra del italiano con la intriga de los mejores trhillers. El resultado es más que satisfactorio y, además, de nuevo, como todas las grandes obras literarias, aunque pose su mirada en un tiempo lejano, el siglo XIX de la posguerra civil estadounidense, habla al lector del presente. En sus páginas encontramos, por ejemplo, racismo e intentos de censura a obras por parte de personas que confunden sus prejuicios con el valor literario. ¿Nos suena? 


El club Dante al que alude el título lo forman un grupo de poetas y profesores de Harvard que tienen la misión de completar la primera traducción al inglés en Estados Unidos de la Divina Comedia, de Dante.  Se enfrentan a la oposición de los defensores de las esencias de la cultura estadounidenses, contrarios a la entrada de obras extranjeras. Pero ése no será el mayor de sus problemas, ya que empiezan a aparecer por Boston cadáveres de personas asesinadas de formas terribles que recuerdan inequívocamente al Infierno dantesco. No hay duda: el asesino conoce la obra de Dante, que en 1865 en Estados Unidos conocen muy pocas personas. 

Los miembros del club Dante tendrán ante sí la difícil tarea de seguir adelante con sus labores de traducción, pero a la vez investigar los asesinatos, sabedores de que son los únicos que pueden dar con el asesino y temerosos de que su trabajo guarde alguna relación con los crímenes. Ellos, hombres de letras, poetas, amantes de la literatura y de las lecturas, se ven envueltos en una oleada de asesinatos. El libro tiene ecos del Quijote, por aquello de los efectos inesperados de la lectura cuando se toma demasiado al pie de la letra, y también de El nombre de la rosa, con la que se le comparó mucho, por la defensa del saber ante quienes quieren censurarlo. 

Me interesa más la recreación histórica y la aproximación a aquel tiempo confuso y con grandes implicaciones en lo que llegó después en Estados Unidos que la propia trama de intriga para dar con el asesino, aunque ésta última está muy bien resuelta. Desde luego, cualquier comparación con Inferno, de Dan Brown, por ejemplo, que también hace referencia a la obra de Dante es terriblemente odiosa para la obra de Pearl. 

Las mejores novelas negras son aquellas que consiguen ir más allá de la trama, las que sirven como retrato de una sociedad. El club Dante lo logra, por ejemplo, a través del personaje de Nicholas Rey, el primer policía negro del departamento de Boston, a quien no le dejan vestir el uniforme reglamentario, a quien pocos toman en serio y quien sufre el racismo en un país que acaba de salir de su guerra civil, que tenía abierta en carne viva una herida por la que hoy, casi dos siglos después, sigue sangrando Estados Unidos, como han demostrado las recientes protestas por el asesinato de George Floyd a manos de un policía blanco. 

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