La reina

Poco a poco, con prudencia y teniendo claro que lo primero siempre es la salud, porque es condición indispensable para que todo lo demás funcione, empezamos a vislumbrar el final de esta pesadilla del coronavirus y la progresiva vuelta a la normalidad, o a algo parecido a la normalidad, con la que volverán, antes o después, los cines. Y volverán los estrenos. Y la ilusión al apagarse las luces en la sala y pensar que todo puede ocurrir. Y las emociones ante la pantalla. Y esa sensación de irrealidad, de no haber vuelto del todo a la realidad, de seguir viviendo en la historia del filme, que dejan las buenas películas cuando terminan, y que nos llevan a andar deambulando por la calle, medio embobados. Todo eso volverá antes o después pero, mientras esperamos, siempre nos quedan las plataformas y las películas de otros años que queremos volver a ver o que no habíamos visto aún. Por ejemplo, La reina, de Stephen Frears, con la majestuosa (en el doble sentido del término) interpretación de Helen Mirren, que se puede ver en HBO. 


La película se centra casi en su totalidad en una semana de verano de 1997, la peor para la casa real británica en muchos años, una de las peores del largo reinado de Isabel II. El filme comienza con la reunión entre un recién elegido primer ministro, Tony Blair, y la reina. Se percibe una relación más bien tirante entre ambos. Poco después de ese primer encuentro, salta la noticia de la muerte de Diana de Gales en un accidente de coche en París, cuando la perseguían las paparazzi. Comienza entonces una situación terrible para la casa real británica en lo personal, ya que Diana no dejaba de ser la madre de dos nietos de la reina, y también en lo político, ya que aquella muerte dio lugar a una inesperada explosión de duelo y masiva movilización social en recuerdo de la exmujer del príncipe Carlos. 

Más allá del recuerdo de lo publicado aquellos días y del impacto de la muerte de Diana, no sé decir si la película es un fiel reflejo o no de lo vivido en el castillo de Balmoral, la residencia de verano de la reina. Según se muestra en el filme, a Isabel II le desbordó por completo la reacción popular ante la muerte de Diana. "Creo que nunca entenderé lo que pasó esa semana", le escuchamos decir en una de las escenas finales de la película. 

El filme se sostiene en la descomunal interpretación de Hellen Mirren, absolutamente impecable, y también en que no cae en la caricatura, lo cual es muy sencillo cuando se trata de historias reales y personajes vivos. No hace tanto de los hechos narrados. Habían pasado sólo nueve años de la muerte de Diana cuando se rodó el filme. Todo el mundo recordaba lo que pasó, lo que sintió en aquel momento, la enorme presión de la prensa británica a la reina para que rectificara su fría reacción inicial a la noticia. La película no simplifica nada y alcanza hondura, sobre todo, en las dudas de la reina. De un lado, decidida a dejar la noticia de la muerte de Diana en el plano de lo íntimo, sin implicar a la casa real. Del otro, su asombrada ante la reacción del pueblo británico al fallecimiento. 

Lo que ocurrió es por todos sabido, la reina tuvo que rectificar, hizo un discurso de tributo a la ex de su hijo primogénito y rindió homenaje al féretro de Diana. En la película se muestran esas dudas de la reina, su aversión a mostrar los sentimientos en público y la gran paradoja de la monarquía, una institución anacrónica que se basa en la tradición, pero también en el apoyo popular, que se tambaleó en aquella semana horrible para Isabel II. Creo que el filme es honesto y evita juzga a sus protagonistas. Sólo intenta contar una historia dura y con muchas aristas del mejor modo posible. Diría que lo consigue. 

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