Secuestro

El lunes hablaba del amplio catálogo de Netflix, en el que hay de todo, incluso buenas películas, como estamos pudiendo comprobar en estos días de confinamiento. Y una de esas buenas películas es Secuestro, de Marc Targarona, que se estrenó en 2016 y de la que no recuerdo haber oído hablar, lo cual me extraña porque no  hace tanto tiempo y porque me gusta estar al día de la actualidad de los estrenos. En cualquier caso, para eso están también las plataformas, para poder descubrir películas que en su día se nos escaparon en las salas, a las que, por otra parte, estamos deseando volver. 


No es fácil que una película tenga tantos giros de guión como ésta y no se termine mareando. Pero no, no se pierde, no desbarra, hasta un final sorprendente. La intriga se mantiene en todo momento y la película cambia, termina siendo algo muy distinto a lo que parecía cuando comenzó. Nada es lo que parece en esta historia. En la primera imagen vemos a un niño desorientado en una carretera. Sabemos después que es el hijo de una prestigiosa abogada, a quien da vida con su maestría habitual Blanca Portillo, quien querrá saber la verdad sobre el secuestro de su hijo y está dispuesta a todo para protegerlo. 

En principio, parece una película sobre un secuestro mil veces vista. Una desaparición, la indagación en quién podría querer hacerle daño a la abogada. Comienza la investigación, pero a partir de ahí, todo sigue derroteros distintos a los previstos. Si una de las misiones principales de todo buen trhiller es sorprender al espectador y mantener su atención hasta el final, Secuestro lo consigue con creces. 

Por lo general, cuando de una película se puede contar muy poco, más allá de sus primeros planos, es que la historia que encierra es trepidante y está llena de intriga. Y es lo que sucede con Secuestro. Poco se puede contar. La resolución está a la altura del nivel mostrado al comienzo de la película, lo cual también es relevante, ya que a menudo en este tipo de películas, el final no consigue cerrar la historia tan bien como conviene. Aquí sucede, hasta el punto de que el final es casi lo mejor de la película. 

También acompañan las interpretaciones del elenco, desde la ya citada Blanca Portillo hasta Antonio Dechent o José Coronado, que tiene un papel pequeño pero relevante en la historia. La lucha de la protagonista por proteger a quien más quiere, su hijo, y la sensación de que algo se te está escapando, de que algo sucede ante tus ojos sin que seas consciente de ello, son poderosas razones para que los 105 minutos de metraje mantengan al espectador sin parpadear ante el televisor. 

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