Sant Jordi en casa

He reescrito mil veces el comienzo de este artículo, no porque no sepa lo que quiero contar, sino porque se agolpan atropelladamente las emociones. Como cuando de niños nos aturrullábamos al querer contar algo importante y no sabíamos por dónde empezar, porque iba más rápida nuestra cabeza que nuestra lengua de trapo. Podría empezar recordando tantos ratos felices en Sant Jordi en Barcelona. Podría decir que el 23 de abril es el día más bonito del año, que un año bisiesto no tiene 366 días, sino 365 días y Sant Jordi, que es otra historia. Podría también intentar explicar lo que experimento cada 23 de abril recorriendo las Ramblas constantemente, rodeado de rosas y de libros, formando parte de mareas de personas que disfrutan de este día único. Todo esto podría decir, y diré en este artículo, pero no será suficiente para reflejar lo que siento hoy por no poder estar viviendo Barcelona en Sant Jordi, por saber que nadie lo está viviendo, que las calles de Barcelona no están hoy repletas  de libros y rosas.



Tal vez suene frívolo, pero de todos los días que llevamos en casa sin poder salir, sin duda, éste es el que más me va costar. No queda otra, es lo que tenemos que hacer y lo primero es antes, por supuesto. Pero será duro ver la fecha en el calendario y saber lo que uno estaría haciendo ese día. Esta crisis sanitaria del coronavirus nos ha recordado de golpe qué es lo que necesitamos de verdad. Por supuesto, la salud es condición indispensable para todo lo demás. Para sobrevivir, necesitamos tener salud y alimentarnos, poco más, pero para vivir necesitamos más cosas, algunas de las cuales nos está privando esta tragedia sanitaria. Como dice el poema de James Oppenheim, necesitamos pan y rosas, porque los corazones pasan hambre igual que los cuerpos, porque necesitamos el pan para alimentarnos, sí, pero también las rosas como las que vemos en Barcelona cada 23 de abril, es decir, la belleza, para alimentarnos por dentro. 

El organismo sobrevive con poco, pero somos más que un conjunto de células. Necesitamos, naturalmente, antes que nada seguir respirando, pero también necesitamos vivir experiencias que nos quiten la respiración un instante, por puro placer, por intensa emoción. Vivir no es sólo sobrevivir. Vivir es, por ejemplo, pasear por la Rambla entre libros y rosas, celebrar el amor y la literatura en la calle, en un día mágico, en una fiesta única. Es imprescindible estar vivo, pero lo son también todas las cosas que nos hacen sentirnos vivos. Y ninguna fiesta me hace sentirme más plenamente vivo que Sant Jordi.


Hoy echaré de menos tantas cosas. Echaré de menos contemplar la Casa Battló decorada de rosas, aunque disfrutaré en Twitter gracias a la campaña Tots Fem Sant Jordi, lanzada precisamente por la Casa Battló, que anima a las personas a sacar las rosas a las ventanas y los balcones para celebrar esta fiesta. Echaré de menos asistir a tantos encuentros con escritores y esas charlas con los libreros,  en los que tanto pienso estos días, que tan mal lo van a pasar por la crisis económica derivada de la crisis sanitaria del coronavirus, a los que también necesitamos los lectores, a los que tanto debemos. 

Echaré de menos, por supuesto, rebuscar ediciones antiguas en los puestos de libros antiguos, dejarme atrapar por esta o aquella obra, tener una lista mental de libros que quiero comprar, para luego saltármela por completo. Naturalmente, echaré mucho de menos disfrutar de los programas radio en directo que las cadenas celebran en Plaza de Catalunya. Y entrar en los museos y las instituciones que abren su puerta de forma gratuita. Y comer alguno de esos menús de Sant Jordi. Y despertarme pronto, impulsado por las ganas de no dejar escapar ni un instante del día, y recogerme tarde, para exprimir cada segundo, para rebelarme contra el tiempo que ha pasado tan rápido. 

Echaré de menos ver montar los puestos de libros y encontrarme rosas de todos los tamaños y colores. Echaré de menos esa sensación poderosa de tocar la felicidad con las manos, esa sensación de alegría más real que la propia vida. Echaré de menos ver a los niños de las escuelas recorriendo los puestos para cumplir con las tareas que le han puesto en el colegio. Y ver a las parejas felices regalarse libros y rosas. Echaré de menos recrearme descubriendo la inmensa variedad de librerías y editoriales que sacan sus libros a las calles. Y también echaré de menos constatar un año más que la gente está por encima de sus políticos. Que hay obras políticas en Sant Jordi, pero que Sant Jordi está en otro plano bien distinto al de la política, que no es propiedad de nadie más que de la gente, voten a quien voten, piensen lo que piensen. 

Hoy, Día de Sant Jordi, echaré de menos renovar mis votos de amor por Barcelona, una ciudad espléndida e irresistible todos los días del año, pero sencillamente insuperable y prodigiosa cada 23 de abril. Hoy echaré de menos dedicar un ratito a leer rodeado de la multitud, porque entre tanta frenética actividad del día de Sant Jordi, no se puede dejar de celebrar el Día del Libro del mejor modo posible, leyendo. Y echaré de menos encontrarme por sorpresa con estampas inolvidables. Echaré tantas cosas de menos que me aferraré a los recuerdos de años pasados y, sobre todo, a la esperanza de que, antes o después, todas estas sensaciones regresarán. Parece que se contempla el 23 de julio para celebrar el Sant Jordi de este año. Ojalá. Antes o después, volverá Sant Jordi, porque en estos tiempos en los que constatamos que lo prioritario es sobrevivir, entendemos también lo muy valiosas e imprescindibles que son las pasiones que nos hacen sentirnos vivos. 

Feliç Sant Jordi!

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