¿Cómo cambiará el mundo?

No tengo nada claro cómo y en qué cambiará el mundo cuando todo esto pase. Es más, creo que quien diga tenerlo claro miente o se atribuye unas dotes adivinatorias que no posee. Si ya nos resulta difícil vislumbrar cuándo volveremos a la normalidad, no digamos ya si queremos anticipar cómo será esa normalidad. Intuyo, pero sólo es una intuición, que el mundo no cambiará tanto como pensamos. Creo que volveremos a abrazarnos con efusividad y a juntarnos como siempre. Creo que volverán las multitudes en festivales de música, teatros y recintos deportivos. No creo que vaya a haber un cambio significativo a largo plazo porque pienso que podrán más las ganas de regresar a la normalidad, ésa en la que éramos felices sin saberlo, ésa que apenas valorábamos, que el miedo, siempre libre y traicionero, que nos quede después de esta espantosa pandemia.


Pienso eso, pero no lo tengo nada claro. Sin duda, a corto plazo habrá miedo. Por supuesto que a algunas personas les costará volver a vivir como antes. Naturalmente que quedarán secuelas emocionales severas, porque es demasiado dramático y doloroso esto que estamos viviendo. Pero tengo más dudas sobre el impacto a largo plazo en nuestras vidas y en la propia organización del mundo. Es pronto para saberlo y todos podemos confundir deseos con realidad. 

Tardaremos muchos meses en volver a la normalidad y la crisis económica derivada de esta crisis sanitaria provocará multitud de despidos y cierres de empresas que, evidentemente, afectarán a millones de personas y les impedirán llevar su vida anterior. Pero creo que cuando se habla de cómo cambiará el mundo estamos pensando en cambiar los aforos de los cines o ensanchar los asientos de los aviones, en restringir los eventos masivos o en tomar la temperatura a quienes entren en ellos. Algo así, sinceramente, no creo que vaya a suceder a largo plazo. Porque necesitamos retomar nuestras vidas y porque vivir con miedo, incluso después de algo tan atroz y traumático como esto, no es una opción duradera ni sostenible. 

Puede que en Europa empiece a ser tan común como lo era ya desde hacía mucho tiempo en Asia caminar por la calle con mascarilla, pero no tengo claro que los efectos reales y tangibles en nuestra vida vayan a ser muy profundos. Insisto, a largo plazo. En cualquier caso, sigo con mucho interés las reflexiones de quienes analizan qué impacto puede tener todo esto en la sociedad. Hay quien piensa que en términos políticos puede poner en riesgo la democracia misma, ya que en situaciones así se valora las reacciones firmes de países autoritarios como China. No lo sé. Sí temo que esto pueda impulsar a las fuerzas políticos extremistas, las de las noticias falsas y los prejuicios, las del odio al diferente y la defensa del medievalismo. Pero, lamentablemente, estos partidos políticos extremistas  y retrógrados sacan partido a absolutamente cualquier cosa que ocurra, igual que los conspiranonicos que, al principio, alertaban de un apocalipsis con el coronavirus y, ahora que los gobiernos de todo el mundo toman medidas severas para combatirlo, se inventan conspiraciones de toda clase y condición. 

Una consecuencia deseable de todo esto que estamos viviendo sería que saliera reforzada la ciencia, la opinión de los expertos, y la inversión en investigación y en sanidad. Ojalá sea así, pero ni el crecimiento de bulos de estos días ni la experiencia pasada invitan a ser optimistas en esta cuestión. Veremos. 

Pero de todos los cambios que puede dejar el coronavirus en la sociedad, los que más me importan son los que experimentemos cada uno de nosotros a título individual. Nos preguntamos mucho cómo cambiará el mundo, así en abstracto, pero muy poco cómo cambiaremos nosotros. Y eso, creo, es mucho más importante y está más a nuestro alcance. A la manera de Kennedy, cuando dijo que era hora de preguntar qué podía hacer cada uno por su país, pienso que deberíamos dedicar algún tiempo de estos días raros a reflexionar sobre cómo cambiaremos nosotros. ¿Seguiremos alimentando el enfrentamiento cainita y el politiqueo clásico en España? ¿Entenderemos lo que es importante de verdad y aprenderemos a valorarlo? ¿Nos ayudará esta terrible experiencia a ser más empáticos? ¿Ahora que estamos encerrados en casa, nos pondremos en lugar de quienes no tienen casa? ¿Comprenderán los negacionistas del cambio climático y del efecto de la acción del ser humano sobre el medio ambiente que igual sí tenemos algo que ver con la contaminación, ahora que los cielos están más despejados que nunca? ¿Saldremos mejores de esto? ¿Saldremos más humildes y más conscientes de nuestra fragilidad? 

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