Los refugiados y el coronavirus

Entre el estupor y la incertidumbre seguimos afrontando estos días, en los que la prioridad de todos es detener el avance del coronavirus. Hay preocupación, lógicamente. A todos nos está alterando esta situación, porque nos obliga a poner nuestra vida en suspenso, porque tememos que la pandemia siga afectando a más personas y causando más muertes, por muchos motivos. No podemos olvidarnos de las personas que no están en nuestra situación, sino en una infinitamente peor, que afrontan la extensión mundial del coronavirus desde una posición mucho más vulnerable que la nuestra. 


Nosotros tenemos que quedarnos en nuestras casas. Vamos al supermercado y faltan algunos productos. Nos inquietamos por la perspectiva de tantos días confinados. Pero en algún momento de esta crisis deberíamos pensar en las personas que no tienen casa. Porque ellos están más expuestos a esta pandemia. Y no podemos dejarlos atrás. No podemos olvidarnos de ellos nunca, por supuesto, pero menos aún ahora. Porque ya quisieran esas personas quedarse encerradas en sus casas con sus cuentas de Netfli y sus ordenadores portátiles, ya quisieran sufrir estos dramas del primer mundo nuestros. 

Las personas sin hogar, por ejemplo. Ellas están desamparadas de por sí, mucho más en una situación así. Si algo deberíamos sacar de esta situación es desarrollar algo más de empatía, ponernos más en la piel del otro, pensar en las personas que tienen una situación mucho más delicada que la nuestra. Si nosotros nos intranquilizamos porque en el Mercadona no hay huevos o pasta, qué no harán las personas que viven en la calle o las que abandonan su país porque no tienen nada, porque temen por su vida, porque escapan de la guerra y del hambre

La situación en los campos de refugiados también es muy preocupante. En Lesbos ya se dio un positivo, según informaron algunos medios hace unos días, y se teme que el coronavirus entre en unos campos de refugiados ya de por sí desbordados, sin medios suficientes para atender a estos seres humanos. En el campo de Moria, por ejemplo, hay 20.000 personas, cuando tiene capacidad para 2.800. Ya sin la pandemia su situación es límite. Con ella, puede ser devastadora. Nosotros lo estamos pasando mal y tenemos miedo, pero no podemos olvidar a quienes están mucho más expuestos. 

Nunca es mal momento para recordar las cifras, que tienen rostro y nombre, que nos ofrece Acnur sobre la cantidad de personas refugiadas en e mundo. Sólo en Siria, por ejemplo, hay 5,5 millones de personas refugiadas en países vecinos y 6,2 millones de desplazados internos, nueve años después del comienzo de la guerra que desangra aquel país. Esas personas son a las que Turquía abandona a su suerte y Europa no acoge. Ellas suman a sus dramas, que no son dramas del primer mundo como tener que quedarnos en casa unas semanas, el riesgo del coronavirus. Ahora que todos tenemos la sensibilidad a flor de piel y estamos inquietos, como es lógico, convendría acordarnos de ellos. No podemos salir de casa, pero sí acceder a nuestra oficina bancaria virtual, por ejemplo, para ayudar a quienes se vuelcan en la atención de estos seres humanos indefensos. 

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