El pueblo

El conflicto, entendido en un sentido amplio, es el motor de toda ficción. Por eso, el contraste entre la ciudad y el pueblo, entre los urbanitas y los aldeanos, es una fuente recurrente de tramas en películas como la francesa Bienvenidos al norte, que relata el tortuoso aterrizaje de un empleado de banca habituado a la gran ciudad en un pequeño y lejano pueblo. En esa corriente se enmarca El pueblo, la serie creada por Alberto Caballero (Aquí no hay quien viva, La que se avecina), Nando Abad y Julián Sastre para Amazon y Telecinco. Humor basado en el choque entre las miradas de un grupo de urbanitas que, por distintas razones, acuden a un pequeño pueblo soriano que creían abandonado y los cinco habitantes de Peñafría, que así se llama la pequeña localidad en la ficción. 


Aunque a veces hay personas demasiado caricaturescos y situaciones demasiado exageradas, me he divertido mucho con las dos temporadas de esta serie, estrenadas ya en Amazon. Telecinco ha emitido de momento sólo la primera, que ha tenido un notable éxito de audiencia, abriendo así un modelo novedoso para las series, estreno en plataformas, primero, y paso a la televisión en abierto, después, similar al que tienen las películas con las salas de cine, por ejemplo. Es positivo que se demuestre que ambos universos, el de las plataformas de pago y el de la televisión convencional en abierto, son compatibles

Más allá de su forma novedosa de exhibición, El pueblo es una serie divertida, una buena opción para estos días de encierro en casa para combatir el coronavirus. El mayor acierto de la serie es que es coral, no hay protagonistas y secundarios, todos los personajes son relevantes en la trama, todos aportan su punto de locura y excentricidad. Los aldeanos son Cándido (Ángel Jodra), el alcalde bonachón que recibe entusiasmado a los forasteros; El Ovejas (Javier Losán), que es el pastor del pueblo, entrañable, sin un ápice de maldad; Emilia (Silvia Casanova), la madre del alcalde, que sólo aprecia de los urbanitas los chismes que le proporcionan; María (Empar Ferrer), quien se empodera cuando las forasteras le hablan de feminismo y libertad de las mujeres, y Arsacio (Vicente Gil), esposo de María, el que peor recibe a los urbanitas, el que más desea que se marchen de Peñafría. 

El grupo de urbanitas es más numeroso y de lo más variopinto. Por familias, están el constructor Juan José Soler (inmenso siempre Carlos Areces), perseguido por la justicia y endeudado hasta las cejas, y su novia Amaya (María Hervás, la misma que fascina en las obras de teatro más aclamadas de la cartelera, que aquí se desmelena con un papel muy distinto al que nos tiene acostumbrados); los promotores de la ecoaldea, o algo así, con la que surge la trama, Moncho (Santi Millán) y Ruth (Ingrid Rubio), que son una pareja de hippies que buscan escapar de la civilización junto a su hijo Orión (Rubén Fulgencio); Laua (Ruth Díaz), quien no tiene recursos y se ve obligada a marcharse al pueblo junto a su hija Maca (Elisa Drabben); Raúl Fernández (Pablo Armida), que es un banquero exitoso que lo deja todo a las puertas de su boda con Isa (Norma Ruiz) y a quien acompaña a todas partes su amigo Nacho (Daniel Pérez Prada); Echegui (Felipe García Vélez), un rockero muy venido a menos que quiere recuperar su inspiración en el campo y a quien persigue su representante Chicho (Jordi Vilches), y Elisa (Blanca Rodríguez), que ha sido diagnosticada de un cáncer terminal y quiere morir en un pueblo, tranquila, y hacer carrera de su hijo Gus (Jairo Sánchez), el eterno opositor, que estudia más bien lo justo. 

Es esa diversidad de personajes el gran acierto de la serie. Eso y un guión inteligente que, aunque a veces utilice la brocha gorda en alguna broma o en la resolución de alguna trama, consigue mantener la atención del espectador, despertar sus risas y retratar con ironía, pero también con ternura, a los urbanitas y a los pueblerinos. Probablemente son los primeros los que salen peor retratados. Pero todos, los de la ciudad y los del pueblo, llevan sus problemas a rastras, sus pequeños dramas, sus pequeñas tragedias. Y, como dijo Woody Allen, "la comedia es igual a tragedia más tiempo". Si buscas una serie entretenida para divertirte sin más pretensiones, El pueblo es una buena elección. Por cierto, aunque el final de la segunda temporada es bastante cerrado, parece que habrá una tercera tanda de episodios. La veremos. 

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