La gran mentira

Vivimos en una sociedad algo alérgica al término medio, ahí donde Aristóteles situó la virtud. El cine, por ejemplo. A veces parece como si película sólo pudiera ser o una obra maestra o una chapuza, o algo extraordinario o una birria, sin medias tintas. Como si de verdad fuera posible que existieran tantas obras maestras, o como si de las cintas que no lo son no se pudiera disfrutar también. Y, en mitad de esta visión tan polarizada del cine (y de todo lo demás) llega The good liar, cuyo título se traduce al español como La gran mentira, con lo que pierde toda la gracia del original, toda su ambigüedad. Llega esta película que se sitúa exactamente en ese término medio. No es, desde luego, una obra maestra, ni mucho menos, pero tampoco es un desastre absoluto del que nada provechoso se pueda sacar. 


Para empezar, la película de Bill Condon reúne en escena a dos tótems de la interpretación: Helen Mirren y Ian McKellen. Sólo por eso, vale la pena. Él da vida a Roy Courtnay, un estafador sin escrúpulos, un buscavidas que conoce por Internet a Betty McLeish, magnífica siempre Helen Mirren, una viuda encantadora y millonaria. Naturalmente, nada es del todo lo que parece en esta película. La trama se va enredando más y más y, en ocasiones, algún que otro giro de guión resulta algo forzado. Pero The good liar es de esas películas que se ven dos veces. Una, cuando se contempla en la pantalla, y otra, cuando se sale del cine, cuando se reinterpretan escenas del filme, pistas, guiños, que cobran una dimensión distinta  ala luz de su final. 

La película, de estética clásica, es una lección constante de interpretación por parte de sus dos protagonistas absolutos. Ambos están sencillamente sublimes. La película, ya lo dijimos arriba, no es una obra maestra. Pero es que, por definición, hay muy pocas obras maestras. Eso no significa que no sea una película entretenida, que gestiona bien la intriga, que va desvelando con cuentagotas información relevante para conocer las motivaciones de los personajes. Sin desvelar el final, naturalmente, diremos que el filme dialoga con la actualidad, con uno de los temas centrales del debate público en los últimos años. 

El filme habla del engaño, del peso del pasado en nuestra vida, de la necesidad de cerrar heridas, del poder de la venganza. De todo eso y mucho más. Lo hace, ya digo, en un tono entretenido, aunque desbarre en ocasiones, sobre todo, en su segunda mitad. Desconozco si la novela de Nicholas Searle en la que está basada la película tiene la profundidad que por momentos le falta a la película en su tramo final. Es posible. Algunos recursos empleados para desvelar ese gran secreto que mueve el filme son discutibles, pero la trama es poderosa y los 109 minutos del metraje pasan volando. The good liar es una película entretenida y disfrutable sin ser memorable, pero cuántas películas lo son realmente. Si se busca ver un filme que reinvente la historia del cine, ésta no es la mejor opción. Si se busca un bodrio imfumable del que reírse, tampoco. Si se busca entretenerse un rato en el cine, nada más, nada menos, The good liar sí es una opción muy recomendable. 

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