Vetusta Morla revoluciona el Kursaal


Entre una canción y una canción y media tardaron los componentes de Vetusta Morla en poner en pie a todo el Kursaal donostiarra, donde ya nadie se volvió a sentar en las butacas en las dos horas siguientes. El grupo, que lleva dos años de gira de su último disco, Mismo sitio, distinto lugar, llenó de energía y lirismo un lugar habituado a acoger historias de toda clase, ya que es sede del festival de cine de San Sebastián. La trama de ayer fue grandiosa e impresionante. No por conocida, menos espectacular. Cada concierto de Vetusta Morla, y este es el tercero de ellos que veo en poco más de un año, es diferente. Su energía es contagiosa, el ritmo frenético y extenuante no es negociable, igual que su exquisito sonido y su muy cuidada presentación, tanto en en juego de luces como en vídeos. 

El vídeo, precisamente, juega siempre un papel centro en los recitales del grupo madrileño, así que algo de cinematográfico tuvo lo de anoche. También de teatral. Qué noche la de aquel día. Qué manera de disfrutar con esas canciones que se convierten en himnos coreados por miles de personas, con esas letras tan literarias y llenas de aristas, tan crípticas y abiertas a distintas interpretaciones, tan sensacionales. Presentó el grupo su nuevo disco, claro, pero volvió también a sus más legendarias canciones, las que más hicieron vibrar a quienes abarrotábamos el Kursaal, ese edifico de Rafael Moneo levantado sobre el espacio que ocupaba el antiguo Gran Kursaal que tanta polémica despertó en su día, a finales de los 90, y que tan icónico e indistinguible en la ciudad es hoy. 

El sonido de Vetusta Morla, poderoso y siempre abierto a la experimentación, es uno de sus fuertes. También su arrollador directo, que deja sin aliento desde el primer minuto. Pero me quedo con la hondura de sus letras, con lo lejos que pueden llegar sus versos, con el juego literario que plantean a quienes los escuchamos. Sus canciones son “algo así como un misterio”, la bella forma en la que definió la poesía Lorca. El Kursaal, de entrada, parecía un escenario demasiado frío, con sus butacas y su forma de auditorio, para acoger semejante torbellino de energía, pero Vetusta Morla impuso sus propias normas desde el principio. Nadie se sentó en las butacas, apenas. Lo de anoche no era una función para escuchar sentados, era una fiesta electrizante, un ritual pagano que festejar entregándose al ritmo de la música, al compás de los movimientos de Pucho y de la energía que transmitían él y toda la banda. 

Cuando llegó el momento clásico de reclamar los bises, ese teatrillo de cada concierto, el Kursaal se vino abajo reclamando otra más (beste bat, en euskera), por supuesto. Pero sólo después de un instante en el que nos sentamos en las butacas a recuperar el aliento. Fue poco tiempo, no más de un par de minutos, pero fue un descanso necesario tras tantas emociones, tanto baile, tanta energía, tanta intensidad en el ambiente. Enseguida volvimos, claro, porque faltaban grandes temas por sonar, faltaban algunas de las canciones más imprescindibles de un grupo que no para de crecer y que, visto el modo en el que disfrutan del escenario, echarán de menos rodar y rodar con su último disco tanto como nosotros. Sus discos son magníficos, pero Vetusta Morla, como todos los grandes artistas, como todos los grupos que más valen la pena, está hecho para ser escuchado y vivido en directo. Es ahí donde alcanza otra dimensión, donde, partiendo del mismo sitio, sus temas llegan a un distinto lugar. 

No habló mucho esta vez Pucho al público. Se dirigió a él en español y euskera, eso sí, y más o menos a mitad de concierto, antes de dar paso a algunas de sus canciones con más contenido social, mencionó algunos de los problemas de nuestro tiempo que le desagradan (empleó otro término un poco más contundente), como la gentrificación, la “falocracia” que nos gobierna, la violencia contra las mujeres o el cambio climático. Pero de ese sentimiento de rabia pidió pasar a uno de amor, no cursi, sino entendido como una forma mejor de tratarnos los unos a los otros, una forma de escucharnos y entendernos más. Amor y música para combatir el tiempo oscuro que se nos viene encima. Tras esas palabras, resonó con más fuerza la llamada a buscar un refugio, que canta en La deriva, o el verso “Puede ser que haga de la rabia mi flor, y con ella mi bandera”, de Sálvese quien pueda. No faltaron otros grandes himnos del grupo, como Cuarteles de invierno, Al respirar, Copenhague o Los días raros, con el que terminó esa noche que no quisimos que acabara.

También 23 de junio, que nos trasladó a la noche de San Juan de hace dos años, ese concierto gigantesco en la Caja Mágica que marcó un antes y un después en la carrera de Vetusta Morla y que muchos recordamos con un cariño especial, incluso con una cierta sensación de irrealidad. O El hombre del saco, que tiene un verso (“ya cayó el dictador, o eso dice la radio”), que, en este juego interpretativo de los temas del grupo, en esa relación entre la literatura y la vida real, entre la verdad de sus canciones y la verdad más gris de la cotidianidad, casi parecía dar testimonio de la actualidad, por aquello de la exhumación del dictador. Realidad y ficción, poesía (que es la vida con más intensidad, más vida que la propia vida) o vida cotidiana y real. Vetusta Morla, en fin, en todo su esplendor, enérgico, vibrante, adaptando cada escenario en el que actúan a su ritmo, convirtiendo en inútiles las butacas del Kursaal, celebrando la vida con sus canciones, rodando una nueva película en esta colosal y mágica filmografía que componen sus conciertos. Corten, pero sólo hasta un próximo rodaje en Madrid, para despedir la gira, para seguir construyendo recuerdos de su mano y conservar parte de esa energía contagiosa para el tiempo de silencio que, me temo, nos espera tarde o temprano tras su intensa gira, antes de que vuelvan a gritar “acción” cuando se pongan a componer y grabar nuevas canciones y, sobre todo, a salir de gira con ellas. Es mucho lo que nos ha ofrecido ya este grupo, del que esperamos siempre más, porque “nos quedan muchos más regalos por abrir”. Eskerrik asko. 

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