Cada año por estas fechas, la concesión del premio Planeta es noticia y centra la atención de escritores, lectores y editoriales en Barcelona. Por quien lo entrega, el mayor gigante editorial español; por su dotación, que es la mayor de todos los galardones literarios que se entregan en España; y por los debates que suele generar, algo intrínseco a todos los premios. Esta vez el nombre del ganador y del finalista del Premio Planeta han generado un auténtico terremoto editorial. Javier Cercas ganó con su novela Terra Alta, su vuelta a la literatura de ficción, y Manuel Vilas fue finalista con Alegría, que parece una especie de continuación de su fabulosa Ordesa, una obra confesional sobre el vacío que le dejó la pérdida de sus padres.
Los dos autores proceden de Penguin Random House, que es la gran rival de Planeta por el trono de mayor editorial en español del mundo. El premio es así también una forma de fichar a dos de los principales autores de su gran competidor. Esto, que es algo que importa lo justo a los lectores, ha hecho correr ríos de tinta. No es la primera vez que un autor cambia de editorial por la puerta grande de un premio, ya ocurrió con Planeta con varios autores en los años 90. Pero el movimiento es significativo por muchas razones. Para empezar, porque llega a la vez, dos de los nombres más potentes de Penguin Random House publicarán su próxima novela, y es de suponer que más obras en adelante, con Planeta.
También es relevante porque ambos autores reúnen una cualidad cada vez más difícil de encontrar en España: venden libros. El ganador ayer, Javier Cercas, vende concretamente muchos libros desde hace años. Es uno de los pocos autores que pone de acuerdo a crítica y lectores. Desde Soldados de Salamina, su cuarto libro, el que lo consagró definitivamente, hasta El monarca de las sombras, pasando por las muy notables Anatomía de un instante, sobre la transición y Adolfo Suárez, y El impostor, en la que, a través de una biografía del gran farsante Enric Marco, hace una descripción precisa de todo un tiempo y un país, Cercas es un autor reconocido y, sobre todo, leído, dos cualidades, insisto, difícil de conjugar.
Cercas es también un escritor que colabora en medios, en el diario El País, donde opina con claridad sobre cuestiones de actualidad. Últimamente, cómo no, sobre la situación en Cataluña, donde vive. Su voz ha sido una de las que con más contundencia, y también con más razones y buenos argumentos, ha combatido el independentismo catalán y su deriva.
Manuel Vilas siempre ha contado con el respaldo de la crítica, sobre todo, a su poesía, pero el éxito en ventas le ha llegado hace relativamente poco, con el fenómeno editorial que supuso la intimista, confesional, catártica y sensible Ordesa. Una novela que ha vendido más de 100.000 ejemplares y que quizá ha sido el mayor éxito de ventas de un libro en España desde Patria, el fenómeno de Fernando Aramburu que no cesa. La novela finalista parece seguir esa línea y las ganas de leerla no pueden ser mayores. Ordesa es un prodigio, una de esas obras que conmueven de verdad y que combinan con ligereza y facilidad el drama con la vitalidad. Es una obra dura y aborda la muerte, el sentimiento de pérdida, pero es luminosa y enternecedora.
Naturalmente, las ventas de un libro no dicen nada de su calidad, ni a favor ni en contra. Pero precisamente el premio Planeta lleva años enfrentándose a la acusación de inclinarse demasiado por obras y autores comerciales. Es un debate quizá un tanto obsoleto y no poco elitista, pero que aún se mantiene. Por eso, el reconocimiento-fichaje de Cercas y Vilas parece conseguir otro objetivo más, aparte de arrebatarle a un rival a dos grandes autores, y es revestir de incuestionable prestigio y calidad literaria al Planeta. La que se hace entre alta literatura y literatura comercial es una distinción muchas veces injusta, siempre difícil de determinar, con un importante tufillo a prejuicios y elitismo. No es per se garantía de calidad vender muchos libros, claro, pero tampoco es garantía de lo contrario. Tampoco parece justo descartar de entrada las obras de periodistas de televisión, sin darles siquiera una oportunidad. Algunos de los autores de campanillas reconocidos con el Planeta, ganadores o finalistas, lo han sido con novelas de incuestionable valor, como La isla de Alice, del cineasta Daniel Sánchez Arévalo.
Las fronteras, en fin, siempre son difusas, pero este año Planeta ha querido hacer una jugada maestra, do en una, con la concesión de su premio. No ha sido un año más para el Planeta, tampoco por el agitado contexto político en el que se ha entregado este año, con manifestaciones y disturbios en Barcelona en protesta por la sentencia del procés. Pero esa es otra cuestión de la que hablaremos otro día. O no.
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