El oasis de los Premios Princesa de Asturias


El Teatro Campoamor de Oviedo es cada año por estas fechas un oasis, en el que se escuchan discursos de escritores, pensadores y científicos. Un oasis en el que conocemos a personas extraordinarias, que mejoran el mundo con su trabajo, que se dedican a pensarlo y representarlo. Todos los años la entrega de los Premios Princesa de Asturias son un oasis, sí, pero esta vez lo han sido más que nunca, tal vez más incluso de lo que cabría esperar. El rey don Felipe no ha hecho mención alguna a la situación en Cataluña. Ha centrado su intervención en elogiar a los galardonados, reconocidos por su labor literaria, su preservación del arte, su trabajo para preservar la naturaleza o su estudio del papel positivo y enriquecedor de la inmigración en las sociedades receptoras. También ha dedicado parte de su discurso a mencionar la presencia de su hija Leonor, la princesa de Asturias, que ha tenido una breve (e impecable) intervención, a la misma edad a la que dio su primer discurso su padre, en el mismo sitio. Pero de Cataluña, ni una palabra. 

Tal vez el rey piensa lo mismo que muchos ciudadanos, que ante tanto ruido, prefiere no hablar del tema, sólo que él es el Jefe del Estado, claro. Cómo no tengo claro qué pensar de la ausencia total de lo que sucede en Cataluña desde que se conoció la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes independentistas y, sobre todo, como lo que tienen de maravilloso estos premios es escuchar a personas admirables, vamos a hablar de los ganadores de estos Princesa de Asturias, en los que no se ha hablado en ningún momento de Cataluña, pero que sin embargo sí han dialogado con la actualidad. El feminismo, el cambio climático o las migraciones, por ejemplo, han estado muy presentes en los discursos. Como ha dicho el rey en un momento de su intervención, estos premios, los más internacionales y prestigiosos de los que se entregan en España, han vuelto a ser un homenaje y un tributo a la ejemplaridad.

Siri Hustvedt ha enlazado en su discurso los recuerdos de su infancia con su compromiso feminista y con su defensa del humanismo, de la necesidad de que todos nos acerquemos a distintas disciplinas, en un mundo cada vez más tendente a la ultraespecialización. Ha llamado a desconfiar de los prejuicios y a aprender de distintos campos. La escritora ha afirmado que de pequeña solía maravillarse con cosas pequeñas, como un tenedor o un cucurucho de helado. Después llegaron los libros y las preguntas, porque “cuanto más sé, más me pregunto cómo sabemos lo que sabemos”. La gran pregunta sobre la que ha girado su intervención ha sido “¿y si fuera diferente?” Y si todo, por ejemplo, lo que se espera de los niños y de las niñas, fuera diferente. Ha terminado su maravilloso discurso acordándose de las niñas que sueñan y se niegan a estar calladas. 

La científica Sandra Myndra Díaz, reconocida con el Princesa de Asturias de investigación científica junto a Joanne Chory, ha afirmado que “la naturaleza es el tapiz de la vida sobre la tierra”. En un bello discurso con citas a Lorca, Goya o Miguel Hernández, ha afirmado que aún estamos a tiempo de retejer ese tapiz, de actuar para detener su destrucción y los devastadores efectos del cambio climático.  

También ha hablado en el acto Salman Khan, creador de la Academia Khan, un proyecto educativo que tiene ya 100 millones de estudiantes y que se dirige a hijos de familias vulnerables en todo el mundo. Ha contado la historia de Sultana, una niña afgana que de repente vio cerrado el acceso a la escuela por el fanatismo criminal de los talibanes, pero que gracias a la Academia Khan pudo estudiar y ahora investiga en una universidad estadounidense.

Javier Solana, presidente del patronato del Museo del Prado, ha hilado un discurso emotivo sobre la pinacoteca, reconocida en el año de su bicentenario. También han acogido el premio el director del museo, Miquel Falomir y Laura Fernández Díaz, la jefa de vigilantes de las salas del museo. Solana ha recordado las palabras del pintor Ramón Gaya, que vivió en el exilio, y que desde ahí dijo que el Prado no se veía desde lejos como un museo sino como “una especie de patria”. 

Entre los premiados también ha estado la admirable ciudad polaca de Gdansk, que resistió al nazismo y al comunismo y hoy es un ejemplo de ciudad abierta, tolerante y diversa, y el sociólogo Alejandro Portes, que ha dirigido distintos estudios que demuestran los efectos positivos de la inmigración en los países de acogida. El Campoamor ovetense, en fin, ha vuelto a ser un oasis, una oportunidad de esquivar el ruido de ahí fuera y envolverse en la cultura, la ciencia y el pensamiento. 

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