Linares

De Linares sólo conocía hasta ahora a unas cuantas personas extraordinarias, que por otra parte es lo mejor que se puede conocer de cualquier sitio, pero nunca había estado en aquella ciudad. Este fin de semana, que no era uno cualquiera porque se celebraba la feria de Linares, pude al fin conocer la ciudad jienense y, de paso, reafirmar la suerte que tengo de conocer a aquellas personas magníficas de las que hablaba al principio. 


Lo primero que llama la atención de Linares, antes ya de llegar a la ciudad, es la inmensidad de olivares que la rodean. Olivos y más olivos allá donde alcanza la vista. El olivo es seña de identidad de Linares y de todo Jaén. Según los datos que pudimos ver en el Centro de Interpretación Olivar y Aceite de Úbeda, en Jaén se producen cada año 600.000 toneladas de aceite de oliva, en torno al 20% de la producción mundial del oro líquido. Impresiona ver esos olivares sin fin, interminables, de los que sale un producto esencial de la dieta mediterránea. En Linares, los olivos y el aceite están muy presentes, entre otras cosas, porque la suya es una de las principales industrias de una ciudad conocida hasta hace no tanto por ser una ciudad eminentemente minera. 

Las huellas del pasado minero de Linares también se aprecian a primera vista. Hasta finales del siglo pasado, la ciudad jienense fue puntera de la industria minera, hasta el punto de que Linares llegó a ser el primer productor mundial de plomo. Aquella ingente actividad económica, que causó un gran crecimiento de la ciudad y su florecimiento financiero, fue muriendo, con el consiguiente varapalo para la ciudad. Aunque de menores dimensiones que el final de las minas, también fue duro para Linares el cierre de Santana Motor, una fábrica que generó gran cantidad de empleos directos e indirectos. Pero, a pesar de estos golpes, Linares transmite la imagen de una ciudad que se levanta siempre que cae. Por ejemplo, tiene una calle comercial que poco tienen que envidiar a la de otras ciudades de mayor tamaño. 

Hablar de Linares es también hablar de toros, de tauromaquia. En las inmediaciones de su plaza de toros, tristemente célebre por ser en la que murió Manolete, rinde tributo a aquel torero y a los principales toreros nacidos en la localidad. Por cierto, algunos de los mejores sitios para tapear en Linares guardan relación con la minería (excelente La Carbonería) y con la tauromaquia (Taberna Lagartijo). 

El Paseo de Linarejos, que desemboca en el Santuario de la Virgen de Linarejos, es extraordinario y bulle de actividad. Es como una rambla de esas ciudades mediterráneas en las que pasa la vida. Maravillosa. Además de otros museos e iglesias, como la de San Francisco o la Basílica de Santa María la Mayor, no quiero dejar de destacar el museo de El Pósito, que está situado en un antiguo edificio del siglo XVIII, es un centro de interpretación de la ciudad absolutamente ejemplar, del que muchos otros museos podrían tomar nota. Ágil, cuidado, didáctico, atractivo para el visitante, con varios vídeos que sirven para explicar los distintos aspectos reseñables de Linares, como la historia de Linares, ligada al enclave ibérico Cástulo; la tauromaquia o la cultura de la ciudad. 


El museo de El Pósito también alberga el museo de Raphael, mito vivo de la música, que nació en esa ciudad, y cuya carrera de más de cinco décadas no iguala nadie, o casi, en el mundo. Un día después, visité Úbeda. Fue una visita exprés, pero en la que me dio tiempo a visitar un templo de otra leyenda, Joaquín Sabina, la Taberna Calle Melancolía, inspirada en uno de tantos temas inolvidables del maestro autor de canciones que forman la banda sonora de muchas vidas. La taberna, en la que naturalmente suenan temas de Sabina, está decorada con fotos, versos y frases del autor de 19 días y 500 noches. Visita obligada para todo sabinero. 

Por supuesto, Úbeda tiene muchos otros alicientes, incluso más importantes, si es que algo puede serlo más que Sabina. Fuera de bromas, Úbeda es una ciudad extraordinaria, declarada Patrimonio de la Humanidad junto a Baeza, que quedó pendiente. Un museo renacentista al aire libre, cuyo centro histórico es impresionante, con la Sacra Capilla de El Salvador, el Palacio de Deán Ortega (actual Parador), la plaza Vázquez de Molina y la Basílica de Santa María de los Reales Alcázares y el Palacio de las Cadenas, actual sede del Ayuntamiento, entre sus edificios más emblemáticos. Volveremos a Jaén, volveremos a Linares. 

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