El pionero

El pionero, la serie documental dirigida por Enric Bach y producida por HBO sobre Jesús Gil, es mucho más un retrato de un país que el de un personaje. Eso es lo más incómodo y, por tanto, lo más valioso de esta producción. En cuatro capítulos queda claro que Gil no respetaba las leyes y que su manera de dirigir el ayuntamiento de Marbella se parecía demasiado al de la mafia. Pero, sobre todo, queda clarísimo que un personaje de la manera sólo pudo prosperar y llegar a donde llegó porque había quienes le reían las gracias, peor aún, quienes le votaban. Eso es lo dramático. Eso es lo doloroso. No pocas críticas de esta serie documental afirman que blanquea a Gil, pero lo triste es que no lo hace, porque lo que vemos de él es terrible. El problema de verdad es que las burradas de Gil se jaleaban y aún hoy hay quien las justifica. Por eso el titular, El pionero, parece acertado. No porque se elogie a Gil, sino porque su populismo y su clientelismo no difiere de lo que poco después hicieron otros líderes peculiares tan poco ejemplares como queridos por muchos ciudadanos, como Silvio Berlusconi o, más recientemente, Donald Trump. Fue en gran medida pionero, sí. Pionero de lo peor de la política. Pionero en atraer a las masas pese a sus evidentes malas formas, su falta absoluta de formación y su demagogia barata. 


Lo más impactante de esta serie no son ni las declaraciones de los críticos de Gil ni las imágenes de archivo de sus grandes momentos, esos en los que exhibía racismo y machismo a raudales, en los que cosificaba a las mujeres y ridiculizaba a Hacienda y a los administradores de Justicia. Lo más impactante es ver a auténticas multitudes aclamando a Gil en Marbella, donde fue alcalde con mayoría absoluta, y las declaraciones de marbellíes, de entonces y de ahora, elogiando su gestión y hasta justificando sus desmanes. Uno de los entrevistados, hoy, no ayer, hoy, llega  a decir que Gil robó, de acuerdo, pero que todos roban y que al menos él mejoro las cosas en Marbella. Ahí está la clave del documental. 

Podremos cuestionar, y cuestionamos, que se le dé tanto peso en el relato de los hechos a los hijos de Gil, naturalmente imparciales, o a Isabel García Marcos, concejal del PSOE, que fue el azote de Gil hasta que también incurrió en sus prácticas. Podemos cuestionar todo eso, pero lo que no podemos decir, creo, es que el documental no deje claro que Gil se saltó las leyes alardeando de ello, delante de las narices de todo el mundo, sin ser castigado por ello. Es más, se le aplaudía. Se le reían las gracias cuando decía que esperaba dejar una gran deuda con Hacienda cuando se muriera o cuando presionaba a los fiscales que le investigaban. Si somos optimistas, diremos que el documental refleja una época oscura; si somos más realistas, quizá debamos decir que refleja a una sociedad, que nos refleja un poco a todos. A los ciudadanos que hoy siguen votando a políticos corruptos, sólo porque son de los suyos. A los que jalean a líderes carismáticos y populistas. A los que caen en los brazos de la demagogia. 

El documental muestra todas las caras de Gil y algunas de sus prácticas resultan tan escandalosas que uno no entiende cómo pudo actuar de esa forma durante tanto tiempo y sin represalias serias por parte de la Justicia. Por ejemplo, los congresos con jueces que organizaba en hoteles de cinco estrellas con todos los gastos pagados, o una posible trama de corrupción en los juzgados de Marbella, que habría facilitado que Gil saliera bien parado de casi todos sus encontronazos con la Justicia. También impacta que Gil fuera indultado por el gobierno socialista en 1994, tras una sentencia que le inhabilitaba para ejercer cualquier cargo público. Porque eso, la escandalosa connivencia del gobierno central y de la Junta de Andalucía en momentos clave de la carrera de Gil, es algo que también refleja el documental, aunque tal vez profundiza demasiado poco en ello. Por contra, da más pábulo del recomendable a la teoría conspirativa del entorno de Gil que cree que fue víctima de una persecución política cuando el GIL (Grupo Independiente Liberal), el partido fundado a su imagen y semejanza, se extendió a Ceuta y Melilla. En Ceuta, además, se sospecha que el partido compró a un conejal del PSOE. 

La ruptura de Gil con su abogado, José Luis Sierra, supone un punto de inflexión para el empresario, político y presidente del Atlético de Madrid, donde también cometió unas cuantas irregularidades. Porque también en el rol del fútbol como el opio del pueblo acierta el documental, al mostrar a la sociedad mucho más que a un único personaje, porque pese a la fraudulenta conversión del club en sociedad anónima, Gil fue despedido como un héroe por muchos aficionados al Atleti. Por supuesto, Gil cometió multitud de irregularidades y en el documental quedan suficientemente acreditadas. Pero, ¿puede un personaje como Gil llegar a donde llegó en una sociedad decente? ¿Además de denunciar lo que hizo él y han hechos tantos antes y después de él, no tocaría quizá también hacer algo de autocrítica? De una sociedad escrupulosamente ética y respetuosa de la ley, desde luego, no sale alguien como Gil. En momentos de populismo y fake news, El pionero muestra cómo líderes carismáticos nada ejemplares pueden ser votados y admirados por demasiadas personas, lo peligroso que resulta buscar soluciones sencillas a problemas complejos y tomar atajos como echarse en brazos de supuestos salvadores de la patria que lo primero que hacen es salvar su cuenta corriente. 

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