"La favorita", en Fescinal

"Es un poco extraña, ¿no?", le preguntó una espectador a su acompañante nada más terminar la proyección de La favorita en el Festival de Cine al Aire Libre de Madrid (Fescinal), en el parque de La Bombilla. Tenía la razón, es una película realmente extraña. Desconozco qué connotación le daba ella a este adjetivo, pero yo pensaba que, una vez más y como casi siempre cuando se habla de películas, extraña es sinónimo de interesante. Muy interesante, incluso. Hasta brillante, por momentos. La cinta de Yorgos Lanthimos es descrita por algunos como drama y por otros como comedia, sin que ninguna de ambas descripciones sea errónea, pero tampoco completa. Porque hay drama, sí, pero también mucha comedia. Comedia extraña, eso sí. Muy negra, en ocasiones. Turbia. Oscura. Inclasificable. 



En su día me perdí la película, que fue una de las que sonaba con más fuerza para los Oscar. Poder disfrutar de filmes que no se han podido ver en su momento es una de las grandes ventajas de los cines de verano, en los que se cambian las butacas por las sillas y la oscuridad de las salas por el cielo estrellado. El mítico parque de La Bombilla no es mal sitio, desde luego, para enmendar errores del pasado. Y no haber visto aún La favorita era uno muy grande. De esta cinta puede decirse que probablemente no responde a las expectativas de ningún espectador, sean cuales sean. Porque es muy diferente de todo lo que pueda imaginarse. No es, por supuesto, una película de época al uso, ni mucho menos. Es un filme muy divertido, pero oscuro y dramático a la vez. Hay sátira, esperpento, humor negro, momentos tiernos y sensibles, dramas, enredos. Todo a la vez, todo mezclado. Nada es convencional en este filme, ni visual ni narrativamente. Tampoco la banda sonora de la película es convencional, claro, con una mezcla de estilos muy sugerente.

No soy precisamente experto en planos y no querría hacer el ridículo, pero uno de los elementos más fascinantes de la película es el empleo que hace el director de la óptica de gran angular, con algunas escenas en las que el director recurre a lentes de ojo de pez, que dan una imagen deformante, que contribuye a acrecentar aún más la sensación de irrealidad que también transmite la propia historia y los diálogos. En este artículo se explica bien esta peculiar técnica. 

El director, su forma de rodar la cinta, su modo de entender el cine, siempre extremo, original, diferente a todo, es pieza clave del filme, porque es sin duda una obra muy personal. Pero entre sus muchos méritos, sin duda, también está la elección de las tres actrices protagonistas de la película. Pocas veces se ve un despliegue tan descomunal de tres enormes talentos interpretativos en pantalla. Olivia Colman, sensacional, ganadora al Oscar de mejor actriz por este papel, da vida a Anne, una reina atormentada por traumas del pasado y dolores físicos, débil, manejada en gran medida por Lady Sarah (inmensa Rachel Weisz), que es su favorita en todos los sentidos del término. Otro personaje fascinante éste. Una mujer manipuladora, que se maneja a la perfección en las intrigas palaciegas, que de facto decide por la reina en gran medida, en un momento histórico relevante, a finales del siglo XVIII, en el que Inglaterra está en guerra con Francia. 

Esa situación de dominio de la favorita de la reina sobre ella se tambalea cuando entra en palacio Abigail, prima de Lady Sarah, que fue señora pero ahora entra en el palacio como sirvienta, porque ha perdido su posición social. Aparentemente, Abigail, a quien da vida Emma Stone, es una chica tranquila y bondadosa, pero pronto se ve que nada es exactamente lo que parece. Quiere recuperar su posición a toda costa y rivaliza con su prima por el favor de la reina. Empieza entonces una batalla sin cuartel entre ambas, con la fragilidad anímica de la reina de por medio, en la que todo está aceptado: intrigas palaciegas, sonrisas que esconden traiciones y todo lo que uno pueda imaginar, incluso lo que no pueda imaginar. Poco importa la verosimilitud o no de la historia. Importa que la película funciona, vaya si lo hace, como un relato personalísimo y deslumbrante, excesivo y original en cada plano. Una película extraña, sí. Es decir, fascinante. 

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