Gracias, Open Arms

Llevo dos semanas queriendo escribir este artículo, pero la mezcla de indignación, angustia y tristeza me lo ha impedido. Como veo que no remiten las arcadas por el repugnante racismo que algunos (demasiados) han decidido mostrar ante la emergencia humanitaria que sufren las personas rescatadas por la ONG Open Arms, y como tengo ya claro que jamás encontraré respuestas a las preguntas que me despierta la reacción odiosa de tanta gente ante este drama, empiezo a escribir este artículo teniendo claro lo que siento, pero con dudas sobre si seré capaz de transmitirlo. Demasiada incomprensión, demasiado dolor. Porque cuesta mucho entender que de verdad estamos debatiendo sobre si rescatar o no a seres humanos indefensos en el mar. Nuestra sociedad se ha degradado hasta tal punto que de verdad hay personas que cuestionan, es más, que critican abiertamente, que se rescate a aquellos que salen de sus países sin nada, buscando sólo una vida mejor, una nueva oportunidad en Europa.


Implícitamente, o no tanto, lo que sugieren está claro: que se queden a malvivir o a morir de hambre en sus países y, si salen al mar rumbo a Europa, que se atengan a las consecuencias. Total, en el Mediterráneo aún entran otros miles de cadáveres. Este discurso, más o menos maquillado, claro, inunda las redes sociales y las conversaciones de cafés y chiringuitos. Es insufrible, intolerable y, sobre todo, incomprensible. No entiendo cómo puede haber personas con semejante falta de humanidad, pero las hay, vaya si las hay, y cada vez tienen menos problemas en compartir en público su indigencia moral. 

No entiendo por qué exactamente todos esos racistas (con todas las letras y sin paliativos: RA-CIS-TAS) se sienten superiores a los seres humanos rescatados por el Open Arms. Qué mecanismo mental les hace pensar que ellos sí tienen derecho a tener una vida digna y quienes van en ese barco, no. Me pregunto cuánta miseria moral se debe tener para criticar de verdad que se rescaten a personas en el mar, para justificar que se les mantenga durante 16 días sin rumbo y sin permiso para llegar a ningún puerto. Qué clase de ética tienen quienes se centran en atacar a las ONG que rescatan a estas personas, qué falla en su cerebro y en su corazón para dedicarse a cuestionar la edad de los menores rescatados, por ejemplo, o para fabular sobre teorías conspirativas de invasiones sufragadas por Soros y toda esa morralla. En qué momento este mundo perdió los más elementales principios de humanidad. 

También me pregunto qué harían todas estas personas  racistas si se vieran en la misma situación que la de los seres humanos que escapan del hambre o la guerra en sus países. ¿Se quedarían en sus países para morir allí de hambre, por el bien de los países occidentales, para controlar el flujo de migración? ¿Condenarían a sus hijos a una vida en la miseria, en el mejor de los casos, o a una muerte segura? ¿De verdad son incapaces de empatizar con unas personas desesperadas que emprenden peligrosas travesías con la esperanza de poder tener una vida mejor, o una vida, a secas? ¿Tan podridos por dentro están como para no empatizar con esta situación? ¿Creen de verdad que las mafias que trafican con estos seres humanos iban a dejar de hacerlo si desaparecieran ONG como Open Arms? ¿O es que les da igual la vida de estas personas? ¿También van a a politizar esto? ¿De verdad les resulta indiferente el drama de estas personas? ¿En serio son tan indecentes que prefieren fijarse en las ropas, los músculos o los móviles de estos seres humanos que en la desesperación que los mueve? ¿Pueden dormir tranquilos por la noche albergando tanto odio, tanta miseria, tanta falta de humanidad? ¿O es que precisamente necesitan todas esas películas que se montan para justificar su racismo, para esconderlo un poco detrás de todas las excusas que encuentran para seguir pensando que su posición es aceptable?

Esta crisis humanitaria está mucho más allá de planteamientos políticos. Es pura humanidad. Cuando alguien corre el riesgo de ahogarse en el mar, se le rescata. Punto. Tenga o no papeles en regla. Sea de este o de aquel país. Sea cual sea el color de su piel. Se le rescata. No hay más. No hay debate, no puede haberlo. La actitud de los gobiernos europeos, incluido el español, ante la emergencia del Open Arms es impresentable. Sobre todo, claro, la del gobierno italiano, que no sólo se está saltando la ley, sino que está exhibiendo una vil falta de humanidad. Pero lo más preocupante, o al menos lo más deprimente, es que esos gobiernos xenófobos son votados por millones de ciudadanos. Sólo hace falta leer los comentarios a cualquier noticia o tuit relacionado con el drama de las personas a bordo del Open Arms para constatar que este discurso político repugnante tiene un público objetivo enorme. Ojalá esos políticos que hacen del odio su razón no fueran una fiel representación de una parte de la sociedad, pero temo que sí lo son, no hay más que darse una vuelta por Twitter. 

El racismo existió siempre, desde luego, pero nunca antes lo vi tan envalentonado, tan a cara descubierta. Las vidas de estas personas les importaba lo mismo, es decir, nada, pero antes disimulaban más. Ahora se ha creado un clima tóxico y angustioso en el que se aplaude la burrada más grande. Carta blanca para los discursos de odio. Hay chusma que critica más a Open Arms que la desesperanza que empuja a estas personas al mar. Hay tipos infames (alguna, con escaño) que dice que, para ser pobres, bien musculados que están los seres humanos rescatados en el mar. Hay energúmenos dispuestos a creer cualquier bulo sobre las ONG que salvan vidas antes que a creer la realidad de un mundo lleno de injusticias y desigualdades. Hay vecinos, amigos y compañeros de trabajo que se creen superiores a esos negritos de la tele, que están indignados por lo que sucede estos días, pero no por la indiferencia criminal ante esta emergencia, sino porque alguien ose rescatar a estas personas y tratarlas como seres humanos. Cuando en una tragedia diaria como esta alguien se pierde en matices o no hace más que poner peros (la edad que aparentan los menores o cualquier excusa vil para dar rienda suelta a su xenofobia), ese alguien es una persona sin humanidad ni corazón. Es una mala persona. No hay medias tintas, no puede haberlas. Las personas a bordo del Open Arms son seres humanos que hacen exactamente lo mismo que haríamos nosotros en su situación: buscar otro lugar en el que vivir, escapar del infierno. Por puro azar, nosotros hemos nacido del lado afortunado del mundo. Eso no nos da derecho a mirar con indiferencia, o directamente con desprecio, a quienes no han tenido esa suerte.

Más allá del descarado y evidente racismo de los comentarios críticos con Open Arms, creo que lo que de verdad no le perdonan muchas personas a ésta y a otras ONG que salvan vidas en el Mediterráneo es que nos saquen los colores, que nos pongan ante el espejo. Porque ellos impiden que caiga en el olvido esta tragedia. Porque ellos nos recuerdan que en ese mismo mar en el que nos bañamos despreocupados hay miles de cadáveres de personas a las que no se rescató, muertas de indiferencia y falta de humanidad. Todo eso que los racistas no le perdonan a Open Arms es por lo que debemos darles las gracias. Gracias por permitirnos seguir creyendo un poco en el ser humano. Gracias por no callar donde tantos quieren que se calle. Gracias por desafiar leyes injustas. Gracias por guiaros por la ética, por estar en el lado correcto de la historia. Gracias por resistir los envites del gobierno xenófobo de Italia. Gracias por ser esa luz que sigue encendida en tiempos de tinieblas. Gracias por seguir con vuestra labor, esa que tanto molesta a muchos. Gracias, Open Arms. Gracias por salvar vidas. Gracias por poner algo de esperanza en medio de un mundo tan insolidario y falto de humanidad. Gracias por no desistir, por ser la resistencia cívica en un mundo tan degradado que hasta considera debatible si se deben rescatar o no a seres humanos indefensos. Gracias por el ejemplo diario. Gracias por existir, Open Arms. 

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