Todo lo que nos enseña Gaysper

El domingo, burlando la más elemental neutralidad de un día de elecciones, el partido de las tres letras compartió en su cuenta de Twitter un montaje cutre en el que anunciaba el comienzo de una batalla. Ellos eran, por supuesto, el valeroso guerrero, y enfrente tenían, entre otros horrores, símbolos feministas y un gracioso fantasma con los colores de la bandera arcoíris. El mensaje, que incluía una falta de ortografía, dejaba claro que para el partido de las tres letras el feminismo (esa idea loca que defiende la igualdad de derechos entre hombres y mujeres) es un enemigo al que combatir, igual que las personas no heterosexuales, las que no aman o sienten como ellos creen que se debe amar y sentir. 


Los resultados de las elecciones dejaron claro que esas ideas no las defiende más que una minoría, ruidosa y odiadora, sí, pero minoría. El ingenio que tanto habita en las redes sociales no tardó en apropiarse de ese mensaje de odio del partido de las tres letras. Así es como nació Gaysper, el fantasma gay, ese que tanto atemoriza a los homófobos. Después llegó toda su familia, con los colores de las banderas que recogen las distintas sensibilidades de las personas LGTBI. Una vez más, como tantas otras en su historia, el movimiento por los derechos de todas las personas independientemente de su identidad sexual se apropia así de una crítica, de un montón de desprecio. Una vez más, coge el odio que recibe y lo convierte en alegre y desprejuiciado símbolo.

Esa es la primera lección que nos deja Gaysper. A toda señal de odio y desprecio de una minoría retrógrada se le puede dar la vuelta y convertirla en un icono que defienda la igualdad. Como cuando se desactiva la carga de desprecio que llevan palabras como "maricón" o "bollera", cuando las emplean personas no heterosexuales. Lo dijo el nunca olvidado Pedro Zerolo: la diferencia entre los homófobos y quienes creen en la diversidad es que en el modelo de sociedad de los primeros no entramos todos, mientras que en una sociedad abierta sí cabe todo el mundo

Por eso es importante Gaysper. Por eso tiene tanto valor desactivar el odio que implica su utilización por parte del partido de las tres letras en ese bélico mensaje un día de elecciones. ¿Que nos presentan a todos los que no pensamos como ellos como peligrosos rivales a batir? Pues les devolvemos una ingeniosa respuesta en la que convertimos a Gaysper en un símbolo de libertad, de tolerancia, de igualdad y de diversidad. ¿Que buscan una sociedad en blanco y negro? Les respondemos con el arcoíris, el que acoge a todos, el que no desprecia a nadie por amar y vivir como le venga en gana. ¿Que intentan imponer un único modelo de familia? Les demostramos que hay muchas otras, sin despreciar la suya, sólo faltaría, pero sin tolerar que cuestionen las otras. 

Hay otras lecciones que nos deja Gaysper o, más concretamente, la reacción contra sus involuntarios creadores, ese partido que pensaba ser decisivo y se va a quedar en ruidosa y alborotadora minoría en el Congreso. La primera lección, nítida, es que por los derechos se debe luchar siempre. No se puede dar nada por descontado. El progreso no sigue una línea recta. Hay multitud de ejemplos de países en los que han surgido movimientos retrógrados que buscan retroceder en derechos. Brasil, por ejemplo, donde Bolsonaro jalea el odio a las personas no heterosexuales, tras arrasar en las elecciones. Por eso, conviene estar siempre alerta para defender todo lo avanzado y luchar por lo que queda por conseguir. 

Otra lección clara, y hermosa, es que muchas personas salieron a votar el sábado para frenar al partido de las tres letras, para detener en lo posible esa forma de ver el mundo que presenta a feministas y homosexuales como peligros sociales. Resulta que la minoría son los que ven la sociedad en blanco y negro. Resulta que el color llega mucho más lejos. La existencia de una formación así y que sea respaldada por más de dos millones y medio de personas es una pésima noticia, pero queda claro que son una minoría. El partido de las tres letras, que aspiraba a dejar como legado un reguero de retrocesos en derechos sociales, de momento nos ha regalado a Gaysper. Qué maravillosa ironía

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