Marino Cabaret


Cuando hace unos meses Marino Sáiz anunció en Libertad 8, ese templo, que su próximo espectáculo sería distinto a todo lo que había hecho hasta entonces, más apto para un teatro que para una sala de conciertos, muchos dijimos que hiciera lo que hiciera en adelante seguiríamos el rastro de su talento. Y afortunadamente lo cumplimos ayer, disfrutando de Marino Cabaret, su libérrimo espectáculo en el Lara, su última bendita locura. No sabíamos qué íbamos a ver exactamente, ni falta que hacía. Qué noche. Qué inclasificable todo. Qué maravilla. 


Sólo del talento y de la absoluta libertad creadora puede salir algo así. ¿Qué es Marino Cabaret? Plumas, alas, tacones, bailarines, un crucifijo gigante, banderas (arcoíris, claro, la única que acoge a todo el mundo), risas, llanto, confesiones, miedos, sueños, amor, muerte (mucha muerte), letras sensibles, otras hilarantes, canciones dedicadas a un ventilador, temas reivindicativos, baile, violín (siempre el violín)... Habló Marino, tan verborreico como siempre, tan divertido, tan natural, tan espontáneo, tan auténtico. Habló de la preparación del espectáculo, del sueño cumplido que suponía para él esta noche, de sus cambios de vestuario, de lo que le ha inspirado sus nuevas canciones, de su vida... Habló un poco de todo, como siempre, pero como nunca. Como canta su admirado grupo Mecano, “este cuarto es muy pequeño para las cosas que sueño”. Se le quedaban pequeños a Marino los escenarios que había pisado hasta ahora. En el Lara, en un teatro, con las luces a su persona, como diría aquella, con juegos de focos, con mucho color y pequeñas historias en cada canción, cada número, que esto fue teatro, estaba en su salsa. Aquí es donde Marino es más Marino que nunca, donde se siente más libre, donde desarrolla por completo todo lo que sueña. 

Lo hizo todo anoche Marino Sáiz y todo lo hizo bien, porque lo hizo como le vino en gana. Hizo exactamente lo que quiso. Y, aunque suene a obviedad, no es tan frecuente encontrar artistas tan incondicionalmente libres, tan fieles a sí mismos. Lo de anoche tuvo el brillo y la fuerza que desprenden las creaciones que salen de la pasión del artista, sin filtros, sin restricciones, sin ataduras, sin concesiones. Un artista es aquel que, cuando se sube al escenario, se siente el mejor cantante, bailarín y músico el mundo. Porque, durante esas dos horas, lo es. Así lo siente y así lo transmite. Es así sin discusión. Y nada de lo de fuera importa demasiado. Eso, que ocurre tan pocas veces de un modo tan intenso, sucedió anoche en el Lara. 

En una de las primeras canciones que interpretó anoche cantó Marino “voy a recordar este momento”. Es exactamente lo que haremos todos los que abarrotamos anoche el Lara, recordar cada momento libre, loco, genial, de una noche especial en compañía de Marino Sáiz y su talento. Fue especialmente emotivo, más que nunca, el tema “El último beso”, un canto contra la homofobia y el odio al diferente, al que ama de un modo distinto al que conciben mentes obstusas y prejuiciosas. Como siempre, después de este tema llegó otro con la misma temática, pero en tono alegre, el genial “Vuela”, de Andrés Lewin, que celebra que al fin ha salido el arcoíris, que la lluvia se ha llevado al enemigo y que ahí fuera tenemos mundo construido por aquellos que han sufrido todo lo que no hemos sufrido otros por amar en libertad. Después llegaron otras canciones que celebraron la diversidad y la diferencia, una de ellas, inspirada en cierto autobús naranja, que recreó un bar gay en medio del Lara, y otra, Simios, dedicada a ridiculizar a la masculinidad tóxica y rancia. 

Hubo mucha libertad en la noche de Marino y unas cuantas nuevas canciones, incluida una dedicada a un ventilador, que puso en pie al teatro. Y, claro, el violín y el virtuosismo de Marino con este instrumento estuvo presente. Es sencillamente prodigioso. El artista ya ha dicho más de una vez en sus conciertos que no le gusta del todo que se hable sólo de eso, de su talento descomunal con el violín. Y, efectivamente, sus espectáculos tienen mucho más que eso (“aquí hay más de lo que ves”), pero es imposible no destacarlo. Porque entra en trance Marino con el violín y  le seguimos a ese estado de semiinconsciencia los que le escuchamos. Es asombroso lo que hace con el violín. Ayer hubo varios de esos momentos increíbles, melodías deliciosas sin fin, movimientos rítmicos, bailando con la música y con su arte, llevando el concierto a una dimensión diferente gracias a su talento con este instrumento celestial y canalla, clásico y moderno. 

Y siguió avanzando la noche, con cambios continuos de decorado, ambientación y vestuario, y con las charlas de Marino, que pasó de mencionar a Bach a hablar de Leticia Sabater en una sola frase. Entre el público estaban anoche Marwan, Andrés Suárez, Luis Ramiro y otros artistas, rendidos al talento de Marino, que conocen bien, que tantas veces ha realzado el de ellos con su violín en mil escenarios. Fue una noche maravillosa, de momento, primera y última noche de Marino Cabaret, aunque es de esperar que haya próximas ocasiones de disfrutar de este show total. Pocas veces he visto desnudarse así a alguien en un escenario. En sentido literal en algún momento de la noche, cambiándose de ropa detrás de un telón sostenido por personas de su equipo, y sobre todo en sentido metafórico, porque habló de su vida y, lo que no dijo hablando, lo contó en sus canciones, como en la muy emotiva “Sin mí”, o en la bellísima “Aunque no te lo creas”, una canción de amor muy tierna, una de sus mejores letras. 

No hice fotos ni grabé vídeos anoche. En parte por la costumbre de apagar el móvil automáticamente en cuanto entro a un teatro y en parte porque, cuando quise darme cuenta de que no iba a tener imágenes para ilustrar esta entrada del blog, ya estaba demasiado entregado como para distraerme un segundo sacando el móvil. Quedarán las imágenes en el recuerdo, e impregnadas a su manera en estas palabras. Valió la pena, en fin, esperar un día más para ver el capítulo final de Juego de tronos. Anoche, por cierto, hubo un momento en el que temí un spoiler, cuando los músicos interpretaron un trocito de la melodía de la serie, pero ese temor se despejó por completo cuando Marino mencionó a Gandalf hablando de Juego de tronos. No había riesgo. Valió la pena porque el lunes fue menos lunes y la vida fue más vida anoche en el Lara, gracias a Marino Cabaret, una de esas noches que no se olvidan fácilmente. 

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