Zaz conquistó el Palacio y Madrid fue una fiesta

Como en las memorias parisinas de Hemingway, anoche Madrid fue una fiesta. Pasan las horas y una parte de mí sigue en el concierto de Zaz en el Palacio. Puede que se quede allí mucha más tiempo, tal vez para siempre. Entre las muchas satisfacciones que me ha dado retomar el francés después de muchos años está desde ayer en lugar destacado el haber asistido a uno de los mejores conciertos de mi vida. Aunque ya había escuchado algunos de sus temas, cómo no, el maravillo Je veux, conocí de verdad a la artista francesa gracias a mis clases de francés. Y anoche disfruté como pocas veces en un concierto gracias a eso y a un regalo de Reyes muy bien elegido por sus majestades de oriente. Fue una de esas noches que embellecen la vida, en la que el tiempo se detiene y sólo importa el ahora, lo que se está viviendo en ese preciso momento. 


Apareció Zaz en el escenario sin banda a la vista, ya que sus músicos estaban detrás un telón. Bastaba con su voz rota, siempre maravillosamente a borde del precipicio, siempre extraordinaria. Cautivó Zaz al Palacio con su presencia enérgica, sin parar quieta, con esa voz tan peculiar, tan única, tan prodigiosa en su aparente imperfección, tan pura en su exquisita impureza. Habló francés, aunque el idioma de la música es universal. No hacía falta entender cada verso de cada tema (ojalá pronto pueda hacerlo) para dejarse envolver por su estilo ecléctico, por sus temas vitalistas y electrizantes, pero también por los más íntimos, como los que interpretó junto al piano o el extraordinario Demain, c'est toi, dedicado a un hijo que vendrá, en la que la artista le desea "el amor, lo raro y lo precioso, toda la belleza del mundo al alcance de tus ojos". 

Esa banda que estaba tapada con unos cortinones resultó ser un acompañamiento muy potente a Zaz. La puesta en escena fue espectacular, con un juego de luces y con proyecciones de imágenes en el escenario que permitían convertir al Palacio (o Le Palais, ayer) a ratos en una noche estrella y a a ratos en un club de jazz de París. Sonaron todos los estilos posibles y no hubo transición alguna entre los temas más marchosos, esos que hacen que los pies se echen solos a bailar, hasta los más tiernos y lentos, como un poema bellísimo que recitó al final del concierto, ya en los bises. 

La espera mereció la pena. Fueron dos horas de recital sin descanso. Zaz llamó al escenario dos veces a Alba Reche, la cantante de Operación Triunfo que interpretó uno de sus temas en la última edición del concurso. Fue un detalle muy generoso por parte de una de las artistas francesas con más proyección internacional del momento y, también, una forma de agradecer el público extra al que ha podido llegar su música gracias al programa de La 1. Juntas derrocharon complicidad en Qué vendrá, el tema que incluye versos en español como guiño de Zaz a su numeroso público por estos lares, y en la clásica Je veux, la más esperada de la noche, en la que se recreó la cantautora francesa, pidiendo al público más y más. 

La artista, volcada desde el minuto uno, dedicó un espacio del concierto a presentar la asociación Territorios vivos, que defiende el medio ambiente, y recordó la labor de su fundación solidaria por todo el mundo. Interpretó varios temas de su último disco y también canciones anteriores, como On ira, también muy esperada, que reservó para los bises, o la magnífica Si jamais j'oublie. Antes del concierto de Zaz, el grupo Gipsy Traffic ejerció de telonero y creó el ambiente ideal para disponernos a escuchar esa mezcla de gypsy jazz, de chançon francesa y de tantos otros estilos que regaló Zaz. Qué noche, qué manera de disfrutar. Uno de los momentos más bellos de la noche fue cuando la artista cambió la letra de la inmortal Paris sera toujours Paris, cambiando el nombre de la ciudad francesa, a la que dedicó un disco (y a la que puede dedicar una vida entera) por el de Madrid que, como París, fue una fiesta gracias a Zaz, que nos dejó con ganas de más, con sus temas en bucle en nuestra cabeza y con una única palabra en la boca: merci

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