The Good Doctor 2

La primera temporada de The Good Doctor, la serie emotiva que gira en torno a Shaun Murphy (Freddie Highmore) arrasó en audiencia en Estados Unidos y fue también una de las series extranjeras más exitosas en la televisión en España, cuando Telecinco la emitió el pasado verano. Muchos descubrimos la serie en el canal en abierto y nos enganchamos directamente a la segunda temporada, que ha emitido el canal de pago AXN y que terminó la semana pasada. Ya se ha confirmado una nueva tanda de episodios, así que habrá más historias sentimentales, más ternura y más casos médicos complejos resueltos por el equipo de cirujanos del que forma parte Shaun, el residente de cirugía que es distinto a todos los demás por dos razones: es mucho más brillante que el resto y es autista. 


En la segunda temporada la serie ha sido fiel a sí misma. Las vivencias de Shaun, sobre todo, en sus relaciones personales con compañeros y familiares de los pacientes, han centrado las historias de los últimos episodios. Todo lo que hacía irresistible esta serie en su primera temporada sigue estando en la segunda. Es cierto que en ocasiones se resiente de cierta falta de originalidad y por momentos es demasiado previsible. Parece claro que los casos, casi siempre, se resolverán de forma positiva y que Shaun tendrá un papel relevante en la resolución de los casos. Pero la emoción desbordada se adueña de la serie y mantiene su aliciente. 

Decíamos en la crítica de su primera temporada que The Good Doctor no engaña a nadie: apela a las emociones, es de esas series que conviene ver con un paquete de pañuelos al lado. Busca emocionar, mucho, en ocasiones. Pero lo sigue consiguiendo. Nada que objetar, porque va de cara, es una serie honesta en sus emociones. Inspira ternura lo que le ocurre a Shaun, emocionan de verdad los dramas que sufren los pacientes y se coge mucho cariño a los protagonistas. En esta segunda tanda de episodios Shaun, permanentemente presente, protagonista absoluto de la serie, comparte protagonismo con el cáncer contra el que lucha su mentor, el doctor Glasman (Richard Schiff), y con las historias personales de sus compañeros de hospital, en cuya vida se ahonda algo más. 

Uno de los errores en los que puede caer una serie de médicos, y es algo que le pasó a House en gran medida, es que termine repitiéndose, que la estructura acabe siendo siempre la misma. De momento, The Good Doctor esquiva ese riesgo, porque se aprecia un empeño claro por que los capítulos sean diferentes entre sí. Los hay que se centran casi en exclusiva en casos médicos, mientras que en otros no aparece una sola escena de quirófano. Es un acierto, porque así el espectador no se satura. Y luego, claro, está la excelencia interpretativa de Freddie Highmore, que interpreta con enorme verosimilitud a Shaun y sus reacciones. Sencillamente impecable. 

La serie sigue también funcionando como generadora de debates. Plantea reflexiones y dilemas, porque en muchas ocasiones los pacientes deben tomar decisiones delicadas. El espectador se pone inevitablemente en la situación de los personajes y se pregunta qué haría él en su lugar. El gran reto para la tercera temporada de la serie es, una vez se ha perdido el efecto sorpresa de los primeros capítulos, mantener el interés por la historia de Shaun. De momento, el final de la segunda temporada sugiere un giro inesperado en su vida sentimental. Las emociones a flor de piel y la emotividad desacomplejada seguirán siendo a buen seguro dos de los pilares de la serie. Una serie amable y blanca, no sólo por el color de la bata de los médicos, que sigue consiguiendo lo que se propone

Comentarios