Dicen que no existe

Dicen que la homosexualidad no existe. Lo llaman AMS (atracción por el mismo sexo) o PMS (proyección hacia personas del mismo sexo). Dicen que no existe el amor entre dos hombres o dos mujeres. Dicen que podemos ser libres, pero sólo si lo somos a su manera, es decir, que no podemos ser libres. Dicen que en realidad no sentimos lo que sentimos, salvo que eso que sintamos sea algo tolerable para ellos. Dicen que no existe el arcoíris, porque sólo alcanzan a ver en blanco y negro. Dicen que son católicos, pero no se aplican lo de amarse los unos a los otros.


Dicen, un poco a regañadientes, que la homosexualidad no se puede curar (cómo se va a curar algo que no existe), pero que sí se pueden sanar todos esos efectos horribles que provoca querer vivir y amar en libertad. Dicen que no existe más que una vida gay: pervertida, depravada, espantosa. Dicen que no existe una discriminación a las personas no heterosexuales, en todo caso, al contrario, lo que existe es un lobby gay que quiere andar corrompiendo la sociedad. Dicen que no existe más familia que la que forman un hombre y una mujer (unidos, por descontado, por sagrado matrimonio). Dicen que pueden ayudar a quien está confundido y cree sentir lo que no siente, simplemente porque ellos no toleran que lo pueda sentir

Dicen que nos pueden echar una mano si queremos, que veremos la luz si nos dejamos guiar por su caridad y su bondad. Dicen que la vida gay sólo lleva al sufrimiento. Dicen que quien se cree gay (que no lo es, ya saben, porque eso no existe), en realidad arrastra un trauma infantil. Dicen que las terapias que empujan a la gente a reprimirse son bondadosas terapias de acompañamiento a quien no se siente a gusto con lo que cree que es, pero no es, claro, porque no existe. Dicen todo eso y lo dicen desde una religión que predica el amor. Dicen que todo eso no existe y, sin embargo, qué puede ser si no es amor lo que sienten dos hombres que comparten su vida o dos mujeres que se unen para siempre. 

Dicen que no existe la homosexualidad y, sin embargo, es sólo que ellos se niegan a creer que el mundo es más amplio que sus prejuicios, que la vida abarca más que su odio. Dicen que sólo hay una compañía tolerable en nuestra vida o en nuestra cama, que no existe otra opción posible, que la perdición espera al final del camino de la libertad. Pero no es así. Lo que espera al final de ese camino es una vida libre. Lo que esperan son besos y abrazos y risas. Lo que espera es una familia distinta a su manera, como lo son todas las demás, pero unida por el amor. O no. No esperan familias ni relaciones duraderas, sólo una vida vivida en libertad con quien cada cual desee, sólo faltaría. 

Queda el deseo, sí, y la pasión. Queda este estilo de vida o el otro, el que cada cual elija para sí. Queda el respeto de quien no tiene nada que decir sobre la vida de los demás. Queda el mensaje necesario de que el amor nunca es delito ni pecado. Dicen que no existe todo eso que no alcanzan a comprender, o que no consiguen dejar de despreciar por culpa de sus prejuicios y de sus rígidos esquemas mentales. Pero existe, vaya si existe. Existe personas libres construyendo una sociedad en la que entren todos, incluidos quienes les odian, al margen de a quien amen o dejen de amar. 

Existen personas que no necesitan ser curadas y que, si acaso, pueden ayudar a otros a curar su homofobia. Todo eso que dicen que no existe en las ilegales terapias para curar la homosexualidad, existe. Y existe de millones de maneras distintas, tantas como personas hay en la sociedad. Existe también el odio al diferente, existen las vidas destrozadas por charlatanes homófobos, existen las miradas de desprecio, existe la homofobia jaleada desde los púlpitos y existen quienes andan reñidos con los derechos de quienes no aman o sienten como ellos. Existen los homófobos, pero son una minoría, ruidosa e influyente, a veces, sí, pero minoría al fin y al cabo. Se demostrará que sí existe todo eso que algunos odian o no comprenden en la concentración de Chueca de esta tarde, y cada vez que unos ojos de dos hombres se devoren o se miren con ternura, o que unas manos de dos mujeres se acaricien con amor, diciéndose sin palabras que todo irá bien. Existimos quienes preferimos el arcoíris al blanco y negro, la libertad a la represión. Existimos y somos muchos más.

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