Tres idénticos desconocidos

La historia de Tres idénticos desconocidos, el documental de Tim Wardle, es de por sí impactante: tres trillizos que descubren de forma casual con 19 años que son hermanos. Pero esta película impecable, en la que todo funciona con precisión milimétrica, consigue realzar aún más el impacto que causa en el espectador, porque las vivencias de los tres hermanos están muy bien contadas y porque el filme tiene un extraordinario sentido del ritmo, dosificando informando para sorprender al espectador hasta el final. Por eso resulta especialmente inaceptable que algunas críticas del documental desvelen más detalles de la trama que los estrictamente necesarios. Porque cuanto menos se sepa de la historia de estos tres idénticos desconocidos, mejor. 

La cinta utiliza todos los recursos que sí puede utilizar un documental, a diferencia de un reportaje periodístico. Porque lo que allí resulta legítimo, en un reportaje sería inadmisible. No se cuenta desde el principio toda la información de los trillizos, ni mucho menos. El gran acierto del documental es manejar a su antojo al espectador, dirigirlo de la mano, para mantener su atención despierta y creciente en los 96 minutos de metraje, con una narración excelente de la asombrosa historia. 


Al comienzo de la obra, uno de los tres hermanos relata el modo casual en el que supo de la existencia de un hermano idéntico a él. Un día, con 19 años, llegó a un instituto el primer día de clase y se sorprendió al ver la familiaridad con la que todo el mundo le saludaba. Así dio con uno de sus dos hermanos. La historia se publicó en los medios, ya que no es precisamente usual. Y a raíz de hacerse público este sorprendente hallazgo, el tercero de los hermanos se percató de que podía ser él también hermano de los otros dos. Así empieza todo, sin que ninguno de los protagonistas pudiera si quiera imaginar  qué rumbo tomarán sus vidas desde entonces. 

La impactante historia de los trillizos que desconocían la existencia de sus hermanos les encumbró pronto a la fama. Todas las televisiones estadounidenses querían entrevistar a los tres hermanos, para preguntarles por su historia, en busca de similitudes entre los tres, más allá del obvio parecido físico. Al principio, los tres vivieron ese hallazgo como una fiesta. De repente, se encontraban con dos hermanos idénticos a ellos. Eran jóvenes. El descubrimiento, por inquietante que resultara, fue celebrado por ellos como una fiesta, como un regalo inesperado de la vida. Ellos muestran su felicidad, que queda refrendada en imágenes de archivo. Y el documental transmite esa alegría a los espectadores. 

Pero, claro, pronto surgen las preguntas. ¿Por qué los tres hermanos no sabían nada de la existencia de los otros dos? ¿Quién y por qué decidió retirarlos al nacer? ¿Qué significan esos parecidos en los gustos de los hermanos, a pesar de haber crecido en distintas familias de diferentes niveles socioeconómicos y separados entre ellos? Los padres se plantean todas estas cuestiones y reclaman información a la agencia de adopción. Y aquí llegamos al punto en el que es imperdonable hacer spoiler de la trama. Quien supiera algo más de esta historia, disfrutara igualmente del relato de la trama, pero sobre todo lo harán quienes, como yo, desconozcan por completo esta historia. Porque pronto se ve que eso que los hermanos celebran como una bendición al comienzo puede no ser tan fabuloso como se presenta a sus ojos en un primer momento y, desde luego, es mucho más inquietante. Porque hay muchas dudas sobre qué ocurrió con ellos en realidad. Y porque el documental trasciende de la historia de los tres hermanos para abordar otras reflexiones de más calado. Una película, en fin, sensacional, que se nutre de la realidad, por increíble que parezca. 

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