Sorogoyen y “Campeones” reinan en los Goya


“La vida se impone. Si eres verdad, te impones”, dijo la gran Chavela Vargas. El cine, esa gran mentira que dice la verdad, cumple a rajatabla con esa afirmación de la dama del poncho rojo. Hay mucha verdad en Campeones, de Javier Fesser, que anoche dio la dio sorpresa y ganó el Goya a la mejor película, cuando todo hacía indicar que el premio sería para El reino, de Rodrigo Sorogoyen, indiscutible vencedora de la noche hasta entonces, y llena también de honestidad y verdad, con su historia tristemente demasiado reconocible de corrupción política en España. La verdad de Campeones cautivó a los académicos y al público, igual que el discurso de Jesús Vidal, que ganó el Goya a mejor actor revelación. Sus palabras fueron exquisitas y justificaron la gala entera. Probablemente, el discurso más emotivo de las 33 edidicones de los Goya. Un discurso, sí, repleto de verdad. 

Dijo Andreu Buenafuente, presentador de la gala junto a Silvia Abril, al principio de la noche que, sobre la siempre espinosa cuestión de la duración de los discursos de agradecimiento, apoyaba la tesis de David Trueba, quien afirma que más que discursos largos y cortos, debemos fijarnos en que estos sean buenos. Vidal se extendió más que nadie en su intervención, pero ésta se hizo corta. Se acordó del resto de actores nominados de su categoría, agradeció a todas y cada una de las personas que forman parte del equipo de “Campeones”, reivindicó la diversidad y la visibilidad de las personas con discapacidad (“ustedes no saben lo que han hecho”) y habló con emoción de sus padres, de cómo le inocularon el virus de la atracción por la cultura, de su ternura, de la forma en la que le enseñaron a ver el mundo “con la inteligencia del corazón”. Un discurso, en fin, para ver una y otra vez y no dejar de emocionarse. Una delicia. Además del Goya a mejor película, que recogieron los productores junto a Javier Fesser, pero que también recibieron al final todos los miembros del equipo de la película, Campeones se llevó también el Goya a mejor canción original, para Coque Malla, quien agradeció que el primer gran premio de su carrera se lo haya dado el mundo de los cómicos. 

Fesser, que impregnó de sensibilidad su película, que huyó del paternalismo y de la sensiblería barata, que ha hecho mucho por la justa visibilidad de las personas con discapacidad, contó que al principio del proceso de creación del filme, las personas con discapacidad eran llamados discapacitados por el equipo. Después, personas con discapacidad y, algo más tarde, personas con capacidades especiales. Y ahora, gracias a esta encantadora película, se les llama campeones, un nombre que se ajusta mucho más a su batalla diaria. El grito que dio Loles León, encargada de entregar el Goya a mejor película junto a Pedro Almodóvar y parte del elenco de Mujeres al borde de un ataque de nervios, que cumple 30 años, nos representó un poco a todos. Esa sorpresa final por el premio a Campeones, esa alegría de todos, esa emoción por ver reconocida con premios tanta verdad en una pantalla. Esa unión, tan infrecuente, entre el gusto del público y el de los académicos, entre la taquilla y el prestigio cinematográfico, entre la emoción y los reconocimientos. 

Hasta ese giro final, todo hacía indicar que El reino sería la ganadora del Goya a mejor película. La cinta de Rodrigo Sorogoyen, un preciso retrato de la corrupción política en España y de las miserias y debilidades del ser humano y de la sociedad en sí conjunto, ganó siete Goya, incluidos el de mejor dirección y mejor guión original. Sorogoyen, uno de los cineastas españoles con más talento y con más futuro, agradeció emocionado los premios y les dijo en broma a los académicos que le estaban haciendo muy feliz y que estaban creando un monstruo. Su película se apoya en un guión trepidante y una trama que gana más y más en tensión a medida que avanza. Y también, por supuesto, en un elenco en estado de gracia. Incuestionables resultaron los premios a Antonio  de la Torre, reconocido como mejor actor protagonista tras enésimas nominaciones y especialmente ilusionado por recibir el galardón en Sevilla, en su casa; y a Luis Zahera, uno de esos secundarios de lujo que cumple siempre en cada papel y que pocas veces tienen el reconocimiento que merecen. 

De los Goya de anoche puede decirse algo parecido a lo que se suele afirmar del sorteo de la lotería de navidad, que estuvieron muy repartidos. O más o menos repartidos, porque otras de las mejores películas del año se llevaron algún galardón. Por ejemplo, Carmen y Lola,  esa valiente y emotiva historia de amor entre dos mujeres gitanas, que le valió el Goya a mejor actriz de reparto para Carolina Yuste, quien da vida con mucha verdad a Paqui en el filme, y el Goya a mejor dirección nivel a Arantxa Echeverría. Su discurso fue uno de los más reivindicativos de la noche, ya que se lo dedicó a las personas que no quieren permitir a otros amar en libertad, para que vean la película y se conmuevan con el amor reflejado en pantalla, con esa historia exquisita que conmueve y que fluye con pasmosa facilidad y hermosura. 

Quién te cantará, de Carlos Vermut, tampoco se fue de vacío, ya que Eva Llorach ganó el premio a mejor actriz revelación. Aunque lleva ya muchos años en el mundo del cine y lo de “revelación” no parece ajustarse demasiado a su carrera, bienvenido sea este galardón para reconocer su talento interpretativo y también para que esta película, una de las más extrañas del año (dicho esto para bien, por supuesto), se llevara alguna mención en la noche de los Goya. Algo que no pudo conseguir Entre dos aguas, de Isaki Lacuesta, que Rodrigo Sorogoyen calificó como la mejor película del año. Susi Sánchez ganó el Goya a mejor actriz protagonista por La enfermedad del domingo, otro de esos premios que le hacen justicia a una carrera inapelable. Roma, cual si no, fue reconocida como la mejor película iberoamericana, mientras que la perturbadora y hermosa Cold War se llevó el Goya a mejor película europea. 

¿Y de la gala, qué? Andreu Buenafuente y Silvia Abril hicieron todo lo que estuvo en sus manos para hacer de la gala un espectáculo televisivo entretenido. Lo lograron, pero sólo a ratos. Hubo instantes realmente divertidos (como el monólogo inicial, con el punto justo de mala leche y reivindicación) y otros no tanto (como el fallido y demasiado largo gag de David Broncano y Berto Romero, que además restó protagonismo a los ganadores al Goya a mejores efectos especiales, por Súper López). En general, fue una gala divertida, creo, mejor que la del año pasado, pero, que arrastró de nuevo el mal endémico de su falta de ritmo y su excesiva duración. Quizá un año podría intentarse entregar los premios de seguido, sin más, dando espacio a los discursos de los ganadores, el monólogo inicial, alguna actuación musical y nada más. 

Uno de los momentos más inolvidables de la gala fue la interpretación de Me quedo contigo, de Los Chunguitos, con una versión especial por parte de Rosalía, quien estuvo acompañada del Cor Jove del Orfeo catalán. La sobreexposición mediática de Rosalía no siempre juega a favor (a mí, por ejemplo, me cuesta engancharme a la obra e un artista de la que todo el mundo habla y que sale por todas partes a todas horas), pero actuaciones como la de ayer desarman a cualquiera. Fue excepcional. Rosalía tiene un talento tan desbordante, un carisma tan arrollador y una personalidad tan libérrima que la rendición incondicional a su arte es la única reacción posible. Inmensa. Fue la noche de las intérpretes femeninas, porque Rozalén, Amaia y Judit Neddermann interpretaron las cuatro canciones nominadas a los Goya, en otro de los mejores momentos de la noche, con Manu Guix al piano. 

El sentido homenaje a Chicho Ibáñez Serrador, Goya de honor, por parte de varios cineastas que se consideran deudores de sus locuras con el cine fantástico; la presencia en algunos discursos del debate sobre las plataformas que están revolucionando la industria del cine; la autoparodia de Màxim Huerta, diciéndole al público que no se preocupe, que él es breve, antes de entregar el Goya a mejor corto; y la actitud divertida y amena de los presentadores de la gala, con la mejor voluntad e intención del mundo, aunque a veces eso no baste, fueron otros de los aspectos relevantes de la una gala que celebró el cine y la vida, el cine que está construido de retazos de verdad. Como El reino, como Campeones, como Jesús Vidal. 

Comentarios