Impecable entrevista a Maduro en Salvados

Por alguna razón que no alcanzo a comprender, algunas personas (no pocas) creen que no se debe entrevistar a Nicolás Maduro. No les parece interesante desde el punto de vista informativo, al parecer, entrevistar a uno de los dos políticos que se ve a sí mismo como presidente de Venezuela. Consideran que el mero hecho de entrevistar a Maduro es blanquear al personaje, lo cual revela una paupérrima visión del periodismo. Malo es que haya espectadores que así lo crean, pero lo realmente inquietante es que también muchos periodistas hayan criticado que se entreviste a Maduro. Su inexistente olfato periodístico queda bastante claro, pero lo peor es que ya sabemos que, según su criterio, sólo se puede entrevistar a personas con las que se está de acuerdo, o que no se puede entrevistar a personas antidemocráticas. Es decir, ellos jamás habrían entrevistado a Hitler, porque no les parecería relevante escuchar al dictador. Según ellos, hay gente a la que no se puede entrevistar, porque sentarse a hablar con alguien es blanquear sus ideas, aunque se esté más de una hora echando por tierra todo su argumentario. 


El debate previo a la emisión de la entrevista tiene bastante poco recorrido. La entrevista que emitió ayer Salvados es la entrevista que cualquier periodista querría haber hecho. El equipo de Jordi Évole hizo bien en entrevistar a un personaje informativamente muy relevante. Es una obviedad. Cierto es que sobró la promo del programa hecha por el propio Maduro, con su habitual frivolidad, dando una cierta imagen de compadreo inadecuada que, desde luego, fue sólo una impresión, ya que el tono de la entrevista fue impecable. 

No hay nadie, absolutamente nadie, a quien no se pueda entrevistar. Un terrorista, un dictador, un asesino. Por supuesto que sí. Es algo bastante básico y elemental, pero no está de más recordarlo: se puede entrevistar a todo el mundo. Lo importante ante determinados personajes no es si se hace o no la entrevista, que naturalmente que se puede hacer cualquier entrevista, sino qué preguntas se hacen. Y ahí Évole estuvo intachable. Fue una de sus mejores entrevistas. Contundente desde el principio, sin dejar de hacer ninguna de las preguntas relevantes en este endiablado momento en Venezuela. Quizá quienes tanto critican que se entreviste a Maduro pudieron ver ayer en La Sexta cómo las buenas entrevistas desenmascaran a los entrevistados, porque quedó meridianamente clara la distorsión de la realidad de Maduro, igual que su irritante recurso constante al malvado enemigo exterior que es culpable de todos los males, su negación de hechos incuestionables como el hambre que pasan muchos venezolanos, su frivolidad y su irresponsabilidad. 

A Maduro, por ejemplo, le parece normal tener retenidos a periodistas durante 24 horas. Porque, además, ya se sabe, los periodistas de las agencias de noticias internacionales mienten sobre Venezuela. Maduro cree que Venezuela es él y su partido. Otro clásico de los políticos autoritarios. Cuando habla de Venezuela no habla de los cientos de miles de personas que han salido a la calle a apoyar a Juan Guaidó, autoproclamado presidente del país, sólo habla de quienes piensan como él. Su gobierno ha cometido errores, reconoce, pero automáticamente culpa de todos sus males a Donald Trump, quien es una persona indeseable, pero que fue elegido en unas elecciones libres, que es más de lo que puede decir Maduro de los últimos comicios en los que ganó el sucesor de Chávez. 

Cada vez que Évole le planteaba a Maduro opiniones de otros líderes políticos, todos ellos democráticamente elegidos, éste sacaba a relucir problemas internos de esos países. Lo cual no deja de tener su gracia, ya que Maduro se queja mucho de la excesiva presencia en los medios europeos de Venezuela, pero al parecer él no pierde detalle de lo que pasa en esos mismos países que hablan demasiado de su país. Justificó Maduro la cacicada de crear una asamblea constituyente como forma de burlar su derrota electoral en las elecciones parlamentarias de 2015,que ganó la oposición. Como perdió esos comicios, Maduro creó una nueva asamblea afín a su gobierno, para vaciar de poder a la otra, a la mala, aunque fue la que eligieron con su voto los venezolanos. Cuando Évole le mostró imágenes de venezolanos saliendo del país con lo puesto ("esa computadora tuya tiene de todo"), Maduro dijo que todas esas personas que se van de Venezuela están ya volviendo, porque ven lo mal que se está en otros países, incapaz de reconocer el drama humanitario de tantos conciudadanos. 

Hacer una entrevista a alguien no es ponerle un altavoz, sino confrontarlo con sus contradicciones y desenmascararlo. Es lo que hizo Évole en su impecable entrevista con Maduro. El presidente venezolano mostró toda su irresponsabilidad, sin descartar que se pueda declarar una guerra civil en el país y amenazando a Estados Unidos con un nuevo Vietnam. Maduro, que lleva años gobernando un país rico con gigantescas reservas de petróleo, mostró una visión fanática y desquiciada, realmente inquietante, porque jaleó, por ejemplo, a las milicias armadas de Venezuela (dos millones de personas). Es un fanático antidemocrático capaz de todo para seguir en el poder. Y quedó muy claro en la entrevista, esa que muchos no querían que se hiciera. 

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