Cine, buenos sentimientos y críticos ceñudos

Dice Woody Allen que le gustan las reacciones sencillas a las películas, porque las críticas muy sesudas "no son más que racionalizaciones concebidas para justificar una respuesta emocional a una película". Desde que leí esa frase en el libro Conversaciones con Woody Allen, de Eric Lax, me he grabado la reflexión del genial cineasta a fuego, y la empleo con frecuencia, porque creo que es muy acertada. He vuelto a pensar en esa frase al leer y escuchar ciertas críticas algo elitistas, como cabreadas, indignadas casi, con el Goya a mejor película que ganó Campeones el pasado sábado. Decíamos aquí hace unos días que no conviene tomarse los premios demasiado en serio, porque una película con 10 galardones no es el doble de buena que una con cinco, por supuesto. Pero hay quien se los toma en serio, sí, y no sólo eso, sino que además habla de justicias o injusticias como si estuvieran debatiendo de algo importante de verdad. 


Percibo cierto elitismo en algunas de estas críticas, por lo demás, perfectamente legítimas. Parece que hay dos cosas que no le perdonan a la película de Javier Fesser algunos críticos ceñudos, de esos que andan siempre enfadados, de los que a veces cuesta creer que de verdad les guste el cine, de los que no toleran del todo bien que la gente disfrute con películas que a ellos no le convencen. El primer pecado mortal de Campeones es que ha arrasado en taquilla. Y ya sabe, para muchos críticos, éxito de público es inmediatamente sinónimo de falta de calidad. Si la película la han visto tres millones de personas es que es mala, simplona, facilona. Si no es una cinta rodada en blanco y negro y, a ser posible, muda, o en un lenguaje de un país muy lejano, no les interesa. El otro gran pecado de la película parece ser su buenismo, ese término tan odioso, que apela a los sentimientos, que es emotiva. 

No pocas personas han dicho estos días que tienen la sensación de que los Goya no han premiado al cine, que han premiado otras cosas. ¿Qué idea del cine tienen estas personas? Les puede no haber gustado Campeones, sólo faltaba. Pueden incluso no haberla visto y opinar de ella, un deporte nacional en España, naturalmente. Pero hay algo tóxico en ese rechazo a que se reconozca con premios esta cinta. Porque despertar emociones, vaya por dios, es lo que hace el buen cine. Algunas críticas de Green Book van en la misma dirección. Resulta que son películas que cometen la desfachatez de querer gustar, de cautivar al espectador. Y, encima, lo consiguen, logran conectar con el público. "¿Qué más pruebas se necesitan para desacreditarlas?", parecen preguntarse algunos críticos. No sé, yo me emociono mucho en las salas de cine y mi valoración de las películas va en parte ligado a las emociones que me ha despertado. 

Por supuesto que son apreciables las películas más extrañas, las que no resultan fáciles, las que no tienen una vocación mayoritaria, las que en vez de intentar gustar al espectador le desagradan y lo atraen y lo repelen a la vez, las que pasan casi desapercibidas por la taquilla a pesar de su calidad. Naturalmente que el buen cine se compone también de esas otras historias. Pero el rechazo a un filme sólo porque haya triunfado en taquilla o, peor aún, porque transmita buenos sentimientos, se me hace un poco difícil de digerir. Sobre todo, porque Campeones es sensible y tierna, pero no sensiblera. Uno de sus grandes logros es, precisamente, que huye del paternalismo en el que podría haber caído.

La película de Javier Fesser aborda de forma exquisita la realidad de las personas con discapacidad intelectual. Es una película que transmite buenos sentimientos, que ayuda a dar visibilidad a esta minoría tantas veces olvidada, sí, pero es que además de todo eso, es una gran película. Resulta que el cine no va sólo de planos hermosos, sino también de esa verdad que algunas cintas, pocas, logran transmitir. Y Campeones es una de ellas. Si además sales del cine con una sonrisa, porque has pasado un muy buen rato, y ayuda a cambiar la visión de las personas con discapacidad, mejor que mejor. Aunque algunos críticos ceñudos parezcan no perdonárselo. 

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