Vetusta Morla despide el año a lo grande

"Mira que he visto veces el Palacio lleno, pero esta es diferente", me dijo anoche una amiga, o eso creí entender en medio del bullicio y del éxtasis colectivo, durante el concierto de Vetusta Morla en el Palacio de los Deportes de Madrid, ahora WiZink Center, por aquello del patrocinio. Mi amiga tenía razón. El grupo llenó ayer hasta la bandera el Palacio, como han hecho antes otros tantos artistas, pero era distinto, especial. Parafraseando su último disco, era el mismo sitio, pero un lugar distinto. Era especial, porque se creó una energía diferente, porque aquello tuvo mucho de litúrgico, de ceremonia pagana, de ritual sagrado. Los miembros de Vetusta Morla quieren convertir cada uno de sus conciertos en una experiencia única y siempre lo consiguen con creces. 


Nos preguntábamos hace unos meses, después del festival que se montaron en la explanada de la Caja Mágica, qué sería lo próximo, hacia qué nuevo sueño conducirían su talento, después de aquello. Anoche tuvimos respuesta. Lo de anoche fue distinto a aquella mágica noche de San Juan, pero fue también especial. Las canciones de Vetusta Morla están llenas de simbolismo y de guiños, como sus conciertos. Entonces, el grupo organizó un festival impresionante para suplir la ausencia de hogueras y de playa en Madrid en la noche más corta del año con sus canciones, himnos que hicieron vibrar a 38.000 personas. Fue increíble. Y anoche, Vetusta Morla se permitió entregarse a la nostalgia para celebrar el vigésimo aniversario de su primer concierto, ante amigos y familiares, sobre todo, exactamente tal día como ayer, pero dos décadas antes. También se cumplen diez años de su primer disco, Un día en el mundo, el disco que cambió sus vidas. 

Aquel primer trabajo es, para muchos, el mejor del grupo. Tiene, desde luego, un puñado de canciones inmortales, que sonaron ayer. El comienzo fue arrollador, con el videoclip de Otro día en el mundo en las pantallas. Ese videoclip que muestra a los miembros de la banda saliendo de una casa y entrando después en la Fnac de Preciados, tras recorrer el centro de Madrid andando. Anoche no desembocaron en ese espacio, sino en el Palacio. La primera en la frente. El Palacio, entregado al grupo desde el minuto uno, celebró la original forma de empezar el viaje en el tiempo que fue el concierto de ayer. Un espectáculo que, según contó Pucho, se concibió como algo distinto a un concierto, como un documento sobre la intrahistoria del disco con el que todo comenzó. Y lo fue. En la pantalla de fondo, de forma permanente, vimos imágenes del grupo en ensayos, camerinos o escenarios, así como videoclips que no llegaron a estrenarse. Hubo hasta créditos finales, porque aquello fue, sí, como un documental en vivo, como una película, con toda la teatralidad y la energía del grupo, que tiene el mejor directo que he visto nunca. 

Habló Pucho más de lo habitual, porque el concierto de anoche era especial para ellos. Y habló, puestos a rememorar aniversarios, de los 40 años de la Constitución, para reconocer que trajo la democracia a España, sí, pero para criticar también el pacto del olvido que significó y, sobre todo, para alertar de lo necesario que es mirar atrás para evitar que vuelvan determinados fantasmas del pasado, en lo que parecía una velada alusión al partido de las tres letras. "Nos dicen que nos dediquemos a hacer canciones y no hablemos de política. Las seis personas que estamos aquí somos seres políticos", clamó. Política fue la forma en la que se autoeditaron el primer disco y políticas son las letras de muchas de sus canciones que, como los buenos poemas, encierran distintas lecturas posibles en función de quien las escuche. Como político fue el mensaje necesario que se leyó en el escenario durante la espera del inicio del concierto: "Sólo sí es sí". Todo es política, hasta la autoproclamada postura apolítica de algunos. Especialmente, esa. 

El tiempo es un tema universal de la literatura y las canciones de Vetusta Morla, no tengo ninguna duda, son una forma de literatura. Siempre presente en sus temas, el tiempo fue ayer el hilo conductor del concierto. El paso del tiempo. El pasado volviendo al presente y proyectando un futuro. Los miembros del grupo se dieron el gustazo de presentar con calma a miembros de su equipo de trabajo, con los que compartieron el momento más íntimo de la noche, el momento "parque". Cantaron junto a Xoel López El amor valiente, un tema de esos que tomaban prestado en sus primeros conciertos. Y sonaron sus grandes himnos de aquel primer disco que cambió sus vidas y las de tantas personas: Sálvese quien pueda, Copenhague, Valiente, Al respirar... También llamaron al escenario a Depedro, con quien interpretaron Maldita Dulzura

El final del concierto fue sencillamente apoteósico, con los acordes de Saharabbey Road resonando a todo volumen, y con el público tarareando su hipnótico y febril estribillo mientras salía del Palacio. Se impuso Vetusta Morla a sus propias expectativas, las que genera su talento, y a la siempre mejorable acústica del Palacio, ayer más mejorable que otras veces, para regalarnos otra noche mágica, imposible de olvidar. En los vídeos que se mostraron en las pantallas durante todo el concierto se escucharon fragmentos de entrevistas a los miembros del grupo en distintos medios. En una de ellas, daban la clave de su energía: "si algo no le hace ilusión a alguno de nosotros, no lo hacemos". Tal vez sea exactamente eso lo que les hace grandes. 

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