Entremeses de Cervantes, en Almagro

El viernes cumplí un sueño. Llevaba años queriendo ver una obra de teatro en el corral de comedias de Almagro y al fin lo cumplí, gracias al regalo de una persona que me conoce mucho y me quiere muy bien. Gozamos con tres de los ocho Entremeses de Cervantes, representados por la compañía del corral de comedias de la localidad. Fue una tarde mágica. Cada palabra, cada diálogo, resuenan de una forma especial en ese lugar. Y no hablo de su acústica, que desde luego también es sensacional, sino de los ecos de la historia. Son cuatro siglos de teatro los que contemplan a se corral de comedias y no es difícil imaginarse a uno mismo como a un espectador de una obra en el Siglo de oro. Cuando la risa envuelve el corral de comedias uno piensa que, en el fondo, no sería muy diferente la reacción del público hace siglos a las mismas bromas.



Es la grandeza del teatro, en general, y de este espacio tan auténtico, que traslada al espectador a otro tiempo. Eso y, por supuesto, la cualidad de los clásicos, como los entremeses cervantinos, de llegar al público más allá del tiempo. Lo que caracteriza a una obra clásica por encima de cualquier otro aspecto es su vigencia. Y asombra la extraordinaria vigencia de la obra de Cervantes, el más grande novelista de todos los tiempos, pero quien probablemente habría renunciado a su éxito con el Quijote por triunfar como dramaturgo. Le tocó vivir en tiempos de Lope de Vega y otros grandes, que relegaron sus obras teatrales a un segundo plano. Sólo a partir del siglo XIX, con el impulso de los románticos alemanes, volvieron a interpretarse los Entremeses de Cervantes, cargados de ironía, crítica social y mucha diversión. 

Pocas obran combinan tan a la perfección como los Entremeses la doble función del teatro desde su creación: entretener, con los momentos hilarantes que provocan, y también hacer reflexionar, con la crítica social velada (o no tan velada) que incluyen varias de las situaciones que presenta. En ese lugar privilegiado, en ese templo de la palabra, la compañía del corral de comedias de Almagro interpretó La elección de los alcaldes de Daganzo, El juez de los divorcios y El retablo de las maravillas. Entre medias, los actores de la compañía compartieron algunos detalles de la vida de Cervantes, mientras se preparaban para la interpretación de las siguientes obras, resolviendo con mucho sentido del humor los intermedios entre los tres entremeses.

El primero de estos tres entremeses es quizá el que habla a la actualidad, el que provoca más guiños entre los espectadores. Hay una crítica clara a la administración de aquel tiempo. Cervantes tuvo unos cuantos encontronazos con la justicia y en sus obras, con asombrosa vigencia, se encuentra una actitud crítica hacia el poder, envuelta de bromas, sí, pero bien clara. Como en tantas obras de la época, a veces es el personaje más humilde el que canta las verdades y provoca la airada reacción de los poderosos. Al final de este entremés, añade la compañía del corral de comedias de Almagro una última frase para remarcar aún más los parecidos entre lo visto en el escenario y lo que contemplamos a diario en los periódicos o los informativos. 

El tono de la segunda obra interpretada, El juez de los divorcios, es más cómico, aunque también subyacen algunas reflexiones, en este caso, sobre el matrimonio. De nuevo, hay partes de la vida de Cervantes en este entremés, ya que él vivió un matrimonio infeliz. Parece claro que esta experiencia condicionó la visión del escritor y dramaturgo sobre la institución del matrimonio, de la que no se muestra particularmente partidario en esta obra, en la que, de nuevo, hay una crítica clara a los principios sociales de la época. Las mujeres de la obra tienen más libertad que las mujeres en aquel tiempo. Cervantes les da voz, en pie de igualdad con sus maridos. No se trata, por supuesto, de leer obras de hace siglos desde la mirada del presente, pero es indudable que las mujeres de esta comedia tienen un elevado grado de libertad, al menos de quejarse sobre las amarguras que les acarrean sus respectivos matrimonios. En esa crítica social del autor, presente en casi todas sus obras, hay un componente claro muy adelantado a su tiempo sobre el creciente rol de la mujer en la sociedad. 

El último de los entremeses representados en esa tarde inolvidable en el corral de comedias de Almagro fue El retablo de las maravillas, que quizá es la más crítica con su tiempo de las tres. Dos feriantes acuden a una ciudad con un retablo del que, según cuentan, saldrán grandes maravillas que, eso sí, sólo podrán ver los cristianos puros. Cervantes cuestiona uno de los prejuicios imperantes en la época, ironizando esa postura, caricaturizándola. En otra lectura, sin olvidar lo hilarante de la comedia representada en escena, también se puede interpretar este entremés como una reflexión sobre la capacidad del ser humano de ver lo que quiere ver, de creer aquello que está convencido que debe creer, más allá de toda evidencia, contra la realidad, si es precioso. Fue una función divertida e inolvidable. La primera de muchas, espero, que disfrutaré allí donde quedan los ecos de cuatro siglos de teatro en Almagro. 

Comentarios