Postales de Perú (I): Lima


Las casas coloridas del centro histórico de Lima y las muy floreadas calles de la capital peruana persiguen contrastar con ese cielo gris como la tripa de un burro, según lo describió Franciso Pizarro. Es Lima una ciudad ecléctica, llena de contrastes, mil veces reinventada, en parte por los sucesivos terremotos que la han sacudido. Tiene ese bullicio desaforado de algunas grandes ciudades que, por alguna razón difícil de explicar, atrapan al visitante, dispuesto siempre a dejarse sorprender, en vez de causarle rechazo. Lima tiene 11 millones de habitantes, un tercio de la población de Perú, y eso se nota en los grandes atascos (“quien maneja en Lima puede manejar en cualquier parte”) y en el resonar constante de los cláxones. El sol no brilla. No hay un estilo propio limeño. Y sin duda quedan por delante todos los grandes alicientes del viaje después de esta primera toma de contacto con tierras peruanas. Pero algo tiene Lima que no la hace una visita perdida ni un lugar de paso más para alcanzar otras grandes metas. En un viaje corto, naturalmente, no se pueden ofrecer más que postales de un país, estampas imborrables puestas en palabras, que son las que compartiré en los próximos días, conmocionado aún por mi último viaje a Perú. 



La mención a Pizarro no es casual. Su tumba, imponente, está en la catedral de Lima, "por estricta decisión de la Iglesia católica", según nos cuentan. A Pizarro algunos lo describen en la capital peruana como el fundador de la ciudad y otros como el conquistador del país. Fue ambas cosas y unas cuantas más. Si a algo ayuda visitar Perú es a matizar algo la visión sobre la llegada de los españoles a América. El papel de esos aventureros, sus indudables excesos, pero también el incuestionable vínculo construido con esos países, donde uno se siente desde el primer momento como en casa. 

En el espacio en el que descansan los restos de Pizarro se encuentran bellos mosaicos que rememoran uno de los episodios más famosos del extremeño, cuando trazó una línea en la playa animando a sus hombres a perseguir riquezas inimaginables. Sólo trece le siguieron. Al final, Pizarro terminó siendo matado por un hijo de Diego de Almagro, aliado en las conquistas de aquel, enemigo a muerte después. Amigo de Pizarro fue también el capitán Jerónimo de Aliaga y Ramírez, a quien el fundador de Lima le entregó un palacio imponente, aunque no lo aparenta su fachada, cerca de la plaza de armas de Lima, allí donde se concentraba el poder político, el militar y el religioso de la ciudad. Hoy la Casa Aliaga abre sus puertas a visitar, recreando la vida de esa familia, que generación tras generación ha seguido controlando ese inmueble hermoso, un oasis en el caos limeño. 

Llegar a Perú y constatar que la fascinante civilización inca representa sólo una mínima parte de la historia del país es todo uno. Comenzamos la visita a Lima contemplando la Huaca Pucllana. Huaca significa templo o lugar sagrado en quechua y los restos encontrados pertenecen a la cultura Lima, que tiene 1.500 años de antigüedad. Lima, Perú entero, sigue encerrando en sus suelos secretos y huellas de civilizaciones pasadas, que poco a poco se siguen descubriendo y poniendo en valor. 

Impacta la visita al Museo Larco, donde se encuentran multitudes de vasijas y otros restos pertenecientes a la cultura mochica. A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los museos, en éste sí se puede visitar el depósito, con miles de piezas que representan los distintos aspectos de aquella cultura, desde las profesiones de entonces hasta los animales domésticos, de sus instrumentos musicales a las frutas de las que se alimentaban, pasando por las relaciones sexuales de aquella época. La civilización mochica es una de las 87 culturas previas a los incas. En el impresionante museo se encuentran también huellas de los sacrificios rituales para pedir lluvia que hacía aquel pueblo,  que celebraba los enterramientos en posición fetal, porque se entendía que la muerte no era más que el paso a otro mundo, así que convenía despedirse de éste como se vino a él. Los chimú fueron conquistados por los incas, cuya confrontación con otros pueblos a los que sometió o defraudó contribuyó a acelerar el final de aquel imperio. 

Paseamos también por varias zonas de Miraflores, el barrio más seguro y de más nivel de la ciudad, como el Parque Kennedy. Avanzamos hacia el centro por el antiguo cercado de Lima, donde ahora hay grandes avenidas donde había murallas para repeler a los piratas ingleses cuando el país era colonia. Allí tan pronto se encuentra uno un palacio francés como viviendas de la épica colonial o la imponente Plaza San Martín, dedicada al libertador José de San Martín, donde se celebran las mayores festividades de la capital peruana, como el aniversario de su creación o la fiesta nacional del país, el 28 de julio. 

Uno de los puntos más recientes de la ciudad, y también de los más bellos, es el parque del Amor, que naturalmente se inauguró un 14 de febrero. Inspirado en el Parque Güell, hay bancos de cerámica con versos y frases de amor ("te desvisto como quien pela una fruta", "es el amor en flor que ha reventado", "si sonara el amor intenso como el mar", "amar no es un delito"...). El parque está presidido por una inmensa escultura de dos amantes, obra de Víctor Delfín. Y de fondo, el Océano Pacífico. Un hermoso lugar  dedicado al amor, que solo parece trivial por culpa de los que no han amado, como escribió Émile Cioran. Aún nos queda tiempo para visitar algunas librerías de la ciudad, como La Familia, un encantador café librería, con un amplio espacio dedicado a distintos géneros, donde las obras de Vargas Llosa tienen un lugar privilegiado, y donde aprovecho para comprar dos novelas de sendos autores peruanos, el mejor souvenir posible de esta ciudad. 

Mañana: Arequipa y Valle del Colca. 

Comentarios