Europa insolidaria

En un tiempo en el que el mar escupe a las costas cuerpos sin vida de niños y en el que las muertes de personas que buscan una vida mejor se cuentan por decenas a diario, sólo quedan dos opciones: salvar vidas o mirar hacia otro lado. Es una emergencia humanitaria, ante la que muchas personas en Europa están optando claramente por la segunda vía. Miran hacia otro lado. Les da exactamente igual a muchos gobernantes, como los socios de Angela Merkel en Alemania, que exigen a la canciller un poco más de inhumanidad si quiere seguir en el gobierno, o como el nuevo ejecutivo italiano, resucitando el fascismo en uno de los países que más lo sufrió. Es lamentable que tantos políticos miren hacia otro lado, pero lo es mucho más que lo hagan tantas personas corrientes, que votan a esos políticos racistas y que además siempre encuentran una forma de alejarse con frialdad de la tragedia de los seres humanos muertos de indiferencia en el Mediterráneo. 


Me intriga mucho esa capacidad de tantas personas corrientes de distanciarse por completo del drama de los refugiados. ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo funciona ese proceso de deshumanización? ¿Nunca se ponen, ni por un segundo, en la piel de esas personas forzadas a abandonar su país por la guerra, la miseria y la falta de oportunidades? ¿En serio creen tener una especia de derecho natural superior al de otro seres humanos sólo por haber nacido en un lugar del mundo en vez de otro? ¿Piensan de verdad lo que dicen cuando, muy serios, afirman que, claro, es una pena lo que pasa con estas personas, pero que no podemos atenderlas a todas? ¿Consideran que desde su posición de ciudadanos occidentales con un Estado del bienestar inimaginable en otras partes del mundo, con una vivienda y sin necesidad de echarse al mar para salvar la vida pueden hablar con semejante falta de humanidad de tantas personas que no tienen nada? ¿No piensan en sus hijos, sus sobrinos o sus primos cuando ven a esos niños muertos frente a las mismas costas en las que aquellos se bañan disfrutando del verano? 

Es detestable la falta de humanidad en los gobernantes europeos, a quienes la Historia juzgará severamente. Pero no debería juzgarnos con más benevolencia a nosotros, los ciudadanos que no exigimos a nuestros políticos que atiendan con generosidad la tragedia de tantos seres humanos que claman auxilio. Repugnan los discursos abiertamente racistas de tantos que, naturalmente, con la boca pequeña dicen que es una pena lo que ocurre, pero que acto seguido, siempre hay un pero, cuentan que no podemos hacer nada. Es decir, defienden que estas personas sigan muriendo ante nuestras costas, porque aquí, ay, no tenemos recursos para atenderlos. Y, claro, si alguien les enseña las fotografías de niños muertos frente a las costas de Libia o les relata las historias personales detrás de estos seres humanos a quienes desprecian desde su privilegiada posición de ciudadanos occidentales, rápidamente le llaman populista y demagogo. 

Obviamente, encontrar una solución a esta tragedia humanitaria no es sencillo. Pero es igualmente obvio que dejar morir a estos seres humanos no es una opción. Faltan medios en el mar para atender a estas personas. Es inaceptable que las ONG tengan que cubrir aquellas necesidades a las que no llegan los Estados. Y repugna que la presión ciudadana que sienten hoy en día muchos de los políticos europeos no sea para exigir una solución humanitaria a este drama, sino para pedir un poquito más de xenofobia, una pizquita más de indiferencia y racismo

Hay decenas de muertes a diario en el mar y ante ello no hay alternativa posible. Pero, sin embargo, Europa, salvo las honrosas excepciones de ONG como Proactiva Open Arms que mantiene la decencia en un tiempo indecente, no responde a este drama. O lo hace con racismo, con noticias falsas sobre los inmigrantes, con discursos racistas que agitan el miedo al diferente. Todo ello, por cierto, en sociedades extraordinariamente envejecidas, que necesitarán inmigración irremediablemente. Pero ese es otro debate. Por supuesto que hay que intentar resolver los problemas de estas personas en origen. Naturalmente que se tiene que buscar un acuerdo humanitario global que implique a todos los países de la Unión Europea. Pero asistimos a una emergencia. Hay personas ahogándose en el mar, así que desconfiemos de los que, antes de intentar salvarlas, abren discusiones sobre la sostenibilidad del rescate. Se llama humanidad o falta de ella. 

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