El ángel de Budapest

El obituario de Ángel Sanz Briz publicado en ABC después de su muerte en Roma en 1980, donde era embajador de España en El Vaticano, remarca que el diplomático fue el primer embajador español en China. Ni siquiera menciona su trabajo en la embajada de Budapest, en un momento crucial de la historia de Hungría, en el que el nazismo amenazaba la vida de un millón de judíos. Sanz Briz, conocido como el ángel de Budapest o el Oskar Schindler español salvó a 5.000 judíos, pero mantuvo una gran discreción sobre esa hazaña durante toda su vida. Apenas concedió dos entrevistas a medios de escasa cobertura. Y ni siquiera pudo aceptar el premio de Justo entre las Naciones, concedido por el Estado de Israel en 1966, porque el franquismo no tenía entonces relaciones con aquel país y él, leal, rechazó el galardón. Ni siquiera entonces habló de ello con su familia. No hizo nada para que se conociera su heroico comportamiento, su labor crucial para salvar tantas vidas. Además de digno y admirable, fue humilde, y sólo pasados los años su figura empezó a recibir el reconocimiento merecido. 

En la impactante exposición Auschwitz: No hace mucho, no muy lejos, que seguirá más tiempo del previsto en la Fundación Canal se recuerda su historia, que ha aparecido en libros y series televisivas, pero sigue siendo mucho menos conocida que la de otros héroes que salvaron vidas de judíos de la sinrazón y el odio de los nazis. En El ángel de Budapest, de Julio Martín Alarcón, se repasa la vida de este hombre excepcional durante su estancia en el embajada española en la capital de Hungría. El país se había convertido prácticamente en uno de los últimos refugios de los judíos, perseguidos por toda Europa, así que más de un millón de ellos viajó a Hungría en los años 40. Pero esa cierta protección, sólo relativa, ya que había un máximo legal del 6% de judíos en la administración y la universidad y se prohibían las relaciones sexuales entre magiares y judíos, se tambaleó cuando Miklós Horthy, entonces jefe de Estado del país, entregó Hungría a los nazis. 


La historia narrada en esta novela es estremecedora. El autor explica cómo dos supervivientes de Auschwitz contaron al mundo lo que ocurría allí, al revelar una copia de los protocolos del campo de la muerte. Es una información que conocieron Rudolf Kastner, del Comité para el rescate judío y Samu Stern, del Consejo judío, que era una institución creada por los nazis o sus partidos afines en países europeos para implicar a la propia comunidad judía en la persecución de su pueblo. El papel de este tipo de autoridades se ha debatido mucho a lo largo de la historia. Hay quienes considera que los judíos que participaron en ellas fueron unos traidores, mientras que otros defienden que en realidad estas personas intentaban minimizar la amenaza para los judíos, creyendo poder contribuir a ello si colaboraban con los nazis. 

La labor del ángel de Budapest no fue nada sencilla. No sólo desafió a las autoridades próximas a los naizs en Hungría, sino que tuvo que lidiar con las reticencias de Franco. Los antecedentes no acompañaban a su labor humanitaria, ya que un tiempo antes Sebastián Romero Radigales, embajador español en Atenas, intentó repatriar a cientos de sefardíes, pero el gobierno de Franco lo rechazó. Sin embargo,  Sanz Briz logró enviar a España a miles de judíos, haciéndoles pasar por sefardíes. No podrían quedarse en España, sino sólo estar en tránsito por el país, pero al menos salvaban la vida. El ángel de Budapest, gracias a cuya excepcional labor se salvaron 5.000 personas, se aferró a una ley de la época de Primo de Rivera que otorgaba la nacionalidad española a los sefardíes. Hasta el final, Sanz Briz salvó vidas y fue un héroe que no buscó reconocimiento alguno por su ejemplo, lo cual lo convierte en alguien aún más admirable. 

Sanz Briz no fue el único diplomático de países neutrales o no beligerantes que ayudó a salvar vidas de judíos en Budapest. En el libro también se explica la valentía y el compromiso contra la locura nazi de Carl Lutz, vicevónsul de la embajada de Suiza; Raoul Wallenberh, segundo secretario de la embajada de Suecia; y Angelo Rotta, nuncio apostólico en Budapest. Ángeles todos ellos. Personas que mantuvieron la dignidad en una época de sinrazón, violencia y odio al diferente. 

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