"Volad, canciones, volad", reza un pequeño cartel en el umbral de la puerta que separa el bar de Libertad 8 de su zona de conciertos, esa bellísima sala que es el templo de la canción de autor en Madrid. Uno de los versos de Magia, que aparece en el último disco de Luis Ramiro, dice: "el cuento cambia y todo es magia si estás en él y miras bien, y las canciones tuvieron alas, yo piloté el Yesterday". Anoche volaron las canciones, sí. Fue una nueva noche mágica con los temas del cantautor, que interpretó varias canciones que no suele incluir en su repertorio habitual.
El escenario es el hábitat natural de Luis Ramiro. Sobre todo, escenarios como este de Libertad 8, pequeño, íntimo, encantador. No necesita una razón especial para dar un nuevo concierto, como tampoco la necesitamos quienes seguimos su música y sus versos. La gira de un disco o de un nuevo libro de poemas se mezcla con otra. No hay razón más que celebrar la vida con sus temas, con los más tristes o nostálgicos ("la nostalgia es la única foto que guardo de ti", canta en Pandora), y, claro, también con los alegres, que haberlos haylos, como ese Mañana nos casamos en Las Vegas con el que siempre termina sus conciertos.
Todo empezó con Te quiero y te odio, para continuar después con algunos de sus temas clásicos, y con otros más infrecuentes en sus últimos conciertos, en algún caso, por petición del público, como Los siete pecados, maravillosa. Sí suele cantar más, porque además es su tema preferido de su último disco, Mi último paisaje, una canción que, según contó, también le gustaba especialmente a Andrés Lewin, el recordado cantautor, fallecido hace dos años. Luis Ramiro también recitó muchos poemas, más que de costumbre, lo cual fue maravilloso. Varios de ellos, sobre las mujeres y su libertad, unos versos que resonaron con especial fuerza ayer, cuando las calles de Madrid y de otras ciudades se llenaron de personas clamando contra las injusticias de la Justicia y contra el insufrible machismo de esta sociedad.
Otro de los poemas, Vivir, reivindica que estamos de paso y que, como dijo el cantautor, "la vida se esconde en los hospitales", y generalmente es sólo cuando hay contrariedades de salud o de otro tipo cuando nos percatamos de la fugacidad de la vida y de lo importante que es saber disfrutarla. El concierto de anoche no se repetirá, como ningún otro gran momento que vivamos con la gente que queremos, así que hay que disfrutarlos todos con la mayor intensidad posible. Es un poema hermoso:, que nos recuerda que "Vivir es adictivo y misterioso, son rápidos y lentos los inviernos, sabemos que el reloj es caprichoso y hay ratos que parecen ser eternos. Por eso aprovechemos el momento, la vida es un paréntesis divino, vayamos a abrazarnos contra el viento".
Los versos de Luis Ramiro incorporan aspectos de la vida cotidiana, desde el Whatsapp hasta cualquier pequeño detalle del día a día. Todo es lírico con el filtro de sus canciones y de sus poemas, todo encierra una belleza especial. En la parte final del concierto sonaron varios de sus clásicos, como Relocos y recuerdos, que para mí sigue siendo su mejor canción. Antes de que llegara un delirante y divertido "Yo nunca he..." con el público, el cantautor tuvo tiempo de recitar otro poema, muy en la línea de Vivir, llamando a celebrar la vida y disfrutarla. Brindemos, poema perfecto para recordar la maravillosa noche de ayer en Libertad 8, siempre la penúltima:
Brindemos por los presos que se fugan,
por todos los suicidas que no saltan,
brindemos por los sueños que madrugan,
por todos los "te quiero" que nos faltan.
Brindemos por los trajes que se arrugan,
por las imperfecciones que resaltan,
brindemos porque no se centrifugan
las olas del amor que nos exaltan.
Brindemos por los curas cuando dudan,
por ese ateo en un confesionario,
por los vecinos rancios que se mudan.
Brindemos por el Goya al secundario,
por majas sin pintar que se desnudan.
Brindemos. Por vivir sin formulario.
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