Masacre de Israel en Gaza

El conflicto entre Israel y Palestina es complejo, probablemente el más enquistado del mundo. Sin duda, ambas partes tienen sus razones o, al menos, es preciso intentar comprenderlas a ambas. Naturalmente, no hay más que solución que la de dos Estados condenados a entenderse, a convivir al lado del enemigo de décadas. Por supuesto, no hacen ningún bien a este conflicto las interpretaciones de brocha gorda, ni las sectarias, sino las que buscan la concordia. No se trata de abrazar una de las dos causas y compartir su odio visceral a la de enfrente. Pero, dicho esto, cuesta mucho asistir a ciertas interpretaciones tibias de la masacre provocada ayer por Israel en Gaza. El ejército israelí asesinó ayer a 56 palestinos, entre ellos, un bebé de ocho meses, y causó más de 1.000 heridos. Es una realidad objetiva e incuestionable, por más que se maquille en determinados medios de un modo particularmente obsceno. 


Esos 56 palestinos no murieron, así, por casualidad todos de golpe. No murieron sin que nadie causara su muerte, como a veces mueren en ciertos medios de comunicación las mujeres que son asesinadas por hombres. No, no han muerto. Ni han aparecido muertos. Han sido asesinados, con todas las letras. Asesinados a tiros por un ejército que aplastó a sangre y fuego las protestas de los palestinos. Se podrá afirmar que eran protestas violentas. De acuerdo. Se podrá criticar las actitudes inaceptables de Hamas y sus múltiples errores, por supuesto. Pero jamás, bajo ningún concepto, en ninguna circunstancia, se puede sofocar una manifestación provocando 56 muertes. No es posible. No es nada distinto a una represión brutal, a una masacre inaceptable. 

Israel tiene aliados de peso, que hacen muy bien en defender a su socio. Pero hay actos indefendibles y la masacre provocada ayer por el ejército israelí es uno de ellos. Una represión sangrienta contra un pueblo que sufre desde hace años un atroz bloqueo, que está condenado a vivir en una cárcel, en una estrecha franja de tierra con innumerables carencias. Ayer había problemas para atender a los heridos, porque en los hospitales de Gaza falta lo más elemental. Esa es la situación, exactamente esa, un ejército poderoso sofocando a tiros la protesta de unos manifestantes armados con palos y algún neumático quemado. Israel no se defendió. Israel masacró. Ninguna salida se podrá encontrar a este conflicto si no se llaman a las cosas por su nombre, porque entonces será imposible asumir responsabilidades. 

Entre esos aliados poderosos de Israel está Estados Unidos, que con la Administración Trump ha decidido echarse en brazos de Benjamin Netanyahu. La práctica totalidad de las decisiones del presidente estadounidense en política internacional ha seguido los dictados de Israel, desde la provocadora y explosiva apertura de la embajada estadounidense en Jerusalén hasta su ruptura del histórico acuerdo que Obama alcanzó con Irán sobre su programa nuclear. Entre avanzar hacia la paz y complacer a Israel, Trump no ha dudado ni un segundo. Aunque eso implique hacer del mundo un lugar menos seguro. Aunque haya destrozado la posibilidad de que Estados Unidos pueda ser un mediador reconocido por ambas partes, como otras veces en el pasado fue. Aunque eche más gasolina al fuego con sus irresponsables declaraciones y decisiones relativas a este conflicto. 

Tener a un patán incompetente en la Casa Blanca provoca estas cosas. Abrir una embajada en Jerusalén es hacer una declaración de guerra, torpedear todos los puentes que pudieran conducir a un cuerdo pactado. Nadie creerá en la imparcialidad de Estados Unidos en este conflicto endiablado. Para seguir con su ignominiosa postura, Estados Unidos está bloqueando en la ONU cualquier iniciativa destinada a investigar la inaceptable masacre provocada ayer por su aliado israelí, mientras la hija del presidente Trump celebraba en una pomposa fiesta en Jerusalén la última ocurrencia de su padre. Para hacer todavía más daño, para destrozar un poco más cualquier esperanza de reanudar el proceso de paz, enterrado desde hace años, Estados Unidos adelantó la apertura de su embajada en la ciudad tres veces santa (para católicos, musulmanes y judíos) al día en el que Israel conmemora la creación de su Estado, que es a su vez el día de la catástrofe para los palestinos. 

El conflicto entre Israel y Palestina no tiene una solución sencilla, obviamente. Es difícil concluir qué es lo que necesita exactamente, pero quizá podemos empezar por decidir qué es lo que no necesita. No necesita a un ejército israelí que asesine a tiros a manifestantes. No necesita a un gobierno estadounidense que agita aún más el conflicto con cada paso que da. Ni necesitamos medios que maticen la masacre israelí cometida ayer en Gaza, como si fuera posible negar la evidencia. Israel y Palestina necesitan paz. Y ayer los gobiernos de Israel y Estados Unidos la alejaron un poco más. 

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