Intimidación, indefensión e indignación

Lo más indignante de la sentencia contra los miembros que se hacen llamar la manada y planean sus cazas en grupos de WhatsApp en los que hablan de cómo asaltar a mujeres es que se relata de forma escalofriante una violación en grupo a una joven en Pamplona para, después, afirmar que, bueno, en fin, violación como tal no hubo, en todo caso, y como mucho, agresión sexual. Es lamentable. No es que los jueces no reconozcan los hechos denunciados (uno de ellos, sí, porque él sólo ve jolgorio sexual), es mucho peor. Reconociendo en los hechos probados que no hubo consentimiento alguno, que la chica estaba rodeada por cinco hombres que le bloqueaban la única salida de aquel portal angosto y que sintió agobio y dolor por esa agresión, es decir, describiendo de forma detallada una violación, lo que sólo puede ser una violación, acaban no condenando a estos tipos por violación, sino sólo por agresión sexual, porque entienden que no hubo violencia ni intimidación. 


La sentencia ha provocado una oleada de indignación. Las mujeres, que dieron una lección e hicieron historia el último 8 de marzo, volvieron a tomar las calles. Gritando contra esta sentencia, con tufillo patriarcal y machista. Clamando contra esta terrible sensación de indefensión que deja el veredicto de los jueces. ¿Cómo puede no haber intimidación en una situación como la descrita por los propios jueves? ¿Cómo puede uno de los jueces afirmar incluso que ve a la mujer disfrutar del sexo en las imágenes que grabaron los propios agresores, para humillar aún más a la víctima, para echar unas risas con sus amigotes? Uno tiene la sensación de que hay pocas personas en España que puedan interpretar estos hechos como algo distinto a una violación, pero resulta que tres de esas personas eran las encargadas de juzgar la agresión. Ahora, sólo queda confiar en que el Tribunal Supremo haga justicia, porque la sentencia de ayer se antoja injusta y deja a las mujeres en una indefensión preocupante. 

Si la sentencia de ayer está dictada con base legal, urge cambiar ya el Código Penal. Es anacrónico que se distinga entre abuso sexual y violación por la presencia o no de violencia e intimidación. ¿Acaso es posible que se agrada sexualmente a alguien sin ejercer algún tipo de intimidación? ¿Acaso no hay intimidación en cinco salvajes rodeando a una joven para forzarla a mantener relaciones sexuales con todos ellos? ¿En qué mente cabe eso? Es asqueroso, repugnante. Hay que respetar a la Justicia. Eso es incuestionable, exactamente igual de incuestionable que lo es que a veces la justicia resulta injusta, que resulta insoportable que algo como lo que describe detalladamente la sentencia no se considere violación. Si es una cuestión de que la ley está mal redactada, cambiemosla ya. Es urgente. Imperioso. No podemos esperar más. 

Basta leer los hechos probados de la sentencia para indignarse. Escriben los jueces, por ejemplo, "al encontrarse en esta situación, en el lugar recóndito y angosto descrito, con una sola salida, rodeada por cinco varones, de edades muy superiores y fuerte complexión, conseguida conforme a lo pretendido y deseado por los procesados y querida por estos, la denunciante se sintió impresionada y sin capacidad de reacción". También relatan, algo más adelante, que "la denunciante sintió un intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados". O más: "la denunciante en estos dos últimos vídeos está agazapada, acorralada contra la pared por dos de los procesados, expresó gritos que reflejan dolor y no apreciamos ninguna actividad de ella: estas imágenes evidencian que la denunciante estaba atemorizada y sometida de esta forma a la voluntad de los procesados". ¿Cabe descripción más dura y clara de una violación? 

La sentencia ha causado una indignación social, porque no entendemos nada. Es incomprensible que esos hechos probados por los jueces no conduzcan a una condena por violación. ¿Cómo es posible que los mismos jueces que prueban que eso ocurrió no lo califiquen de violación? ¿No les parece suficientemente intimidante que la joven estuviera rodeada por cinco jóvenes que la forzaban para tener sexo con ellos? ¿En serio alguien puede sostener que eso no es intimidación, que no es una situación violenta? La sentencia muestra una enorme indefensión. El mensaje para las mujeres es claro y doloroso: si no te resistes, no se considerará que has sufrido una violación, y sólo si te resistes y te juegas la vida, entonces sí, si con suerte sobrevives, ya si acaso se puede condenar a los agresores por violación. Es impresentable. No se puede soportar. Da asco. Provoca arcadas. 

Lo único positivo de esta noticia repugnante, de esta sentencia incomprensible, es la oleada de indignación que salió ayer a las calles de toda España. Porque ante ese mensaje lamentable e inquietante de la sentencia (sin resistencia física no hay violación), la sociedad respondió con otro mensaje igualmente nítido: ya está bien, no podemos soportar más este odioso machismo. "No es no", "Yo sí te creo" o "De vuelta a casa, quiero ser libre, no valiente" fueron algunos de los mensajes que sonaron ayer en las calles. Vivimos una revolución imparable, porque la sociedad, buena parte de la misma, ha entendido al fin que hay que defender el feminismo, esa idea radical de tratar a las mujeres como seres humanos. Y sentencias patriarcales como la que conocimos ayer demuestra cuán lejos estamos de esa igualdad real que debemos exigir y por la que, como se volvió a ver ayer en las calles, seguiremos luchando, porque se acabó el tiempo de la impunidad machista. 

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