El polvorín sirio

Con su estilo frívolo e irresponsable, a través de su cuenta de Twitter, Donald Trump anticipó esta semana un ataque militar contra el régimen del tirano Al Assad, el dictador sirio que está exterminando a su pueblo para mantenerse en el poder. El presidente estadounidense es todo lo contrario a un líder sereno y fiable. Es una persona desequilibrada, poco más que un patán de barra de bar. Sin embargo, la amenaza contra el régimen sirio no dista, salvando por supuesto las distancias de sus formas de tuitero encendido, de la que ya hizo su antecesor, Barack Obama. El antiguo inquilino de la Casa Blanca también situó como línea roja para actuar contra Al Assad el uso de armas químicas contra la población civil. Pero, cuando se demostró que el tirano de Damasco atacaba a su propio pueblo con armas químicas, nada le venía peor a Obama que intervenir en Siria, más allá del discreto envío de armas a los rebeldes. Así que se inventó un acuerdo vergonzoso en el que Rusia, nada menos, ejercía de observador que certificó que el régimen sirio se deshacía de sus armas químicas. Obviamente, fue una patraña y Al Assad ha seguido empleando esta clase de armas para mantenerse en el poder a sangre y fuego. 


Ahora, cuando se la ha ido un poco la mano y la última matanza ha superado los límites de lo tolerable por la comunidad internacional, cuando las imágenes de niños sin poder respirar por los ataques con armas químicas del tirano, de pronto se vuelven a rescatar esas líneas rojas. Y Trump critica a Rusia, el aliado de Al Assad, quien es corresponsable de las masacres del dictador sirio, afirmando que la relación entre Estados Unidos y el país de Putin es la peor de siempre, incluida la Guerra Fría. Más allá de sus excesos verbales y de que Trump sea el líder más impresentable que pudiéramos imaginar, sin duda hay una base de verdad en lo que dice. Al Assad está masacrando impunemente a su pueblo. La comunidad internacional se ha dedicado a mirar hacia otro lado. Y hemos llegado a un punto en el que el régimen del tirano está a punto de recuperar el poder, a costa de exterminar a los rebeldes y de propiciar en Siria el caldo de cultivo ideal para atraer a toda clase d fanáticos. 

La inacción de la comunidad internacional y la salvaje reacción del dictador contra las movilizaciones de su pueblo clamando libertad en 2011 han conducido a Siria a una situación explosiva. El país es un polvorín. El rincón más peligroso del mundo. Un país que contiene muchas guerras en una. La original, con la que comenzó todo en eso que quizá con excesiva candidez llamamos en su día primavera árabe, la lucha del pueblo sirio contra el dictador que llevaba décadas oprimiéndoles. Pero pronto, a medida que Al Assad burlaba cada intento de diálogo de la ONU, todo se complicó más. Grupos fanáticos terroristas que camparon a sus anchas por el país. Más tarde, países extranjeros entraron, de forma más o menos directa, en la contienda. Entró, tímidamente, Estados Unidos, armando a los rebeldes. Y entró, hasta el fondo, Rusia, que desde el minuto uno se convirtió en el principal aliado de Al Assad, sin importarle mancharse las manos de sangre. 

El conflicto tiene también una derivada religiosa. Irán, país chií, apoya sin fisuras al régimen de Al Assad, también chií, porque lo ve como parte de su guerra en el mundo islámico contra Arabia Saudí, suní. También hay milicias kurdas en el terreno, que luchan contra el régimen y también contra Turquía. La milicia chií de Hezbola está igualmente en la guerra, apoyando a Al Assad, contra el que está, en un segundo plano, Israel. Y esto es sólo un resumen muy simple de lo que ocurre en el país. Por eso Siria es el gran polvorín mundial y por eso la entrada de Estados Unidos, que Rusia interpretaría como un ataque a un aliado, y por tanto a ella misma, podría tener consecuencias imprevisibles. No hay opción buena en Siria, porque debilitar a Al Assad puede significar fortalecer a grupos terroristas. Pero, a la vez, mantener al tirano en el poder es asegurar que continuará masacrando a su pueblo. Está inhabilitado como líder, básicamente porque es un criminal de guerra que ha violado de forma reiterada los Derechos Humanos. 

Nada que haga o deje de hacer Estados Unidos en Siria resolverá la crisis de aquel país. Pero convendría que muchos no se hicieran hoy los sorprendidos si aquel país decide intervenir contra un régimen criminal, como parece que también podría hacer la Francia de Macron, quien puso igualmente como línea roja las armas químicas. A pesar de ser una opinión muy extendida, en Siria la guerra no comenzaría ni mucho menos cuando Estados Unidos bombardeara el país, porque Siria lleva años desangrándose, ante la pasividad de casi todo el mundo, incluidos los que ahora pondrían el grito en el cielo si Estados Unidos ataca a un dictador que masacra a su pueblo. Eso no significa que un ataque de Estados Unidos vaya a solucionar nada, posiblemente, de hecho, ocurra todo lo contrario, lo complicará aún más. 

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