Proactiva Open Arms

"Confío en la humanidad, a pesar de todo", escribe Óscar Camps, fundador de la ONG Proactiva Open Arms, en su perfil de Twitter. Esas palabras, "a pesar de todo", significan mucho, especialmente en estos días, en los que la Justicia italiana, criminalizando la labor en defensa de los seres humanos que se juegan la vida en el Mediterráneo que hace esta asociación, reclama 3,2 millones de euros a Open Arms. Los miembros de esta asociación se negaron a entregar a los seres humanos que habían rescatado a las patrulleras libias, porque en ningún rescate anterior se había hecho así, porque Libia no está reconocido como un destino seguro para los refugiados y porque su prioridad era atender a esas personas asustadas, como lo ha sido desde el origen de esta admirable ONG. Italia acusa ahora a Open Arms de ayudar al tráfico ilegal de personas, nada menos. 


Una prueba de lo injusto de este proceso legal que está sufriendo esta asociación, cuyo barco principal también ha sido retenido por las autoridades italianas, es que la multa que le reclaman es de unos 15.000 euros por cada persona rescatada. Como, en su ejemplar labor humanitaria, salvaron en el mar a 218 seres humanos, ahora se enfrentan a una sanción de 3,2 millones. Es decir, la misma Europa que mira hacia otro lado, la que muestra una indiferencia impresentable ante el drama de los refugiados, la que firma acuerdos indecentes con Turquía para desentenderse de la mayor crisis humanitaria desde la II Guerra Mundial, esa misma Europa, en fin, que no está a la altura, se dedica a criminalizar a quienes sí han dado un paso adelante para ayudar a las personas que escapan de las guerras, el hambre y el terrorismo, en busca de una vida mejor. 

Es propio de un relato de terror lo que le está ocurriendo a Proactiva Open Arms, que es algo que ya le sucedió antes a otras ONG que rescataban a personas en el Mediterráneo, convertido en un gigantesco cementerio. Esas personas admirables, las que nos permiten seguir confiando algo en el ser humano, las que dan un ejemplo con su acción solidaria, se ven perseguidas por las autoridades. No ayudadas, ni premiadas ni reconocidas, no. Perseguidas. Además de la multa millonaria, que probablemente acabaría con la propia asociación que tantas vidas ha salvado en el mar, el capitán del barco, Mark Reig, y la jefa de misión, Anabel Montes, se enfrentan a penas de tres años de cárcel. 

Una corriente de solidaridad e indignación ha inundado las redes sociales, con el hastag de #FreeOpenArms, pidiendo que se retiren los cargos, impresentables, insostenibles, contra quienes dedican tiempo, recursos y esfuerzos a salvar vidas, mientras la inmensa mayoría de la sociedad mira hacia otro lado. No basta con estos mensajes de apoyo, pero sin duda son necesarios. Porque los miembros de Open Arms merecen la admiración de toda la buena gente, la que sí siente algo ante el drama de los refugiados, la que valora el inmenso trabajo de esta asociación, la que confronta su valiente acción en el mar con la insoportable falta de humanidad de las autoridades europeas

Cuando se dejó de hablar de los refugiados en los informativos, cuando el racismo y el odio al diferente camparon a sus anchas por muchos países europeos, cuando los gobernantes externalizaban la gestión de esta crisis humanitaria como quien externaliza la gestión de los residuos, cuando seguíamos bañándonos indiferentes en ese mismo mar que acoge tantos cuerpos sin vida de personas a las que no supimos atender, cuando todo eso pasaba, en fin, los miembros de Proactiva Open Arms seguían con sus brazos abiertos, rescatando a seres humanos, sin perder el tiempo en politiqueos, sin conformarse con cuatro tuits solidarios, sin dudar que lo decisivo en este momento histórico es proteger a estas personas indefensas. No sólo no son delincuentes, no sólo es disparatado que se les acuse de delitos que, obviamente, no han cometido, que no se sostienen de ninguna forma. Son héroes, seres humanos admirables, de esos pocos que nos permiten seguir confiando en la humanidad, "a pesar de todo". 

¡Free Open Arms!

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