"La forma del agua" triunfa en los Oscar más latinos

La forma del agua, el delicado cuento de Guillermo del Toro que es un canto a la diferencia, se impuso anoche en los Oscar. El director mexicano se reivindicó como inmigrante y llamó al poder transformador del cine. Los protagonistas de su última película están desubicados, fuera de lugar en una sociedad opresora: un ser anfibio traído de América Latina y despreciado por casi todos, un pintor homosexual igualmente discriminado, una limpiadora muda de unas instalaciones secretas estadounidenses y su compañera negra (sublime Olivia Spencer), que se enfrenta  a una doble discriminación, por su color de piel en una sociedad racista y por ser mujer en una sociedad machista. Los héroes del filme de Del Toro son personales normales que se sienten diferentes. Y ese es el poder de esta fábula, visualmente impecable, que se puede leer como el cuento hermoso que es, pero también como un alegato contundente contra las políticas retrógradas y los movimientos intolerantes que recorren el mundo.


El ser anfibio de La forma del agua procede de América Latina y, precisamente, la noche de los Oscar fue ayer más latina que nunca. Guillermo del Toro ganó en la categoría de mejor dirección y su película, además de ser reconocida como el mejor trabajo del año, también se llevó el premio a la mejor banda sonora original y al mejor diseño de producción. No terminó ahí el reconocimiento a los cineastas latinoamericanos, ya que la muy mexicana Coco, de Pixar, se llevó dos Oscar: mejor película de animación y mejor canción original, mientras que la chilena Una mujer fantástica, de nuevo sobre una persona discriminada que se siente diferente, se llevó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. 


El recital interpretativo de Frances McDormand y Sam Rockwell en Tres anuncios en las afueras fue reconocido con sendos Oscar. Ella da vida a una mujer rota por el dolor de la pérdida de su hija y él a un policía pueblerino y algo corto de luces, con el que el espectador empatiza desde el principio. Estaban cantados estos premios, igual que el Oscar a mejor actor para Gary Oldman, por meterse en la piel de Winston Churchill en la irregular El instante más oscuro, en la que se refleja cómo el primer ministro británico durante la II Guerra Mundial movilizó al idioma inglés para la contienda con discursos encendidos. Oldman se convierte en Churchill, gracias en parte a la labor del equipo de maquillaje del filme, que fue igualmente reconocido con un Oscar. La mejor actriz de reparto fue Allison Janney por Yo, Tonya

La última joya de Christopher Nolan, Dunkerque, se llevó tres premios técnicos: mejor montaje, mejor edición de sonido y mejor mezcla de sonido. Un sólo galardón se llevó El hilo invisible, de Paul Thomas Anderson, en la categoría de mejor diseño de vestuario. La cinta de terror Déjame salir, que estaba nominada a mejor película, se llevó el Oscar a mejor guión original, mientras que la deliciosa Call me by your name tuvo que conformarse con el premio al mejor guión adaptado, para James Ivory, quien se convierte en el ganador más veterano de un Oscar, con 89 años. 

En la ceremonia de los Oscar hubo mensajes en pos de la igualdad, con menciones al movimiento Me Too (yo también), ese despertar feminista tan necesario, para denunciar desigualdades, acosos e injusticias machistas. Por lo que he podido leer, el presentador de la gala, Jimmy Kimmel, estuvo correcto, con mensajes contra el machismo y en favor de la igualdad. Emma Stone, encargada de entregar el Oscar a mejor dirección, presentó los nominados refiriéndose a "cuatro hombres y Greta Gerwig", en referencia a Lady Bird, la gran olvidada de la noche de ayer, en la que se cantó a la diferencia y la diversidad, porque para eso también sirve el cine. 

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