La conjura de Cortés

"Todas las cosas que me sucedían iban fuera de los términos ordinarios", nos cuenta Catalina Solís, la narradora de la fascinante trilogía de Matilde Asensi sobre el Siglo de Oro en las páginas de La conjura de Cortés, el último libro de la saga. Y, efectivamente, le suceden a la protagonista cosas fuera de los términos ordinarios, en estas tres magníficas novelas que saben combinar a la perfección el ánimo didáctico de mostrar aquella época (el funcionamiento de la sociedad, sus instituciones, el lenguaje de entonces) con el relato trepidante de las aventuras que le suceden a este personaje, también conocido como Martín Nevares o Martín Ojo de Plata, que es el hilo conductor de la saga. 

Después de conocer el principio de su historia, la razón por la que adopta su doble identidad masculina y femenina en Tierra firme, y de asistir a la venganza debida al juramento que Catalina/Martín le hizo a su padre en Venganza en Sevilla, en La conjura de Cortés llega la despedida de esta saga. Es la más redonda de las tres novelas que narran la historia de este personaje complejo, que adopta la cara que se le antoja, la de la Catalina Solís, elegante dama procedente de la alta sociedad de Sevilla, o la de Martín Nevares, patrón de un barco, valiente, que dedica su vida a eliminar de la faz de la tierra a todos los Curvo, la familia que destrozó la vida de su familia. 


Al comienzo de esta novela, las desgracias vuelven a sacudir a Catalina, quien aparentemente terminó feliz y satisfecha tras haber culminado, casi, si venganza en el libro anterior. Pero aquella novela concluía con las palabras "esa es otra historia", adelantando que no todo había concluido, que la vida de Catalina Solís aún tendría más aventuras y episodios "fuera de los términos ordinarios" que narrar. En esta obra, tarda en aparecer la conjura a la que alude el título, que es la trama central de la obra. Pero no se hace larga la espera, ya que ocurren muchas cosas hasta entonces. El amor, por ejemplo, que había empezado a sentir la protagonista en la novela anterior. Más historias de venganza. Más duelos con los Curvo. Regresan los cimarrones, los negros que se liberaron de la esclavitud y combaten contra la opresión en el nuevo mundo que España expolió. Y hay una aventura protagonizada por Catalina antes de que, cuando ya todo parece en calma, llega por casualidad, o no tanto, a su barco la noticia de esa conjura de Cortés que amenaza al Imperio entero, y en el que ella habrá de ponerse al servicio de esas mismas autoridades que nada hicieron contra las injusticias sufridas por Catalina y su familia. 

Igual que en las dos novelas anteriores de la trilogía, La conjura de Cortés ayuda a conocer más aquel periodo fascinante, con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y sus errores. Una época que ha dejado por siempre la unión idiomática y sentimental de España con un continente entero, pero en la que nuestros antepasados también cometieron atrocidades. Asensi muestra con precisión lo bueno y, sobre todo, lo menos bueno de aquel periodo. Por ejemplo, cómo podía estar infectado de corrupción y de miseria un país que extraía oro de forma permanente de ese nuevo mundo lleno de asombrosos recursos recién descubierto. 

Esta saga, magistralmente narrada por Asensi, ayuda a afrontar con más argumentos el debate clásico sobre la conquista de América, que puesto que estamos en España tantas veces se polariza entre quienes glorifican aquel periodo y quienes lo descuartizan sin piedad ni matices. Hay un pasaje especialmente esclarecedor en las páginas de la última novela de la trilogía, en la que leemos una lúcida reflexión sobre el papel de los españoles en América, y sobre la historia en general. El epílogo perfecto a las reseñas de estas tres obras que tanto he disfrutado: 

Así es la historia -dijo-. De no haber sido los españoles habrían sido los ingleses o los franceses o los flamencos. Sólo era cuestión de tiempo. ¿Qué más da? Siempre hay alguien sometiendo a otro, o invadiendo a otro, o matando a otro. Todo se muda, se reescribe y se transforma según las conveniencias. Cada cual mira los acontecimientos desde su esquina, con el rostro vuelto hacia la pared para no ver lo que no quiere. Yo desciendo de Axayácatl y Moctezuma, mas también de españoles y, a través de estos supuestos cristianos viejos, seguramente de moros y de judíos. ¿Habría yo nacido de no haber acontecido guerras e invasiones desde hace miles de años? De cierto que no. Como le he dicho, doña Catalina, así es la historia y más nos vale aceptarla pues nosotros somos su consecuencia.  

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