Un debate ágil pero insustancial

La Sexta volvió a ejercer ayer de televisión pública y organizó un debate entre candidatos de los siete partidos con representación parlamentaria en Cataluña a cuatro días de la celebración de las elecciones del próximo jueves. Fue un debate ágil, sin tiempos rígidos ni bloques pactados por los partidos, con una moderadora, Ana Pastor, que actuó como periodista y no como simple controladora de tiempos. Su primera ronda de preguntas, buscando poner en aprietos a todos los candidatos, es lo que se espera de una periodista, aunque tan pocas veces se vea en debates. El formato fue lo mejor de una noche en la que el nivel político fue más bien escaso y, desde luego, en la que no resultó nada fácil atisbar posibles salidas al bloqueo político catalán tras el 21-D.
 
El independentismo tiene un problema claro de falta de portavoces. Porque varios están en la cárcel y otros "en el exilio", se apresurarán a decir sus simpatizantes. Es cierto que Oriol Junqueras suele resolver razonablemente bien sus participaciones en debates y que él, igual que otros miembros del Govern, están en prisión condicional, algo que sin duda ha condicionado la campaña. Pero eso no justifica el pobre nivel de Carles Mundó, incapaz de concretar qué propone exactamente para Cataluña, sobre todo después de que la vía unilateral condujera al desastre. Fue impreciso Mundó, aunque en el comienzo de su intervención sí aclaró que su idea es intentar pactar con el Estado una vía bilateral para concretar la ruptura con España. Su minuto final, llamando abiertamente a los catalanes a votar pensando en las cargas del 1 de octubre muestra una inquietante pobreza argumentativa y una falta real de proyecto.
 
No fue mucho mejor la participación de Josep Rull, de Junts Per Catalunya, quien aseguró que una victoria de la formación de Carles Puigdemont sacaría inmediatamente de la cárcel a los políticos catalanes detenidos, demostrando una concepción de la separación de poderes más o menos igual de defectuosa que la vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, presumiendo de cómo Rajoy ha descabezado al independentismo. Pobre Montesquieu. Rull también se dedicó a restar importancia al efecto económico devastador e innegable que el proceso independentista ha tenido en Cataluña, echando la culpa de todos los males al gobierno central y rescatando el "España nos roba" y esa cifra de déficit fiscal de 16.000 millones, a la que tan nulo crédito dan casi todos los expertos.
 
A Rull se dirigieron la mayoría de las críticas de los partidos que centraron su intervención en asuntos sociales, sobre todo Xavi Domenech (Catalunya en Comú) y Vidal Aragonés (CUP). Mientras el segundo estuvo muy encorsetado durante toda la noche y arrastró la incoherencia manifiesta de formar parte de un partido que se dice de izquierdas pero dio soporte a un gobierno encabezado por un partido de derechas que aplicó recortes al gasto social ante su connivencia, el segundo defendió con mucha más contundencia su posición, que pasa por romper los bloques sobre el eje de independencia sí o no y centrar el foco en la desigualdad. El gran problema de Domenech, que fue quien mejor estuvo ayer en el debate, es que la vía que defiende, un gobierno junto a ERC, PSC o incluso la CUP, parece misión imposible, empezando por la firme oposición a ese escenario del PSC y de ERC.
 
Con problemas de afonía, al igual que casi todos los participantes en el debate, Inés Arrimadas defendió sin alardes su posición. Fue a asegurar. Cargando las tintas en el monotema, ese que tanto dice desagradarle pero que siempre centra todas sus intervenciones, se notó que Ciudadanos maneja unas formidables expectativas electorales, ya que buena parte de las críticas del independentismo, sobre todo por parte de ERC (el otro partido que podría ganar las elecciones) se dirigieron contra ella. La líder de la oposición estos años en Cataluña estuvo correcta y demostró tener una capacidad dialéctica superior a la mayoría de sus rivales, aunque patinó con un minuto final que más parecía un anuncio de teletienda que un discurso político. Los dardos del independentismo también se dirigieron hacia Xavier García Albiol. El representante del PP habló en algún momento del debate de reconciliación, que es más o menos como si Cristiano Ronaldo hablara de humildad.
 
Muy desdibujado y apenas sin voz, aunque de menos a más, estuvo Miquel Iceta (PSC). Fue quien menos tiempo habló, en parte porque su posición es una de las más difíciles. Su partido votó el 155 junto al PP, pero es muy crítico con cómo ha gestionado el gobierno central la crisis catalana. Niega continuamente que esté pensando en pactar con ERC, pero aun así en cada intervención pública se le cuestiona por ello. Quiere gobernar, pero sabe que no lo tendrá nada fácil. Se muestra claramente en contra del delirio independentista, pero intenta no cerrar puertas y tender puentes, como con sus propuestas de retomar todas las reclamaciones de Carles Puigdemont a Rajoy menos la del referéndum.
 
Fue un debate en el que lo único que quedó claro es que no hay nada claro. Con tanto veto cruzado, con tantos recelos y reproches multidireccionales, no resultará sencillo que se forme gobierno en Cataluña después del próximo jueves. El escenario de otras elecciones no se puede descartar. Desde luego, lamentablemente, parece más probable que otro en el que se decida romper los bloques e intentar llegar a un acuerdo de convivencia que suture las heridas de estos últimos meses. 

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