Bienvenidos a Occidente

Llega el final del año y, con él, las clásicas listas de los mejores libros de estos últimos doce meses. Estos artículos no tienen ningún sentido si lo que buscan es poner a competir entre sí a novelas con otras, como si fueran atletas que midieran su velocidad. Las listas sirven, eso sí, para recordar las lecturas con las que más se ha disfrutado, para compartirlas. En mi lista de lo mejor del 2017 literario ocupará sin duda un lugar especial Bienvenidos a Occidente, de Moshin Hamid, editado por Reservoir Books.
 
Es un libro excepcional, una delicia. Cuenta una historia sencilla con mucha sensibilidad y se acerca al drama de los refugiados del mejor modo posible, quizá del único, reflejando la historia de dos personas cuya vida se da la vuelta por completo por culpa de la violencia y la sinrazón, ante la indiferencia occidental. El libro es un cuento, una fábula hermosa, ya desde el principio, cuando leemos que “en una ciudad repleta de refugiados pero todavía relativamente en paz, o como mínimo no abiertamente en guerra, un chico conoció a una chica en un aula y no le dirigió la palabra. Así días enteros. Él se llamaba Said y ella Nadia”. Este comienzo, sencillo y delicado marca el tono de toda la obra. No leeremos discursos ni soflamas grandilocuentes ni escenas melodramáticas. No se pondrá el acento en situaciones particularmente dramáticas ni se recurrirá a los fuegos de artificio. No se escapa en ningún momento de la naturalidad, de la sencillez.
 
Son dos personas que se aman en medio del fin del mundo. De su mundo, al menos. De su ciudad, esa que ven destruirse poco a poco, quedar devastada, convertida en un lugar inseguro, en una localidad de la que escapar si se quiere seguir con vida. El libro es de esos pocos que uno puede abrir por cualquier página al azar seguro de que encontrará un chispazo de vida, una frase llena de lirismo que, desde la sencillez, transmite mucha verdad, que conmueve, que provoca una reacción en el lector. Camina uno por este libro con la sensación de estar disfrutando de literatura con mayúsculas, como levitando, como bañándose entre palabras. El tono del libro es encantador. Nada rebuscado, nada impostado. Una maravilla.
 
Elige el autor que el drama de los refugiados, sus viajes inseguros para buscar una vida mejor en Occidente, quede reducida a traspasar unas puertas misteriosas que conducen a otras ciudades. Es una decisión coherente con el tono de fábula que tiene la obra y también con su empeño por no cebarse en la tragedia de los protagonistas ni remarcar en exceso su drama. Se trata de que la vida fluya y es exactamente lo que ocurre en esta novela breve, de 170 páginas, que se saborea con un regusto dulcísimo, aunque la historia de los protagonistas sea dramática y veamos, con el paso del tiempo, cómo el desgarro de la emigración daña su relación.
 
Vemos en la primera parte de la obra a Said y Nadia amarse en su ciudad en llamas, una relación furtiva, secreta, oculta a ojos ajenos, a unos militantes violentos y fanáticos que no toleran su relación. Ellos sueñan con otra vida, con viajar, con vivir juntos aventuras. “Sus teléfonos estaban provistos de antenas, y dichas antenas olfateaban un mundo invisible como por parte de magia, un mundo que estaba al mismo tiempo en todas partes, a su alrededor, y en ninguna, transportándolos a lugares tan lejanos como cercanos y a lugares que no habían existido ni existirían jamás”, leemos en uno de esos pasajes excepcionales, tan frecuentes en esta obra, tan encantadores, tan mágicos. No se dice el nombre de la ciudadanía en ningún momento, porque es y puede ser cualquier ciudad: Alepo, Bagdad. Cualquiera.
 
Les vemos después tomar la decisión de poner tierra de por medio, de pagar a un traficante de personas para traspasar una de esas puertas y buscar una nueva vida. Llegan a Europa, donde reciben la solidaridad de uno pocos, la hostilidad de otros y la absoluta y cruel indiferencia de la mayoría. Las islas griegas, que reciben a tantos miles de personas que escapan de los horrores de la guerra y el terror. Londres, capital del país que decidió hace un tiempo romper con la UE, en buena medida, por desprecio al diferente, por miedo a quienes emigran al Reino Unido por falta de oportunidades en su país natal. El libro es una fábula, como decimos. Pero desde ese cuento, lanza un poderoso mensaje extraordinariamente necesario en tiempos de Brexit, de nacionalismos excluyentes (si es que existen nacionalismos que no lo sean) y de falta de humanidad. Este cuento, esta historia de Nadia y Said, que es la de tantos millones de personas en la era de la mayor emigración desde la II Guerra Mundial, logra conmover desde la sencillez y ser realista desde la fábula de esas puertas misteriosas. Es una mentira muy real, una ficción que conecta con lo que viven día a día tantos seres humanos. Es una delicia.
 
El estilo de la obra es prodigioso. Podría compartir multitud de pasajes enteros que dejan al lector sin respiración. Aquí va uno de ellos:
 
"Un día en que Nadia estaba sentada en los escalones de un edificio leyendo las noticias en su móvil enfrente de un destacamento de tropas y un carro de combate, le pareció ver en internet una foto de ella sentada en los escalones de un edificio leyendo las noticias en su móvil enfrente de un destacamento de tropas y un carro de combate y se asustó, preguntándose cómo era posible, cómo podía estar leyendo las noticias y ser ella misma la noticia y cómo el periódico podía haber publicado una imagen de ella instantáneamente, y buscó con la mirada si había algún fotógrafo cerca y tuvo la extrañísima sensación de que el tiempo se doblaba a su alrededor, como si ella estuviera en el pasado leyendo sobre el futuro, o en el futuro leyendo sobre el pasado, y llegó a pensar que si se levantaba y se dirigía a casa en aquel preciso momento habría dos Nadias, que se dividiría en dos Nadias diferentes, una se quedaría en los escalones, leyendo, y otra se iría andando a casa, y que cada Nadia viviría una existencia diferente, y entonces pensó que quizá se estaba volviendo loca, y al hacer zoom en la imagen vio que la mujer del hábito negro que leía las noticias en su móvil no era ella en realidad".
 
Lo dicho, una delicia.
 

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