Marwan en Bilbao

Dijo Marwan en un momento del concierto del sábado en Bilbao que este mundo es demasiado hostil para la sensibilidad y la ternura. Tal vez por ello se dedique en sus canciones a disparar contra la realidad, a embellecerla y a cantar a las pequeñas cosas que la mejoran, como en la deliciosa Conviene saber. El cantautor llenó de esa sensibilidad que tanto escasea en nuestros tiempos la sala Backstage de la ciudad vasca. Interpretó muchos de los temas de su ultimo disco, Mis paisajes interiores, el mejor disco del año, y también varias canciones anteriores en un concierto que duró más de dos horas y que no querríamos que hubiera terminado nunca.


Muchas de sus canciones tratan del amor, “porque en el amor está todo”. De las contradicciones, incoherencias y remordimientos del amor trata Cómo hacer que vuelvas, con la que abrió el concierto. Con un tono reflexivo y pasional a la vez, de fondo y de piel, de cabeza y corazón, canta al amor Marwan en Mi único motor. "Ya conozco tus temores, tus manías, tus desvelos, sé cuál es la talla exacta de tus sueños". También de amor, de despedidas en aeropuertos insensibles que no retrasan vuelos cuando hace falta, va Carita de tonto, que cantó rodeado de público tras bajar del escenario en uno de los mejores momentos del concierto.  "Quédate, que a esta terminal le dan igual tus sentimientos. Cuanto hace falta, nunca retrasan los vuelos. Me sientan tan mal los aeropuertos", canta. En esa canción extrae el lirismo y la carga sentimental, muy intensa, de los aeropuertos, sí, esos lugares tan fríos y a la vez tan llenos de historias. Y en esa capacidad de hacer poesía cantada con las despedidas en los aeropuertos, con cualquier rasgo cotidiano, está concentrada la sensibilidad de Marwan. 

Muchas canciones tratan de amor, sí, pero no sólo. El cantautor, hijo de refugiados palestinos, cantó el tema más social de su último disco, La ecuación, para recordar el drama de los refugiados ("Una boca estalla. Ya no hay otro dios. No hay más luz, no hay playas, para aquellos que huyen buscando un mundo mejor"). Citó a Rosa Montero, a Borges y a Galeano. De la primera, además de festejar su reciente premio de las letras, recordó una frase de una de sus últimas tribunas en El País, algo así como que vivimos en un tiempo en el que se acepta con normalidad lo inadmisible, como por ejemplo, la falta de humanidad en el trato a los refugiados

También la canción Necesito un país, que sonó reivindicativa, revolucionaria y hermosa, más aún en este momento de tanta crispación política. “Necesito un país que se arranque la tristeza, algo menos de rencor, algo de delicadeza”. Es un tema que no conocía de él. Excepcional. De gran carga social y política, cuando pide un país con el puño cerrado y el corazón abierto. O cuando desea un país "sin codicia ni muros, que sepa entender que no prohibir el futuro. Un país para todos que piense en la gente y que olvide los ceros que hay en su cuenta corriente. Un país que no tenga espinas. Un país que sólo se inclina ante la belleza de un hombre que ayuda a otro hombre, le dice que puede llegar a lugares que ni siquiera imagina. Necesito un país en las calles, un país que no falle cuando la revolución que soñamos estalle. Y que no se desmaye. Y que siempre subraye que la vida está cerca y se huele en el aire. Un país que te empuja a que cumplas tus sueños, sin señores que piensen que son nuestros dueños. Que te haga sentir tu valor y que no te retuerza, que imponga el sentido común, pero no por la fuerza. Necesito un país conmigo, un país contigo. Un país que no diga nos hemos rendido. Un país de gente sensible, un lugar apacible, que sea realista, pero sueñe lo imposible. Un país que nos mire con ojos de niño y que, al vernos llorar, sepa hacernos un guiño". 

Vibré escuchando al público de una sala de Bilbao corear entregado una canción sobre Madrid, quizá la más aplaudida de la noche, tanto como lo hice pidiendo beste bat (otra más, en euskera), al final del concierto. Hace unos meses, con una buena amiga, por casualidad, topamos con una presentación del disco de Marwan en la Fnac de Donosti. Escuchar algunas de sus nuevas canciones fue una especie de epifanía. Seguíamos ya a Marwan, pero menos que a otros cantautores. Este último disco lo ha cambiado todo. Es habitual en los discos que haya tres o cuatro buenas canciones, acompañadas por otras más o menos interesantes y algunas que no te digan nada. Aquí sólo hay de las primeras. De las buenas. De las escandalosamente buenas. Quedamos rendidos al lirismo de este disco, atrapados en su red, conmocionados por esos versos en un trabajo que es un campo minado de sensibilidad y frases que estallan, sin una canción que brille menos que la anterior, sin temas de relleno. Conviene saber, La vida cuesta, Renglones torcidos, Cazador de mariposas... Es difícil quedarse con una de ellas. Todas excepcionales. 

Algo similar a aquella revelación de hace unos meses sentí ayer al escuchar Puede ser que la conozcas, el Yo me bajo en Atocha de nuestros tiempos, el tributo de Marwan a la ciudad que siempre encuentra un bar abierto. "Ella es una mujer que no conoce el mar. Sus piernas tienen el color de las aceras. Bastante exagerada y algo bipolar, es tan humilde y a la vez tan altanera. La niña vieja que no acaba de crecer, que abre sus piernas por la noche a los extraños. La chica eterna del mantón y del clavel. La adolescente que ha cumplido tantos años. (...) Ella es caótica, cercana y orgullosa. Te hará pensar que baila sólo para ti. Puede ser que la conozcas si te digo que su nombre es Madrid. (...) Y, aunque lo oculte, sigue siendo bipolar, tan madridista y a la vez tan colchonera". 

Marwan incluye también un mensaje abiertamente feminista en sus canciones. Un lapsus cantando un verso de Conviene saber (“no hay mujer que tenga dueño, es una flor, no es una propiedad”, dice la canción, “no es una flor, es una propiedad”, cantó sin querer) le llevó a detener la canción. Apurado, realmente nervioso, se autoflageló y pidió disculpas, lo que llevó a remarcar aún más ese tono igualitario de sus canciones, esa forma comprometida de estar en el mundo. “No sois de nadie, sois vuestras” gritó, para lamentar después el “bochorno” de ese lapsus y retomar más tarde el tema, entre los aplausos del público. Una anécdota ante la que la reacción de Marwan habla  mucho y bien de él. Es necesaria la poesía en este mundo (magnífica la anécdota que contó de un guardia civil que se acercó a él para felicitarle por sus versos hace unas semanas) y es imprescindible el compromiso contra el machismo, que Marwan refleja en muchas canciones, un compromiso real que le hace detener una canción y volver a cantarla por un lapsus en uno de sus versos. Magnífico. 

Marwan, que estuvo acompañado en el escenario por Alejandro Martínez, cantó también con Luis Quintana, cantautor canario, que interpretó un par de sus temas. Fue un concierto bello e intenso en el que redactamos un poco el porvenir y decidimos "seguir viviendo rompiendo las recetas, perder el autobús que lleva a la impaciencia" y, sobre todo, disparar a la realidad, tiñéndola de versos. 

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