La niebla y la doncella

Decía Quim Gutiérrez, protagonista de La niebla y la doncella, en una entrevista en Metrópoli que no le suelen gustar las adaptaciones cinematográficas de novelas. Es difícil trasladar a la pantalla la atmósfera de un libro, las motivaciones de sus personajes, su personalidad, el nivel de conexión del lector con la historia. La niebla y la doncella es la adaptación de una de las novelas de la saga de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, de Lorenzo Silva, dirigida por Andrés Koppel. Creo que el autor puede estar razonablemente satisfecho de la versión cinematográfica de su obra, aunque tampoco loco de contento. No es una cinta perfecta ni una obra maestra, ni mucho menos, pero sí consigue mantener la tensión de inicio a fin, en un impecable ejercicio de género. 

Si algún defecto se le puede encontrar a la cinta, paradójicamente, es que quizá sea demasiado impecable, demasiado correcta, demasiado impersonal. No toma demasiados riesgos el autor de la película, desconozco si por mantenerse fiel a la novela original (que no he leído, a diferencia de otras obras de esta saga de Silva) o si porque quiere que sea la trama de investigación la que centre toda la atención de los espectadores. Hay algún diálogo que queda rígido, algo impostado. Diálogos que probablemente en una novela no chirría, pero que de pronto en pantalla queda algo raro. En todo caso, ya digo, la cinta cumple sobradamente el propósito de toda película de cine negro: mantener la tensión, jugar con el espectador, al ir dándole pistas con las que descifrar la investigación. 



Bevilacqua (Quim Gutiérrez) y Chamorro (Aura Garrido) viajan desde Madrid hasta la isla del Hierro para intentar resolver un caso enquistado desde hace años, la muerte de un joven en la que se salpicó a un potentado político local, pero que quedó libre por falta de pruebas. Los agentes de la guardia civil investigarán de nuevo el caso junto a una de sus compañeras en la isla que se encargó de la investigación años atrás, protagonizada por Marián Álvarez. Se entremezclan los secretos en torno al joven, las dificultades que pone el político local y las intrigas con los guardias civiles de la isla de El Hierro, que reciben con recelo a los investigadores enviados de Madrid, y que están encabezados por un misterioso agente al que da vida Roberto Álamo

La isla de El Hierro y su impactante paisaje es un personaje más de una película que no acierta a encontrar un tono adecuado, pero que sí sirve como historia de investigación. Las interpretaciones de sus protagonistas son correctas, pero no van ni un milímetro más allá. Se van acumulando pistas e indicios, nombres y sospechas. No generan confusión,  o yo al menos no lo creo, sino que invitan al espectador a intentar encajar las piezas. Es lo más interesante de una cinta que lleva a la pantalla una saga de novelas notable que quizá esté mejor entre las páginas de un libro que en la pantalla grande, pero que consigue salir con vida del siempre complicado reto de trasladar al cine una historia de novela. 

Lo mejor que se puede decir de la cinta es que no se recordará como una mala película, aunque sólo sea por el interés que despierta la sucesión de acontecimientos que conducen a la resolución del caso. Lo peor que se puede decir, sin embargo, es que no se recordará demasiado, a secas. ¿Aconsejable para pasar un rato entretenido? Sí, sin duda. Se deja ver y tiene momentos atractivos. Pero no perdurará demasiado en la memoria. 

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