Sabina se reafirma negándolo todo

"Ya sólo me interesa escribir contra mí mismo", dijo Jean-Paul Sartre en un momento de su vida. Un poco en esa línea, Joaquín Sabina ha decidido reafirmarse negándolo todo, escribiendo contra sí mismo. Lo niego todo se llama el single y el último disco del artista madrileño nacido en Úbeda, porque algunos madrileños, como los bilbaínos, también nacen donde les da la gana. Así comenzó el concierto de anoche en el Palacio de los Deportes de Madrid, ante un público entregado, devoto, consagrado a la fe sabinera, se diría que la única verdadera. Negándolo todo, "incluso la verdad. La leyenda del suicida y la del bala perdida, la del santo beodo. Si me cuentas mi vida, lo niego todo", para reafirmarse más que nunca. 


Sabina, claro, sigue siendo Sabina. Con la medida justa de la melancolía ("30 años ya, carajo", dijo recordando una de sus actuaciones pasadas), pero enérgico, con su intransferible y única "voz de lija" en perfecto estado de revista, ilusionado por volver a casa, a Madrid y, sobre todo, con un discazo bajo el brazo, se presentó Sabina a sus incondicionales de la capital. No esperábamos ya a estas alturas un disco de la talla de Lo niego todo, con varios temas que sin duda pasarán a la desde hace mucho interminable lista de canciones inolvidables del juglar moderno. Interpretó varios de estos nuevos temas, aunque se dejó alguno en el tintero, como Por delicadeza, que interpreta con Leiva, a quien muchos esperábamos también ayer, o Leningrado

Antes de cantar Posdata, Sabina habló con cariño de América Latina, de cómo las canciones llegan allá antes que su propio autor, y del influjo de esos otros acentos ("a cual más bello y sensual") de aquel lado del globo en sus canciones. Con aires mexicanos, interpretó este tema, que es uno de los mejores de su último disco. El más completo, el más hondo, probablemente el mejor, es Lágrimas de mármol, con el que Sabina puso en pie por primera vez de muchas que estarían por llegar a todo el Palacio. Es una canción hermosa, que describe bien el espíritu de este disco de Sabina, mirando atrás con cariño y adelante con serenidad, pero ganas de fiesta aún. Se presentó Sabina con energía. Sexagenario, "trovador cascado", como canta en Posdata, pero sobre todo "superviviente, sí, maldita sea, nunca me cansaré de celebrarlo", como proclamó en Lágrimas de mármol. 

El maestro, que sigue siendo el único representante de una categoría de artistas (está Sabina y luego, a distancia, todos los demás), dedicó bellas palabras a su banda, a su familia, la de siempre, la que lleva años acompañándolo en los escenarios. Interpretaron algunas de las canciones, "que no son mis canciones, son nuestras canciones", dijo Sabina. El público ovacionó a todos, en especial a Pancho Varona, quien es medio Sabina en los conciertos y que cantó La del pirata cojo. Mara Barros interpretó Hace tiempo, un tema compuesto por Sabina dedicado a Gabriel García Márquez, quien le dijo al cantante y poeta en sus últimos años que hacía tiempo ya que no se hacía caso. El tema, Hace tiempo, es una auténtica joya. "Hace tiempo que no me hago trampas. Hace tiempo que nieva, que escampa, que vuelve a nevar. Hace tiempo que el tiempo se esfuma, que nadie perfuma mi vieja canción. Hace tiempo que el sol tiene pecas. Hace tiempo que las discotecas no tienen razón". 

En la segunda parte del concierto, Sabina se consagró a los temas clásicos, a los de siempre. Es ese tramo de los conciertos de Sabina en el que nos damos cuenta de todos las vidas a las que el artista ha puesto banda sonora, del interminable número de canciones perfectas que describen cualquier situación vital. Cantó Sabina a Madrid como sólo él sabe en Yo me bajo en Atocha. Interpretó La Magdalena, siempre especial. Y continuó la fiesta, con Princesa, con 19 días y 500 noches, que sigue siendo la mejor canción jamás escrita en español, con tantos otros temas... Recordó Sabina a Chavela Vargas con Por el boulevard de los sueños rotos ("se escapó de una cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noches en vela. Se dejó el corazón el Madrid, quién supiera reír, como llora Chavela"). 

Volvimos a pedir "que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena" y "que el corazón no se pase de moda", con Noches de boda. Gozamos con Pastillas para no soñar ("si lo que quieres es vivir cien años, no vivas como vivo yo") y con Y sin embargo, otro de los mejores temas de Sabina, que como ya es habitual anticipa Mara Barros con Y sin embargo te quiero, de Quintero, León y Quiroga, exhibiendo un derroche de voz deslumbrante. "Porque una casa sin ti es una embajada, el pasillo de un tren de madrugada, un laberinto sin luz, ni vino tinto, un velo de alquitrán en la mirada. Y me envenenan los besos que voy dando y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño. Y con todo así duermes a mi lado y se te vas, me voy por los tejados, como un gato sin dueño, perdido en el pañuelo de amargura que empeña sin mancharla tu hermosura". 

Se marchó Sabina, pletórico, enérgico, divertido, irónico, magistral. Regresará hoy al Palacio, que volverá a recibirlo lleno y entregado. Es mucho lo que debemos a Sabina, noches como la de ayer, por ejemplo, de esas únicas, mágicas, inigualables, para personas de todas las generaciones, que se enamoraron, lloraron, rieron y bailaron con sus canciones, que siguen haciéndolo. Larga vida a Sabina, que sabe bien que "el futuro es cada vez más breve y la resaca larga", pero que sigue consiguiendo que todas las noches sean noche de boda y que no se ponga la luna de miel. 

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