Un intruso en Eurovisión

El último puesto en el que terminó Manel Navarro, representante español en Eurovisión, con su insulsa Do it for your lover, ha restado espacio en los medios a lo muy estimulante y alentador que resulta para el festival musical el triunfo de Portugal, con la delicada Amar Pelo Dois (Amar por los dos), que defendió en el escenario sin alardes, ni grandes puestos en escena, ni tipos disfrazados de animales a su lado Salvador Sobral. Sólo él y la emoción que despierta la buena música. Su voz y esos versos casi susurrados, en portugués, su idioma, sin caer en la moda de llevar canciones en inglés en la que caen todos los países. Una canción lenta, no para bailar en discotecas. Es decir, un cambio radical respecto al tipo de canciones que ha triunfado en Eurovisión en los últimos años. Un auténtico intruso. Un triunfo que, ojalá, puede conducir a un cambio en el festival. 


La letra de la canción, preciosa, habla de amor. Quienes no entendemos portugués tuvimos que buscarla en Internet, claro. Pero lo que tiene la buena música es que despierta emociones incluso aunque no se entienda la letra. Y el representante de Portugal lo logró. Sin entender del todo la letra, la sensibilidad estaba ahí, la emoción contenida. Cuando ganó, Sobral pronunció un discurso breve pero maravilloso y, realmente, provocativo en Eurovisión. "La música no son fuegos artificiales, la música es sentimiento y tiene que decir algo", afirmó Sobral, después de decenas de actuaciones con fuegos artificiales en el escenario, con algún que otro tema que decía más bien poco. 

Cuentan que el representante portugués no quería presentarse a Eurovisión, ni al programa de talentos musicales de su país que le dio fama y el pasaporte al festival. Parece sentirse más a gusto en pequeños escenarios. Al parecer, Sobral estuvo en España unos años, y se le vio en locales de Palma de Mallorca y Barcelona. Su defensa de la música que diga algo, que transmita emoción, en una plataforma como Eurovisión, es un soplo de aire fresco, una vuelta a las esencias, a lo básico, renunciar al ruido, a las coreografías que distraen de lo esencial, de la música

"Si un día alguien pregunta por mí, dile que viví para amarte", comienza la delicada canción, que termina con la frase que da título al tema: "si tu corazón no quiere seguir, no siente pasión, no quiere sufrir, sin hacer planes de lo que vendrá después, mi corazón puede amar por los dos". Sobral cantó en su idioma, fue auténtico. Al acabar la gala, volvió a cantar, acompañado de su hermana, la compositora del tema. Su historia personal, enfermo del corazón y a la espera de un trasplante, conmueve. De ahí la ropa holgada que llevaba, porque tiene una especie de marcapasos tras su chaqueta, y el hecho de que hiciera menos promoción que el resto de intérpretes. Pero el mensaje que deja, el ejemplo dado por el éxito de lo sencillo, de lo auténtico, es lo más poderoso y rompedor que se recuerda en Eurovisión en los últimos años. Quizá, sólo quizá, la victoria de Salvador Sobral sirva para que la música, la de verdad, la que dice algo, gane terreno en Eurovisión entre temas festivaleros con más ritmo que sentimiento. Un intruso ganó Eurovisión y, al menos por una noche, lo cambió todo. 

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