Las confesiones

Las confesiones, la última película del cineasta y escritor Roberto Andò, podría confesar algún que otro pecado (la construcción con trazo grueso de algunos personajes, falta de pulso narrativo en algunos momentos, una trama muy prometedora que se diluye en parte a medida que avanza la cinta, metáforas algo obvias...), pero también son incuestionables varios de sus méritos. El punto de partida es muy interesante. El G-8 se reúne en un hotel de lujo, en un escenario idílico, rodeados de naturaleza, donde tomarán una decisión trascendente para el futuro, dañina para algunos países, se deja entrever, en mitad de una crisis. El director gerente del FMI decide invitar a la cumbre a una escritora de literatura infantil, a un cantante comprometido con causas sociales y a un monje cartujo. A este último le pide que le confiese una noche. Al día siguiente, el responsable del FMI amanece muerto, posiblemente suicidado. 

El planteamiento es muy original y las pretensiones del filme, entrar en los entresijos del poder con una mirada crítica, son loables. Pero se queda en la superficie, le falta profundidad y matices. Todo ese prometedor material, y ese juego a mitad de camino entre la intriga, la investigación policial y la sátira política, no funciona tan bien como cabría esperar. Hay personajes algo desdibujados, algo que probablemente resulta inevitable cuando son tantos los protagonistas de un filme. De algunos no conocemos más que algún pequeño gesto, sin llegar a ahondar en sus motivaciones ni en su posición ante la decisión de calado que van a tomar en esa reunión. 


Aunque se agradece la sencillez del planteamiento, personificada en el monje cartujo que no tiene posesiones ("sólo el silencio"), el espectador termina de ver la película con ganas de más, preguntándose en qué momento se escaparon muchas de esas posibilidades que planteaba el filme de origen. No le ayuda la visión algo simplista que plantea de estas cumbres del poder, planteando que no son los líderes de las ocho mayores economías del mundo, sino otros poderes, pero de un modo algo burdo, en ocasiones, algo excesivo. En todo caso, el espíritu crítico del filme es uno de sus puntos fuertes, igual que el fascinante personaje del monje protagonista, Roberto Salus, magistralmente interpretado por Toni Servillo

"Aún no sé qué tipo de cura es usted", le espeta un policía a Salus en un momento del filme, cuando se investigan las causas de la muerte de Daniel Roché (Daniel Auteuil), el director gerente del FMI, y, sobre todo, si éste le contó algo comprometedor al monje sobre los planes del G-8 en esa cumbre. "Yo tampoco lo sé", le responde Salus. Acompañado sólo de una grabadora, en la que graba los cantos de los pájaros, el monje cartujo, amante del silencio y la tranquilidad ("nunca le hizo mal a nadie perder el tiempo"), se ve envuelto en los tejemanejes de las altas esferas. Él respeta el secreto de confesión de Roché y cuestiona a los mandatarios de la cumbre por esa decisión tan terrible, tan secreta. Es la mirada de la justicia en mitad de la falta de humanidad, la de quien prefiere las palabras a las fórmulas matemáticas, la del hombre que no se fija en grandes cifras macroeconómicas, sino en el impacto que tienen las medidas que toman los políticos sobre los ciudadanos. 

Guiados de la mano de la dignidad y la mesura de Salus, avanza la historia, con una crítica mordaz al capitalismo y al sistema de funcionamiento del mundo, a la toma de decisiones. Hay planteamientos algo reduccionistas, pero también destellos de lucidez, como cuando cuestiona el lenguaje tramposo y corrompido de la política ("destrucción creativa", se escucha en un momento de la película), o cuando se menciona a Grecia. "Un gran poeta griego dijo esa frase", afirma Salus cuando habla con un gobernante. "Sí, un gran poeta para un país fracasado", le responde este. "Hay fracasos mucho peores que los económicos", zanja el monje cartujo, el alma de esta película, el pilar sobre la que que se asienta. Es una cinta que no llega tan lejos como podría, pero que resulta interesante y es hija de su tiempo, heredera de la crisis económica

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