Francia detiene la extrema derecha

Hay muchas lecturas posibles de lo ocurrido ayer en la segunda vuelta de las elecciones francesas, en las que Emmanuel Macron ganó por 30 puntos a Marine Le Pen. Es necesaria una reflexión sobre el acceso a la segunda vuelta del Frente Nacional. Es preocupante la elevada abstención de ayer. Llega ahora el momento de ver cómo concretará su programa el centrista Macron, a quién nombrará primer ministro y cómo podrá su recién creado partido dar la cara en las elecciones legislativas de junio. Hay muchos matices, muchos detalles. Pero el titular de anoche es claro: Francia paró la extrema derecha. Francia detuvo el riesgo claro de que un partido neofascista accediera al Palacio del Elíseo. Y eso, al margen de las diferencias ideológicas que se puedan tener con Macron, es lo más trascendente. No se puede celebrar que 8 millones de franceses apoyaran a Le Pen. Pero sí es un alivio natural que la extrema derecha saliera claramente derrotada anoche. 


Macron realizó un discurso sobrio ayer. Declaró ser consciente de que muchos franceses le han apoyado sólo para evitar la victoria de la extrema derecha. El exministro de Economía con Hollande se dirigió expresamente a los votantes de Le Pen, diciendo que espera que dentro de cinco años no tengan razones para apoyar una fuerza extremista. Todo son incógnitas sobre la hoja de ruta de Macron, pero, de momento, ha detenido al Frente Nacional, un partido que centra en la xenofobia su discurso político. Le Pen reconoció ayer su derrota muy pronto y anunció que iba a refundar su partido. De momento, se centrará en conseguir una representación parlamentaria mayor de la que tiene ahora, para ser la mayor fuerza de la oposición a Macron. 

Hay muchos aspectos relevantes del triunfo de Macron de ayer. Hubo cerca de cuatro millones de votos nulos, que no se pueden atribuir directamente a Melenchon, el líder del partido de extrema izquierda que no pidió el voto por Macron para detener a la extrema derecha, pero que sin duda, en parte, se debe a este posicionamiento. También fue muy elevada la abstención, es decir, muchos ciudadanos no acudieron a las urnas para intentar detener a la extrema derecha, confiados quizá con la derrota  aplastante de Le Pen, que auguraban todas las encuestas, pero tal vez también espantados por las políticas de Macron. Es el primer reto que tiene enfrente el nuevo presidente francés, conquistar a quienes se abstuvieron o votaron en blanco, incluso aunque frente a él estuviera la extrema derecha. 

Sin duda, la defensa de la Unión Europea es otra de las claves de las elecciones de ayer. Le Pen tiene una postura antieuropeísta clara. Cuestionaba el euro y defendía un referéndum sobre la salida de Francia, la segunda economía europea, de la UE. Y es vital que el ganador defienda el mejor invento de Europa, el más ilusionante proyecto político en el continente en muchas décadas. Macron ha declarado que quiere reformar la UE, acercarla a la gente. Sin duda, este proyecto tiene muchos defectos, muchísimos. Uno de ellos, la respuesta insuficiente e inhumana al drama de los refugiados. Y el hecho de anteponer los intereses económicos a los sociales. Sí, sé que muchos dirán que alguien que procede de la banca de inversión no combatirá esta concepción meramente economista de la UE. Y quizá sea razón. Pero entre una candidata defensora de romper con la UE y otro que defiende sin complejos el proyecto comunitario, es un alivio que haya vencido este último. 

También se habla de la juventud de Macron, el líder más joven de Francia desde Napoleón. De por sí, la juventud no es una virtud ni tampoco un defecto. Lo importante será ver qué políticas desarrolla y si consigue reconstruir la deteriorada relación entre la política y los ciudadanos, si logra impulsar el proyecto europeo, si desmonta las razones que llevan a millones de votantes a apoyar a la extrema derecha. Y de eso, poco tiene que ver la edad. Y, por supuesto, mucho menos su vida privada, aunque tanto se haya hablado en los medios de su esposa y la diferencia de edad entre ambos (idéntica que la de Trump y su mujer, sólo que en el caso de Macron es ella la mayor, y el machismo se deja sentir). 

Ayer había mucha ilusión entre los partidarios de Macron, que defendieron su victoria, sin miedo a las aglomeraciones y la amenaza terrorista, tristemente siempre presente en Francia, en la explanada del Louvre. Y ese es otro de los titulares de la noche de ayer. La alegría de los simpatizantes de Macron, más guiados por la ilusión que por el odio, y algunos enfundados en banderas europeas, lo nunca visto en los últimos años de crisis en Europa. Y la celebración en la calle, con absoluta normalidad. Macron tiene una tarea complicada por delante y algunas de sus políticas, como la reforma laboral que prepara, a imagen y semejanza de la española, pueden provocar muy pronto una reacción contraria de los sindicatos. No lo tendrá fácil el nuevo presidente de Francia ante tamaño reto, que se reflejaba en su cara anoche, muy serio. Pero, de momento, hay que celebrar que Francia haya detenido la extrema derecha y que haya optado por más Europa. Una luz en medio de tantas tinieblas en tiempos de Brexit, Trump y posverdad. 

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